Los muchachos de antes no usaban arsénico, un filme de finales de los setenta, no solo es una de las mejores producciones de José Martínez Suárez, sino que además es una verdadera joya del cine vernáculo. Una comedia de humor negro y corrosivo con un elenco de antología encabezado por Mecha Ortiz, Arturo García Buhr, Mario Soficci, Narciso Ibáñez Menta y Bárbara Mujica, considerada una pieza de culto. Por eso, la idea de una nueva versión era muy arriesgada, sin embargo Juan José Campanella no solo aceptó el desafío, sino que logró darle una vuelta de tuerca a la trama para modernizarla y que pese a esto no pierda la esencia principal.
Una estrella de la época dorada del cine argentino (magistral Graciela Borges) comparte una mansión venida a menos con su esposo (un actor que ha vivido a la sombra de su mujer), un guionista y un director que han sido sus fetiches en sus años más productivos. La llegada de dos jóvenes y la posibilidad de una venta de la locación pondrán de cabeza los planes de los tres hombres.
Hay elementos que recuerdan a Sunset Boulevard y también a la locura ¿Qué pasó con Baby Jane?, escenas que harán las delicias de los espectadores más cinéfilos y eruditos, pero también del público neófito que podrá disfrutar casi como un voyeur, lo que significa el «ocaso de una estrella».
El primer gran acierto es el dream team de intérpretes que ha conseguido, con Graciela Borgesen un papel escrito a su medida para desplegar su talento, carisma y halo de diva absoluta de la cinematografía nacional. Luis Brandoni, Oscar Martínez y Marcos Mundstock conforman un trío con mucha química, afilado en las interacciones, en el que cada línea de diálogo repercute con fuerza en el funcionamiento del guión. Nicolás Francella y la española Clara Lago (con sorprendente dominio del acento argentino) aportan juventud, frescura y malicia, en dosis exactas.
El segundo elemento interesante y beneficioso son los giros argumentales que transforman a El cuento de las comadrejas en una película distinta a su inspiradora, cambios que buscan sorprender a quienes tienen fresca la cinta realizada por Josecito.
Tercero y no menos importante, toda la puesta teatral aporta climas intimistas bien aprovechados por un argumento en el que se dan la mano la comicidad más mordaz con los homenajes a la industria fílmica y al mundillo de las estrellas del séptimo arte. La exquisita dirección de arte que se beneficia de escenarios naturales e interiores recargados, también se luce en los momentos de reconstrucción de los sets y filmes que en flashbacks o proyecciones caseras apoyan el relato.
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