No hay que ensuciar la cancha

En toda campaña electoral se produce alguno que otro acto fuera de lugar, transgresión o exceso, probablemente generado en el propio apasionamiento en la defensa de las ideas.
No justificamos para nada estas actitudes. Es más, desde estas columnas siempre las hemos condenado porque son en alguna medida, escasa quizás, pero suelen ser demostraciones de fuerza y por lo tanto pasar de allí a la imposición de la fuerza, a la prepotencia, es bastante habitual.
Pero no significa esto que se caiga en posiciones casi delirantes, propias de mentes afiebradas.
Por ejemplo la “lucha” por los espacios públicos, sobre todo en Montevideo es encarnizada y muchas veces los mismos muros son pintados varias veces en la misma campaña, debido a que un partido lo pinta y otro lo “repinta” o pinta arriba. A veces la lucha es incluso entre fracciones del mismo partido.
En Montevideo son bien conocidos los denominados comandos “mosquitos” que tienen fama de pintar todo lo que encuentran a su paso, esté o no recién pintado.
En el interior la cuestión es bastante más tranquila, aunque de cuando en cuando también surgen discrepancias por el lugar o la ubicación de la cartelería. A veces aparecen letreros o banderas rotas.
A veces, aparece folletería o listas en lugares donde no se las permite, como en los centros de enseñanza (donde sólo es permitido en la cartelera gremial). Son desubicaciones, algunas veces llevadas adelante por parte de los propios adolescentes que “se divierten con sus transgresiones”.
Pero de allí a hacer “la novela” de denunciar estos actos, casi como si tratara de atentados terroristas, de enemigos de la democracia, hay una distancia enorme.
Estos actos nunca son promovidos por un partido, a lo sumo cobijados por algunos integrantes desubicados, que no terminan de entender cual es su responsabilidad con el sistema democrático.
Escuchar o leer a algunos “heroicos” defensores de la democracia, rasgarse las vestiduras, sintiéndose afectados por este tipo de “insucesos”, nos resulta divertido, porque además en Salto, somos pocos y nos conocemos.
No ensuciemos la cancha.
Las cosas en su lugar.