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lunes, 9 de junio de 2025
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“La competencia nos ayuda a lograr la superación”

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Diario EL PUEBLO digital
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El Maestro Ricardo Villarreal Luna (60) ha dedicado toda su vida a la práctica del Kung Fu, adoptando una filosofía de vida humanista y naturista.
Ricardo Villarreal es el referente a nivel de nuestro país en el arte marcial del Kung Fu – siendo 6to Dan – y para llegar a este nivel de excelencia trabajó muy duro y luchó por cumplir sus metas.torsal11-012

Su trabajo fue reconocido por extinto Gran Maestro Germán Bermúdez Arancibia (10 Dan) – referente de toda América Latina, de quien fue discípulo.
En este espacio nos cuenta los aspectos más trascendentales de su vida, de los valores humanos que propicia en su academia y del legado que comparte con sus tres hijos – dos de ellos lo acompañan en su academia.

Partiendo desde su niñez- ¿Cómo comienza a vislumbrarse su inclinación por las artes marciales?
– Me crié en el barrio Parque Solari. El recuerdo contundente que tengo es que nuestra familia desde muy niños nos enseñó a trabajar. Con mis cuatro hermanos íbamos a la escuela a la mañana y a la tarde trabajábamos.
Tenemos cinco hermanos mayores por parte de mi mamá.
Nuestro padre laboraba en la Jefatura de Policía… tenía un fondo muy grande y allí plantaba. Por la tarde salíamos a repartir y vender las verduras cosechadas en el fondo.
En aquella época de podía ofrecer a Alfredito, El Palenque y también a la vecindad. Para nosotros colaborar con nuestro hogar era algo normal. Estudiábamos y trabajábamos… siempre buscando el bien de la familia”.

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-¿Y en qué momento llegó el Kung Fu?
-“Yo no era de los chicos que iban a jugar a la pelota… siempre trabajando y estudiando… así que el arte marcial como se practica en la noche, comencé a mirar las series de televisión. Siempre fui muy hábil para aprender lo que veía. Mis hermanos también practicaban… en ese entonces tendría cuatro o cinco años. Me inscribieron luego en la única academia que había en Salto, que era la de Sirio Sosa, que aún está en calle Treinta y Tres. Allí practiqué un tiempo… uno es muy niño a los once años y empezamos a dar nuestros primeros pasos. El poco tiempo que practiqué logré fijar los conocimientos de los cuales jamás me olvidé; las caídas, el equilibrio… a hacer todos los movimientos en forma prolija. A partir de allí comencé a practicar Kung Fu hasta llegar al cinturón negro y luego hice una conexión con el Maestro Germán Bermúdez Arancibia y así continué con mi carrera marcial”.

– ¿En cuál época de su vida se conecta con el Gran Maestro Arancibia?
-“Hace más o menos unos treinta y cinco años. Mi hijo mayor en ese entonces era muy pequeño. El Maestro vivía en Buenos Aires. Mi afán era tener un respaldo y seguir creciendo en las artes marciales, pues me proyectaba a tener mi propia academia. Tenía que seguir avanzando. Fue así que sin conocer Buenos Aires me fui, sacando un pasaje ida y vuelta. Gracias a Dios siempre conté con una persona que me guiara… y así fue que finalmente llegué a su sede, previo contacto mediante cartas. Empecé las primeras clases con él y posteriormente me hizo reconocimiento de grado. El exigirme y aprender fue un denominador común en mi vida y no paré nunca… y aún continúo. Tal vez tomamos conciencia de nuestra edad, solamente cuando nos miramos al espejo”.

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-¿Cree usted que el cultivar este estilo de vida le permitió conservar su buen estado físico y mental?
-“Son tantos años ya que se está en esto que a veces no nos percatamos de cómo ello ha incidido en nuestra existencia. Se torna natural tener una guía en el comportamiento y en la salud. La práctica nos genera un desgaste físico que nos lleva siempre a mantenernos en buenas condiciones. El Maestro Arancibia me adoptó como hijo y con él pude llegar hasta el 6to. Dan.Vino a Salto con los campeones mundiales. Mi sueño era aprender a enseñar. Los viajes continuaron hasta que me gradué de 5to. Dan. Fui el último maestro que me gradué de 6to Dan antes de fallecer Arancibia. Pude cumplir con ese sueño… era lo que yo quería Cuando viajaba a los torneos y veía a toda la gente que se sentaba con el maestro, yo me iba a la tribuna con mis discípulos y él me llamaba, pues era muy tímido”.

-¿Y cuál es su propósito como docente?
-“Enseñar, tratar que el alumnado incorpore de los conocimientos, dar siempre lo mejor de mí. Mis hijos Moisés y Jonathan son los que siguen en el mismo camino de las artes marciales y compartimos torneos y encuentros. Afortunadamente desde hace muchos años hemos venido logrando títulos sudamericanos. También he competido y he logrado ganar a ese nivel. Nos complace muchísimo porque es otra oportunidad de crecer y no quedarnos estancados. La competencia nos ayuda a buscar la superación”.

-¿Ese camino marcial le ha llevado a ver lo existencial con otros ojos?
-“La vida también tiene sus momentos complejos y hay que saber caminarla. Hay que saber superar los problemas… el arte marcial me ha enseñado mucho y ello lo transmito a mis alumnos en la escuela. La vida a veces nos pega duro pero hay que seguir en el camino”.

-¿Siempre ha adoptado esa costumbre de compartir una reflexión con sus alumnos antes de concluir sus clases?
-“Es algo natural que me sale… buscar y compartir los ejemplos prácticos para que los alumnos entiendan.
Ejemplos que ayudan a los niños a superar su timidez y que logren la confianza en sí mismos. No importa que practiquen un mes o dos en la escuela. Lo importante es que la enseñanza queda.
La práctica del arte marcial no es como ir a un gimnasio… lleva mucho tiempo. El aprender a defenderse no es fácil. No es solamente saber un bloqueo o una técnica”.

– Muchas personas que no conocen el espíritu del arte marcial, lo relaciona con la violencia y no es así.
¿De alguna forma los filmes son quienes desvirtúan esa realidad?
-“Eso es lo que vende… a la gente le gusta ver a un hombre pelear contra diez y ganarles. El arte marcial nació en los templos Shaolin, templos budistas de meditación. Los monjes salían a predicar o a repartir en sus canastas lo que cosechaban y eran agredidos. Fue así que aprendieron los primeros movimientos para aprender a defenderse.
Allí comienza el crecimiento de las artes marciales y el Kung Fu es la madre de todas.

– ¿Y cuál es el secreto del Kung Fu?
– “Hay dos hermanas que van de la mano y son la salud y la felicidad. El Kung Fu es justamente eso: salud y felicidad.
Tenemos que cultivar una buena salud para gozar de la felicidad. Creo en Dios y en Jesús, los valores que recibimos desde niños. Donde voy la oración está allí”.

-¿Qué materias quedan pendientes?
-“(Se emociona)…Deseo que mis hijos continúen con la labor marcial y lograr que la gente de la mano al prójimo… que mi familia siga unida. La frase que quiero compartir por sobre todo: Dios es Amor”.

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