Yo no soy racista. No me considero en absoluto una persona así, incluso siempre tuve amigos de todos los pelos y señales, rubios, albinos, mestizos, negros, pelirrojos, gordos, obesos, flacos desgarbados, no se que más decir, pero nunca juzgué a ninguno por su forma o condición, sino que siempre juzgué su nobleza, honestidad, integridad y sobre todas las cosas honestidad intelectual, cualidades que los hicieron mis amigos queridos.
Nací bien pelirrojo, y así fui hasta entrada mi adolescencia, ahora ya solo me queda algún tinte de mi color de nacimiento cuando me pongo al sol, apenas se me nota en las patillas y en la punta de la barba, que incluso en estos tiempos, ya al borde de mis 34 años de vida, los pelos rojos se me entremezclan con alguno bien blanco. Pero como pelirrojo me decían de todo y yo me la bancaba. En alguna ocasión fruncía el ceño, no voy a decir que no. Pero no pasaba de eso, no creía que me dijeran algo con intención de discriminarme y mucho menos para dejarme de lado.
Entonces, me decían «pelo con tuco, herrumbrado, rapadura, pimentón, colorado el 32 (esto seguro que lo decía algún timbero),cabeza con ketchup» y otras cosas que ya no recuerdo, pero todo era parte de la manera de ser de cada uno. Nunca me cerraron las puertas en ningún lado, ni tampoco me las cerré yo mismo, algo que es muy importante. Si alguien no quería ser mi amigo, es porque sus razones tendría, pero no por mi condición de pelirrojo. Y si algo así pasó alguna vez nunca me enteré, aunque al igual que ahora me habría parecido ridículo.
Tengo un amigo muy querido, que siempre estuvo a mi lado en momentos muy difíciles y es el Gordo Luis, y le digo Gordo, porque es gordo, pero no me importa que así sea, al contrario. Es un gran amigo, y a él tampoco le molesta que se lo digan, porque todos lo quieren porque es una gran persona, sin importar cuánto pesa, incluso hasta se permite bromear con eso. Porque es como cuando vas caminando y te dicen «flaco, me das la hora», y no me voy a poner a decirle al tipo «flaco tu abuela», y mucho menos voy a considerarlo un acto de discriminación.
El sábado cumplí 13 años trabajando para este diario. Me inicié un jueves y desde entonces sigo aprendiendo cada día esta hermosa profesión que uno abraza con pasión y trata de hacer lo mejor posible en cada nota, aunque a veces salga y otras no, aunque algunos te den con un caño porque alguien los manda o porque no entienden nada, o porque crean que al hacerlo tienen razón y está bien, lo otro no está bien, que los manden y que no quieran entender nada, pero bueno, cada cual con su cada cual, así les va y la seguirán mirando desde afuera hasta que aprendan a tener honestidad intelectual.
Pero más allá de esto, una vez viví algo que no esperaba y era una sospecha de racismo por parte de integrantes de personas vinculados al Movimiento Mundo Afro, cuando hice una nota sobre una ex reina de las Llamadas, que pertenecía a una comparsa de negros y lubolos local y que no era afrodescendiente. Entonces, concurrieron a este diario un grupo de personas vinculadas al movimiento y me plantearon su preocupación por entender que promover esa figura, que había causado controversia entre los integrantes de esta organización cuando fue electa por el pecado de no tener la piel oscura, podía plantear un acto de discriminación.
En ese momento me sentí molesto, porque intuí que quienes estaban reclamando, se estaban autodiscriminando y que incluso discriminaban a quienes no eran como ellos, a quienes no nacimos descendientes de africanos, ni tampoco de indígenas, y eso me molestó. Creo firmemente en que todos somos iguales, y que la única distinción entre las personas, la hacen los valores morales que imperan en cada uno y nuestros talentos y virtudes para defendernos en la vida, pero ni cerca estuve jamás de pensar que por decirle «negro» a alguien, con cariño, como le decimos a cualquier persona y como lo dijo en una entrevista al diario inglés The Sun, la abuela del astro del fútbol uruguayo, el salteño Luis Suárez con todo aquellas acusaciones que sufrió «acá lo decimos con cariño», al punto que mi madre siempre me dijo «mi negrito» y yo era pelirrojo.
Todo esto, para mencionar que me pareció sumamente injusto, que en el caso Tania Ramírez, tanto ella, como su entorno y sobre todo el Gobierno Nacional, que a mi juicio actuó con desmedida injerencia, sin tener todos los elementos del caso y encima presionando indebidamente al Poder Judicial, hayan catalogado al caso de racismo.
