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martes, marzo 4, 2025
Columnas De Opinión
G-Irónico / Gonzalo Fernandez
G-Irónico / Gonzalo Fernandezhttps://ironiamagna.com
Gonzalo Fernández, "proyecto de escritor caminante", cuento con algunos trabajos independientes, y he participado como colaborador en la Revista Al Límite - Del Plata, y en la Revista Opción Médica. En mis diferentes alter egos suelo mutar a G-irónico y El Puntito de la J, dos personajes que buscan el humor irónico y negro de situaciones diarias y cotidianas.

Programas de autoayuda y enseñanza

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Los últimos años se han caracterizado por la explosión y la invasión de los programas y guías que nos dicen qué y cómo tenemos que hacer las cosas. Y saben una cosa: ¡no quiero que me digan qué y cómo tengo que hacer las cosas!

Desde hace ya un tiempo venimos siendo bombardeados por diferentes medios con guías de lo «correcto», de lo «útil», de lo «adecuado». Primero aparecieron los manuales y guías en formato papel que prácticamente las nuevas generaciones millennials desconocen. Luego llegaron los programas de cable, y ahí ya tuvimos para todos los gustos: programas de cocina, de limpieza, de soluciones, de… de… de… Y como si éramos pocos, parió Netflix y Google, que nos encajaron también algún que otro programa o serie, y/o videos que se convirtieron rápidamente en virales, como no podía ser de otra forma.

Y así pasamos, y lo peor: creímos que mirando y copiando los programas, y siguiendo todos los pasos que nos indicaban, las cosas nos iban a salir tal cual nos mostraban en una pantalla. ¿¡Hola, qué tal!?, lamento informarles que es M-E-N-T-I-R-A. Vayan a hacer un muffin como lo hacen en esos programas; si les queda algo parecido a un bizcochuelo, tiren cohetes, toquen bombos y platillos, y prepárense para el balance de movimientos de la tarjeta a fin de mes, porque seguro tuvieron que comprar ingredientes que ni sabían que existían.

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Todo es mentira, como les decía antes. Que vengan los que aparecen cocinando a mi cocina a ver si encuentran algo, y que alguien me diga que tiene la cocina tan limpia como la que muestran en la tele. Brilla la mesada, los cubiertos, los muebles, la asadera… Disculpen mi desconfianza, pero esa cocina nunca se usó.

Otros programas que también me llaman la atención son los del tipo «arréglame la vida», donde te dan soluciones a todos tus problemas con las cosas «más comunes». Te hacen un portaobjetos con una pelota de tenis, unos parlantes con dos cartones de papel higiénico, una percha con un clip, entre otros. Si la idea del programa es ayudarte a «ahorrar» con soluciones que están al alcance de todos y a bajo costo, hubieran empezado avisando que no vieras el programa, y te ahorrabas el tiempo que desperdiciaste viendo «soluciones» que nunca van a servir.

Y por último, quiero hacer referencia a cierta persona que estuvo y está en lo más alto: la gurú del orden, la japonesa que entró a la casa de «todos» para enseñarnos cómo guardar, acomodar y mantener ordenadas nuestras casas. Por si no se dieron cuenta o no entienden las referencias, no hablo de otra que de Marie Kondo.

Si no saben quién es, no se pongan mal. Yo no lo sabía hasta que tuve que ponerme a leer un poco sobre ella para poder escribir esto. La japonesa parece que viene escribiendo varios libros y ahora tiene una serie en Netflix donde da guías para que la casa sea ordenada, que ese orden nos dé felicidad, también te ayuda a desprenderte de cosas inútiles, etc. Dice algo como que uno tiene que sentir emociones cuando ordena, que te tiene que dar felicidad poder desprenderte de cualquier cosa, y que tenemos que agradecer que pasaron por nuestras vidas. Algo como: «No llores porque terminó, sonríe porque pasó».

Querida Marie, no te recomendaría mi casa para que la pongas de ejemplo en tu programa ni te invitaría a que vengas a decirme cómo ordenarla, porque creo que ni vos sabrías por dónde arrancar. Igual te cuento: con respecto a sentir emociones cuando se ordena, obviamente yo estoy en otro nivel espiritual. Siento emociones aún sin ordenar. Miro la ropa fuera del ropero, arriba de la cama, del sillón, del cajón flamenco, colgando en las puertas del ropero, en el piso… y me emociono. Por dentro me pasan las más hermosas y fervientes emociones, casi al punto de llorar al ver todo eso y preguntarme dónde quedó el par de medias que me saqué ayer.

Pero las contengo, contengo toda esa erupción de emociones, como contengo las ollas que se me vienen encima cada vez que abro la puerta de la cocina donde se supone que están. Contrario a algunas creencias propias, en este caso tomo el camino «fácil» para lograr contener esas emociones: me doy media vuelta y salgo del cuarto. Capaz cierro un poco la puerta así no se ve desde otra habitación el relajo. Perdón: «mi orden». Y me tiro en el sillón a ver la tele.

Soy feliz así, Marie. Doblar o tirar una remera no me va a sacar una sonrisa, no me va a hacer alguien más feliz. Pero capaz tengo suerte y mirando la tele encuentro un programa que me diga qué hacer para encontrar ese par de medias desaparecido.

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