Recuperar el dominio de nuestras decisiones

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    Aún hoy, cuando a todos los niveles se habla de la crisis económica mundial. Cuando es unánime la opinión que traerá consecuencias nefastas y sólo se debate en cuanto a la magnitud de las mismas, es llamativo ver cómo se promueven los préstamos de dinero a condiciones “increíbles…”.
    Se nos dirá que nadie obliga a nadie y es verdad. Una verdad a medias, por supuesto. Esto es lo terrible, se nos ha “lavado el cerebro” de tal forma, que muchos se enganchan con facilidad. No se obliga directamente, se lo hace más sutilmente, “convenciéndonos” de las ventajas y lo hermoso de alcanzar los bienes que se desean, que “están ahí”, al alcance de las manos, a poco demos el paso.
    En otras palabras, mostrándonos la zanahoria y mostrándonos, en este caso, que es perfectamente alcanzable, eso sí, sin mostrarnos el enorme abismo que tendremos que salvar después para volver a ser lo que éramos.
    Pero la cuestión es mucho más profunda. Nace en la educación, y en el ámbito general de lo que llamamos “sociedad”, en la que ha predominado la “globalización” del materialismo, del tener o tener, del derroche, del tirar en lugar de reparar, de lo nuevo y lindo.
    Se nos ha convencido de que lo importante es tener, no importa a qué precio.
    Nunca nos detenemos a pensar en las consecuencias de nuestras acciones, porque aquello, tan conocido, moneda corriente hoy, sobre todos entre nuestros adolescentes y jóvenes de “a mi no me va a pasar”.
    Lo hemos analizado en más de una oportunidad y seguiremos haciéndolo aún a riesgo de una tediosa reiteración, si es el precio para alertar a alguien de la situación que tenemos.
    Las presiones han llegado a punto tal, que son pocas las personas mayores capaces de mantener el dominio completo y pleno sobre sus acciones. Ante esto, poca gente logra mantenerse “incólume” ante las “tentaciones” que se le ofrecen, debido a que es probable que en el ámbito familiar o de sus amistades mismas, haya más de uno “convencido” que es una buena medida. Pero también estamos seguros que en ese mismo ámbito se encontrará siempre más de un desesperado que ha entrado y ahora no encuentra la forma de salir.
    Conocemos situaciones realmente desgarrantes en este sentido y eso nunca jamás se verá reflejado, se verá u oirá en una publicidad por supuesto.
    Es lo que pensamos.
    Alberto Rodríguez Díaz.

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    Liliana Castro Automóviles