Sobre todo ahora que se conocen las versiones públicas de las dos partes y las declaraciones judiciales que las ratifican, donde la propia denunciante admite haber comenzando la pelea discriminando a quienes a la postre fueron sus agresoras, por la forma en la que estaban vestidas diciéndoles «changos» (símil de prostituta, mujerzuelas), y encima autodiscriminándose cuando la propia Ramírez le grita al taxista «no me parás porque soy negra», acusando en forma gratuita al obrero del volante de racista, que reiteró en cuanto medio de comunicación pudo, que paró el auto donde pudo hacerlo sin pensar que se iban a pelear por subirse a su taxi.
Ramírez es funcionaria pública, funcionaria del gobierno, activista de Mundo Afro, seguramente integrante o militante del Frente Amplio, esto por su cercanía al Ministerio de Desarrollo Social de donde es una funcionaria paga por todo el pueblo sin distinciones. Ella no puede discriminar a nadie, sobre todo por su condición de empleada del pueblo y debe respetar a todos por igual, no utilizar esa función a su favor para prevalecerse. No puede criticar a nadie por su forma de vestir y decirle prostituta, ni gorda, ni flaca, ni ricachona, ni pobretona, ni albina, ni colorada, ni rubia, ni linda, ni fea. Al menos no debería hacerlo, pero lo hace, porque admitió y está probado que lo hizo, y eso debilitó la prueba ante la justicia de que el de ella, se trató de un caso de racismo como nos quisieron hacer creer.
Pese a que el Gobierno Nacional y esa Comisión de Derechos Humanos del Ministerio de Educación y Cultura, que no es representativa de los derechos de todos, porque está integrada por personas que piensan igual, o sea como una fracción del pueblo uruguayo, como el exdiputado del MPP y militante estudiantil, Pablo Alvarez, el hijo de un desaparecido y connotado militante de izquierda, Javier Miranda, la exactivista tupamara y exfiscal Mirtha Guianze, el viceministro y activista de Mundo Afro, Edgardo Ortuño, todos piensan igual.
Entonces sin saber, o peor aún sabiendo todo lo que sucedió, con el inicio de la agresión en lo que a la postre se transformó en una pelea callejera por parte de Tania Ramírez, a las mujeres que después hizo mandar presas, esa comisión de iguales declaró oficialmente en nombre del Estado, que se trataba de un caso de racismo, e intimaron a actuar al Poder Judicial, un poder que se supone independiente, cosa que Ehrlich debe saber y como ministro de Educación, jefe máximo de los Fiscales que integran (aunque erróneamente pero ahí están) ese ministerio, no debería decir nada, porque los fiscales y los jueces deben tener independencia, aunque él no se las dé.
Pero no. Hablaron a favor de Tania y al otro día salió la versión de ella, de que había sido la que comenzó el asunto al discriminar a sus agresoras por su forma de vestir y decirles «changos». ¿Qué clase de ejemplo da una funcionaria pública saliendo de un boliche a las 7 de la mañana, insultando a alguien por un taxi, protagonizando una pelea callejera y después diciendo que fue un acto racista porque en el cruce de insultos y agresiones le dijeron algo por su condición de afrodescendiente?
Las mujeres que la insultaron y la golpearon estuvieron muy mal. Fueron violentas y no debieron lastimarla. Pero le siguieron la corriente a quien comenzó con los insultos, los que también estuvieron mal y también fueron discriminatorios, entonces no puede catalogarse el hecho como racismo y hacernos creer a toda la sociedad que hasta participamos de una marcha y que como parte del Estado, nos sintamos representados con esa declaración, porque acá falta una parte, y es la retractación de Tania Ramírez, reconociendo que ella también discriminó al insultar a estas personas y que las mismas al responderle se pusieron a su altura.
Debemos erradicar el racismo de nuestra sociedad. Pero éste debe ser un juego limpio, y no por decirle «negrito querido» a alguien se lo está discriminando, sino que debemos erradicar las conductas como la de Tania y las mujeres que ahora están presas, sin insultar a nadie por su raza, credo, religión, orientación sexual, forma de vestir, por su peso, ni nada por el estilo. Pero para lograrlo debemos ser honestos con nosotros mismos y no inventar situaciones y encima usar nuestra influencia política para que el Estado diga verdades a medias, porque en este caso y como ciudadano de este país, no siento que me estén representando, y muchos afrodescendientes seguramente tampoco.
Hugo Lemos
