Lo sucedido en la cárcel de Rocha es mucho más que una tragedia, ha sido y seguirá siendo un hecho que marca a fondo a todos los uruguayos que tenemos un mínimo de sensibilidad.
Es un elemento puntual que obliga a detenernos en el tema carcelario.
El año anterior un comisionado de Derechos Humanos dio el alerta: la situación en Uruguay era – y en buena medida sigue siendo – insostenible. Condiciones infrahumanas de hacinamiento convierten a las cárceles uruguayas en lugares de verdaderos tormentos.
Todos sabemos que quienes van a la cárcel difícilmente logran salir de allí con buenos sentimientos, con deseos de rehabilitarse y hacer una vida lejos de la senda delictiva.
Sabemos también que hay casos de delincuentes que no muestran el más mínimo deseo de cambiar de vida.
Pero tampoco el ámbito carcelario de por si lamentable, las condiciones de reclusión, la edificación, los servicios de calefacción y ventilación, ayudan a combatir este desánimo.
Todos sabemos que no es un tema sencillo y en buena medida tiene que ver con los propios reclusos que muchas veces deterioran, destrozan y arruinan los servicios como forma de manifestar su rencor hacia la sociedad que los ha condenado.
Sin embargo, no todos los que están encarcelados se manifiestan así, ni tienen por qué sufrir las deplorables condiciones de los servicios que presentan la mayoría de las cárceles uruguayas.
Existen algunas medidas elementales que se deberían llevar a la práctica y sin embargo no se lo hace, vaya a saber por qué.
No es posible que los reclusos primarios, o presos por delitos sin gravedad, sean recluidos junto a homicidas o autores de delitos “pesados”, como queda de manifiesto al conocerse los motivos por los cuales estaban encarcelados algunos de los presos que murieron en Rocha.
Desde un joven veinteañero que llegó a la cárcel por intentar vender un cigarrillo de marihuana adentro de un bizcocho que pasaba a través de la reja de la cárcel, a gente con delitos de homicidio.
No hay argumento alguno que justifique una atrocidad como la ocurrida, nadie debería estar sometido a este riesgo, pero menos todavía quienes en los albores de la vida han cometido errores sin mayor gravedad.
De todas formas, debemos entender que el tema carcelario ha llegado al punto en que se encuentra porque en alguna medida todos los uruguayos miramos para otro lado o pretendemos desentendernos de él, argumentando el facilismo de decir “por algo estarán presos” y si se gasta en construir cárceles, surgen voces sosteniendo ¿por qué no construyen escuelas u hospitales?.
Es hora de asumir que Rocha no está tan lejos de Salto y las condiciones carcelarias mucho menos.