Por: Jorge Pignataro
¿Desconocido u olvidado?
Muy pocos (casi nadie, a decir verdad) reconocen a este hombre como un poeta salteño, pese a que tuvo una extensa vida, de 90 años. Se lo podría catalogar entonces como poeta salteño olvidado. Claro que habrá influido para ese olvido el hecho de que la mayor parte de su vida no estuvo en Salto y, además, que si se habla de lo estrictamente literario, es autor de solo un libro. Lo cierto es que Aquiles Abelenda Piacenza nació en Salto en el año 1928 y murió en Montevideo hace apenas dos años, en 2018. Desarrolló el oficio periodístico en algunos medios capitalinos, como El Popular, donde realizó notas sobre política, ya que fue un activo militante sindical (de la industria frigorífica) en los convulsionados años 60 y 70 del Uruguay. Publicó un solo libro: «Calendario Poético» (Montevideo, 1972). Su familia se trasladó a la capital a mediados de los años 30, por lo que prácticamente toda su vida transcurrió en esa ciudad, y particularmente en la Villa de El Cerro, donde se afincó desde 1953, y a la que convirtió en su «patria provinciana», como diría León Felipe. Transcribimos estas líneas de la solapa de su libro, donde Aquiles Abelenda destila una sutil prosa poética, que anticipa que su lenguaje es, efectivamente, el de la Poesía.
«Nací en el Salto Oriental, que nunca olvido. Desde 1953 vivo en la Villa de El Cerro, donde la borra del vino guarda el sabor de la tierra, y en el aire canta el sol de la tarde y la mañana. Sé que los doctos menosprecian el lenguaje sencillo, pero en verdad os digo, que el futuro del mundo pertenece a los humildes. Con este libro, doy la primera batalla, el inicio de un largo camino, con la esperanza un día de escribir algo que no merezca el olvido. Vivo porque tengo fe ilimitada en el hombre. Escribo porque creo que en esta época de oscuridad, en la poesía, vive un poco de la luz que alumbrará el mundo nuevo. Fermentan las secretas raíces en la sombra ignorada, maduran silenciosas, pero están por asomar a la vida, requeridas por las leyes cósmicas del devenir».
LAS HOJAS SECAS
Las hojas secas
que quiebro yo en la mano
para sentir su aroma tierno.
Es un olor a cosas olvidadas,
un vino viejo oculto en la despensa;
de humedad de bodega,
de tabaco fresco…
Y al ver crujir
sus hilos en pedazos,
medito en lo fatal
de nuestros días,
que han de morir
igual que cuandoun viento frío
las agoste.
(Abril, 1957)
POR QUÉ MUERE UN POETA (fragmento)
-A Vladimir Maiakovski-
Yo quisiera contaros con íntima resonancia
descifrar el enigma de algunas vidas truncas
¡Ah! ¡Maiakovski! ¡Gigante con saco sport!
La cabeza gacha y el mechón colgando…
Un poeta debe morir calladamente,
sin flores de espesa sangre que lo adornen.
Los guerreros, los patriarcas, los heroicos,
esos sí precisan un mantel de lacre
y que estremecidos ojos los contemplen.
Morir de pena oculta sin problema,
morir con una pena entera y absoluta,
sin proclamar su especie ni su esencia.
No compartir con nadie su dilema,
vivir y morir sin traicionarse…
(Setiembre, 1960)
El legado: Su sobrino, Daniel Abelenda Bonnet (Salto, 1962), que vive en Carmelo, le dedicó un poema en su primer volumen solista: «30 POEMAS» (Abrace Editoria, Montevideo, 2013), con un prólogo del poeta coloniense Luis A. Carro, titulado, precisamente, «La música de la memoria».
POETA EN LA TORMENTA
Escritor de un solo libro,
te fue dada la voz
pero negado lo demás,
como dijo tu admirado
maestro Maiakovski
Extraño destino el tuyo,
signado por un tiempo aciago
aquellos «años de plomo»
que se llevaron tu juventud.
Poeta de pocos versos,
trocaste pluma por espada;
desdeñaste laureles literarios
pues tu obra fue tu lucha
por la dignidad
del pan y el vino
ganado con sudor en
la mesa proletaria y
levantado con orgullo
en la dicha de las cosas simples.