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miércoles, agosto 27, 2025

Salteño recuerda la Batalla de San Antonio como la mayor hazaña de Garibaldi en tierras orientales

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266 años después del hecho

GParafraseando a Alejandro Dumas, escritor francés del siglo  XIX, autor de “Los Tres Mosqueteros” y “Montevideo o una nueva Troya”, entre otros libros, decimos: En la época a que nos referimos, la presidencia de la República estaba ejercida por el general Fructuoso Rivera.

El 16 de febrero de 1843 Manuel Oribe, llega al Cerrito de la Victoria, con un ejército de 12.000 hombres  y pone sitio a la ciudad de Montevideo, dando inicio a la llamada “Guerra Grande”.

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El primero de marzo de 1843 concluye la presidencia de Rivera y las Cámaras reunidas, en la imposibilidad de nombrar nuevo presidente, por hallarse el país en guerra, declaran al presidente del Senado Joaquín Suárez, en ejercicio del Poder Ejecutivo. Rivera, es nombrado Comandante General en campaña.

Parte del ejército de Oribe era porteño, proporcionado por el dictador de Buenos Aires, Rosas. Oribe, apoyado por el tirano argentino, con soldados y armamento, quiere derrocar al gobierno legal e intentará tomar la plaza de Montevideo.

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En la ciudad sitiada, se encontraban muchos jefes venidos de naciones extranjeras, eran en cierto modo, los representantes de las ideas de libertad y progreso que flotaban en el mundo, en ese tiempo. Entre esos jefes se encontraba Giuseppe Garibaldi.

Garibaldi, proscrito de Italia donde había combatido por la  libertad, proscrito de Francia, por haber querido combatir por la misma causa; proscrito en Río Grande por haber cooperado a la fundación de una república, fue a ofrecer sus servicios a Montevideo. Allí formó a su famosa legión italiana – que junto a su jefe – brillarían por su valor en fieros combates.

Montevideo, sitiado por tierra, y también por agua, nombra a Garibaldi Comandante de la flotilla naval; a los dos meses, con pequeñas embarcaciones, Garibaldi combatía a las fuerzas marítimas de Rosas comandadas por Brown – que eran tres veces superiores en número y poder de fuego – trayendo en jaque al poderoso enemigo.

Pasado un tiempo Garibaldi y su legión italiana son enviados a Salto a proteger la plaza asediada por el ejército de Rosas al mando de Urquiza. Allí, Garibaldi sostuvo un asalto donde durante seis horas, 4.000 hombres se lanzaron desesperadamente sobre sus 500 soldados, siendo rechazados los argentinos con pérdidas enormes.

Servando Gómez, oriental al servicio de Rosas – y de Oribe – es enviado a Salto a batir a Garibaldi y su  legión. Tiempo después, un nuevo hecho de armas vino a acreditar, una vez más, el valor heroico de los legionarios garibaldinos, y de los orientales que los asistían..

 

El 8 de febrero de 1846, en los campos de San Antonio, en las cercanías de la villa salteña, una columna de 1.200 hombres, al mando del propio general Servando Gómez, rodea a Garibaldi y sus hombres, unos 300 efectivos compuestos por 200 infantes italianos, más 100 jinetes orientales al mando del coronel Báez.

Las tropas de Servando Gómez son 400 infantes de Rosas y 800 jinetes de Oribe, en una proporción de 4 a 1.

Cualquier otro jefe, por más valiente que fuere, trataría de evitar el combate ante semejante desventaja. Pero Garibaldi no; como era su costumbre de combatir, sin fijarse en la inferioridad numérica de sus tropas, se lanza violentamente sobre las fuerzas enemigas.

Garibaldi y sus hombres libran una batalla dantesca. Las descargas de fusiles y carabinas; los asaltos a lanza y sables, se suceden impetuosa y mortalmente; hay cruentos entreveros de jinetes y furiosas lides cuerpo a cuerpo a cuchilladas y lanzazos. Así, desde el mediodía hasta la tardecita.

Después de muchas horas de lucha sangrienta la infantería argentina queda disminuida sensiblemente, y su caballería desmoralizada sale huyendo del combate.

Garibaldi pierde la mitad de sus hombres en la feroz batalla.Servando Gómez deja en el campo 400 cadáveres.

Garibaldi, dueño del campo de batalla, después de una hora de alto y desafío y pese que aún había alguna escaramuza aislada, dispone que sus hombres lo sigan en columna cerrada; entonando himnos patrióticos toman la orilla del monte llevando a sus heridos. Y en plena marcha, de regreso a la villa salteña, apelando a los disparos y a las bayonetas mantuvieron a raya a los tiradores y lanceros enemigos.

Este fue el hecho más hazañoso de Garibaldi y su legión en tierra de América. Desde esa batalla, y en recompensa por tal victoria, la legión italiana tiene su colocación a la derecha del ejército oriental.

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