Hoy viernes, con dos funciones las 20 y 22 hs. se celebrarán los setenta años del estreno de “EL CIUDADANO”, considerada la mejor película de la historia del cine, exhibición organizada por la Asociación de Escribanos de Salto y con los auspicios de Cinemateca y de Cine Club Salto.
Se proyectará en la sede de los notarios salteños, Brasil 930, con entrada libre y gratuita para todo público.
“EL CIUDADANO” fue una revolución en 1941, influyó desde entonces a una buena parte del cine posterior, integró todas las listas eruditas de mejores filmes del mundo, y, 70 años después, sigue siendo un asombro para quien no la haya visto antes. En el testimonio de muchos espectadores, descubrir “EL CIUDADANO” es por otra parte una experiencia emocional e intelectual que no tiene paralelo, y que no se desminuye por el conocimiento previo de sus características. Cuando toda la película queda descripta, desarmada y explicada, como lo ha hecho con abundancia la crítica mundial, sigue en pie el poderoso impacto de su forma cinematográfica, elaborada por el requerimiento de una inteligencia astuta y talentosa, como la de su director e intérprete principal Orson Welles.
Una parte de ese cálculo está en la índole del tema, que narra la vida de un magnate periodístico americano y que establece el vacío emocional y afectivo que se esconde tras la grandiosidad, la ostentación y el egoísmo del protagonista, personaje complejo que comenzó siendo un idealista que luchaba a favor de los pobres y terminó traicionando sus principios cuando se lanzó a una candidatura política (abortada por el escándalo) y llegó a utilizar su prensa como trampolín hacia el poder, dejando de lado el periodismo honesto y digno. Su historia deja un hueco que solamente se llena en la última escena, con una revelación fundamental que se muestra nada más que para el espectador.
En esta crónica, muchas veces subrayada con los aportes de personajes que lo conocieron (sus amigos, sus colaboradores, su ex esposa, su administrador, su mayordomo) la película establece un comentario sobre algunas zonas de la civilización actual, y ese comentario no perderá vigencia en mucho tiempo.
Otra parte del cálculo es la deliberada originalidad con que el tema aparece narrado. En lugar de un retrato lineal, siete testimonios distintos, entrecruzados en tiempo y en espacio, plantean al principio el misterio de la última palabra que el protagonista pronunció en su agonía, después retroceden a narrar su vida y finalmente se acercan a revelar aquel secreto. Deslumbrarse con “EL CIUDADANO” es un lugar común. Pero más allá de la historia, el gran desafío del film, la prueba que debe resistir en la revisión, es que causa hoy un asombro similar al de ayer, y que sacude a nuevas generaciones de aficionados como en su momento sacudió a la crítica y al público del mundo entero. Quienes la hayan visto deben hacer hoy el experimento de presenciarlo junto a quienes lo descubren. Es una obra viva y rica, un espectáculo imprescindible y admirable. “EL CIUDADANO” marcó una revolución en el cine contemporáneo. Además de ser un clásico eterno, figura constantemente como la mejor película de todos los tiempos entre los críticos cinematográficos de todo el mundo. Ahora es la oportunidad de comprobarlo, con la emoción de estar frente a uno de esos acontecimientos que han hecho del cine una forma válida por sí misma, con un lenguaje autónomo y con códigos narrativos complejos y fascinantes.