Son estos, tiempos donde circulan para aquí y para allá diversos nombres que pasaron recientemente, o en breve pasarán, a ocupar un lugar en el nomenclátor de la ciudad, ya sea con una calle u otro espacio.
Sobre ese tema, Celia Ethel Sassi, una asidua lectora de EL PUEBLO, pero que además gusta escribir y ha integrado grupos literarios, nos ha hecho llegar algunos apuntes de su autoría. Son breves líneas, a modo de trazos o pinceladas que pintn a grandes rasgos a ciertas personalidades de Salto.
Por otra parte, Celia Ethel nos ha remitido un poema titulado “Tarde de domingo”, de su autoría también, y al que también damos cabida en esta página hoy.

Ernesto Dickinson
Llegó a Salto por su actividad saladeril y formó parte de la dirección de la firma «Dickinson e Hijo», que fusionó los saladeros, la conserva y la Caballada. Por su nombre se le conoce más por haber sido uno de los primeros promotores del fútbol.
Feliciano Viera
El hijo del General Felicino Viera fue el pimer salteño que llegó a la Presidencia de la República.
También se llamó Feliciano, como su padre.
Baltasar Brum
El docor Baltsar Brum nació en el año 1883, cuando aún el departamento llegaba hasta el Cuareim. Podemos considerarlo salteño. Fue el segundo Presidente (salteño) de la República Oriental del Uruguay.
Julio Delgado
Llegó a Salto en el año 1878. Desde entonces su vida fue una línea clara y recta. Su personalidad, sus valores morales, dieron lugar a ocupar numerosos cargos públicos y privados.
Fue el alma de un estudio jurídico, confiando en él los impotantes hombres de negocios creadores de grandes fortunas, como fueron Antonio Mattos, Saturnino Ribes, los hermnos Solari, y más puntales del progreso salteño.
Presidente Departamental de primera, miembro de la Junta Económica Administrativa, administró el Hospital, el Ateneo, etc.
Lo acompañó su esposa a cargo de la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública muchísimos años. Sus dos hijos fueron los doctores José María y Asdrúbal Delgado.
Gral. Teófilo Córdoba
En homenaje a esta personalidad de la vida civil y miitar de nuestro departamento, se colocó el nombre de “General Teófilo Córdoba” a la calle que antiguamente se llamaba «República».
En el año 1880 fue nombrado Jefe Político y de Policía del Salto Oriental. Ocupó su cargo durante 14 años. Tomó muy en cuenta todas las obras a realizar en mejoras del campo y la ciudad. Entre ellas levantar un gran teatro de gran nivel para todos, poniendo manos a la obra el Teatro Larrañaga se levantó en solo dos años. El 6 de octubre de 1882 se inuguró con la obra «La hija única», del italiano Teobaldi Ciccone.
Dr. Francisco Soca
Médico, científico de valor reconocido, se le llamó el “Pontífice de la Medicina». Su aporte ha sido invalorable. Se destacó en su actuación en el Parlamento, presentó en la cámara la vacunación obligatoria en la época. Hizo varios viajes a París estudiando y sondeando las dolencias mentales. Entregaba sus descansos al arte, visitaba museos, llegó a reunir una valiosa pinacoteca. Falleció siendo muy joven aún.
Gral. Lucas Píriz
Admirable persona, considerado un auténtico guerrero entregado a la lucha por nuestra soberanía.
Dr. José Lino Amorim
Médico, filántropo que recorría sin descanso las calles del Salto. Con esfuerzo y ayuda local se levantó el Asilo de Tuberculosis de época.
Antonio Grompone
Nació en Salto en el año 1893. Dedicó su vida a los problemas pedagógicos, tanto en teoría como en acción. Catedrático de Filosofía en la Facultad de Derecho. Creó el Instituto de Profesors Artigas, publicó ocho libros de estudios y El sentido de la vida de Horacio Quiroga. En el Liceo N° 2 está su ilustre nombre.
Juan H. Paiva
Periodista-Director del Diario Ecos del Progreso. En el año 1912 levantó el Asilo de Niños con el apoyo incondicional de la sociedad salteña. Más tarde ocupó el cargo de Intendente.
TARDE DE DOMINGO
Una sensación de soledad abraza la tarde de domingo. Un estado opresivo camina por las calles de mi ciudad desierta y los recuerdos se desprenden de estas aceras vacías y zaguanes cerrados.
Cruzo una esquina, cambio de calle, después de otra y otra más.
Me detengo un momento y miro a los cuatro lados.
Todo es silencio.
La gente brilla por su ausencia. En las veredas ya no quedan huellas del mundo que conocí. De aquellos días donde se valoraba el placer de las chácharas con los vecinos y mate en mano, compartiendo los matices de cada jornada. En las veredas no faltaba el saludo y una amable sonrisa al paso de estudiantes a cada hora del día. Recuerdos que se prenden al corazón con nostalgia. Aquel diario trajinar de vendedores ambulantes. El anuncio del afilador, el canillita, el botellero y tantos más que ofrecían un colorido aspecto a nuestras calles. Hoy es otro escenario. Y los recuerdos siguen vagando.
Camino mirando los árboles y algún gorrión que busca cobijo en el follaje verde.
Ya el fulgor de la tarde va muriendo, la noche se arrima y mi soledad suspira.
Celia Ethel Sassi