Debemos reconocer que jamás habíamos escuchado siquiera su nombre. No figura tampoco en ningún libro sobre literatura uruguaya. Es más, cuando en el año 1990, Leonardo Garet publica su libro «Literatura de Salto. Antología y panorama crítico», tampoco lo incluye. Ahora, en su nuevo libro, «Salto en mi carpeta», asume Garet que en 1990 tenía sobre Bella Díaz «un completo desconocimiento».
Se lee en Salto en mi carpeta: «Tenía en mi memoria un título: Sonambulismo matemático de las azoteas y el lugar donde lo había leído: el semanario La Crónica de la ciudad de Artigas.
Sabía que su autor, Eulogio Bella Díaz, era salteño. Pero precisamente en la nota aludida, se decía que se carecía completamente de noticias acerca de su persona.
Firmaba la nota el esclarecedor crítico Aníbal Alves (…) El miércoles 2 de junio de 1999 busqué la nota, releí el poema y me propuse averiguar sobre su autor. Comprobé la razón de Aníbal, cuando decía que no se sabía nada de Bella (…) Llamé a un número correspondiente al apellido Bella y me contesta una voz que, ante mi requerimiento, se presenta como sobrina nieta de Eulogio Bella Díaz.
La amabilidad de esta familia hizo lo restante, que comparto ahora (…)
Hijo de Don Luis Bella y Doña Delcia Díaz, nació en Salto el 3 de setiembre de 1918. Tuvo activa vida estudiantil, obteniendo una medalla en un concurso literario cuando tenía 13 años dirigiendo el órgano de prensa Ariel, de la Asociación Estudiantil «Américo G. Vila» y presidiendo, a su vez, dicha asociación. Se traslada a seguir estudios en Montevideo que -como lo adivinara Aníbal Alves- abandonó a poco de comenzados. Es el año 1948 y por Montevideo anda Bella Díaz perdiendo su identidad y buscándose, ejerciendo una vocación de actor teatral y haciéndolo con el seudónimo «Luis A. Montes».
Integra la «Compañía de Teatro Experimental» que orientaba Julio Castro Alvez.
En 1951, el 7 de junio, estrena el Teatro de Cámara de «El Tinglado», su obra Los buenos hijos de Dios. En el programa se anuncia que esta obra y Descanso, de Héctor Hugo Barbagelata, fueron «obras aconsejadas por el jurado de selección del concurso correspondiente al año 1951».
Lo que me resulta una sorpresa en el elenco es la presencia como actor de Víctor Cayota. Sí, el dirigente de la gremial de profesores, primer presidente de FENAPES y activo protagonista de las Asambleas Técnico Docentes había sido también actor de teatro (…) En 1952 Bella Díaz escribe La soga, premiada por el Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social; que se representa en 1953 por la misma compañía de Los buenos hijos de Dios.
En 1953 estrena El hombre absurdo, cuyo protagonista no habla en toda la obra. Lo que cabe recordar es que por entonces no era conocido Pirandello en nuestro país.
En ese mismo año obtiene un premio en un concurso de poesía realizado en Salto. Bella Díaz fue un viajero -tal es, creo-, una explicación del olvido en que cayó su nombre. Y, por supuesto, a que ninguna de sus obras teatrales fue llevada a imprenta…».
Esta página de EL PUEBLO hoy quiere presentarlo con un par de poemas (también extraídos de Salto en mi carpeta):
SONAMBULISMO
MATEMÁTICO DE LAS AZOTEAS
Ya la noche despoblada
de bocinas verticales,
silencios horizontales
duerme en la paz de las doce.
Las azoteas en pose
de profesores geométricos
multiplican esqueléticos
razonamientos de rombos
y rimando cuadrilongos
el panorama se duerme.
Una cuarta luna inerme
de cultura matemática
duerme la quimera abstracta
de fugar en la parábola.
Y el panorama en la rara
profusión de lineamientos,
obtusa los pensamientos
de sugerimientos místicos,
planean en los sofísticos
razonamientos dialécticos
y agudízanse en geométricos
gongorismos de teoremas,
por resolver los problemas
que a la noche totarizan.
Los cuadrilongos se erizan
de profanos soliloquios
y guiñan planes utópicos
con tablas de logaritmos.
Estrellas en paroxismos
de silencios abismales
objetivan inviolables
abstracciones por el cielo,
hasta donde llega el vuelo
de tus ojos en binomios
inverosimiles duelen.
Los obeliscos que tienen
ambición en tus pestañas
deshilvanan telarañas
de inmutable rectilismo.
Triunfa en la noche el mutismo
de endiablada geometría.
Transfigura mi alma fría,
meditación de nirvana,
cuando tu calor hilvana
de nuevo mi mediodía.
CANTO AL FESTIVAL
DE SALTO
Yo no supe de dónde provenía,
pero de sur a norte se cruzaron
el olivo caliente de la sangre
y el júbilo de mi pueblo
de pie en la noche blanca.
Yo no supe de dónde provenía
pero aquel aire salió de entre las rocas,
salió de alguna parte,
de la hierba, del agua,
de la savia secreta de los árboles,
acaso de las manos abiertas
de los niños de Salto
en el sueño primero
de ríos esenciales.
Proviene quién sabe de qué fuente
«me dije»
cuando vino la noche convocada
y estaba allí presente
como una aurora humana
la procedencia, el cauce,
la vertiente primera
de la emoción y el milagro.
Ya mi alma llegó
como el secreto goce
de sentirme de nuevo entre mi pueblo,
y asomaron mis ojos
a un horizonte cálido
de infancia, de ríos y catedrales.
Estaban alli de frente a aquel enjambre
y algo más que el rumor
llegaba a mis oídos.
Detrás de aquellos ojos
más allá del cansancio empecinado
dejado en los caminos
para la cita de la noche grande.
Comprendí que había un río común
donde se bañaban
iguales preferencias por el arte,
una misma apetencia por ese pan milenario.
Mi pueblo estaba allí,
y entre él
-desafiante y virgen como selva-
y yo -apenas un río subterráneo-
circuló un manantial de recuerdos y palabras,
un río inminente y despedazado
unido de preguntas y voces y señales.
Mi pueblo estaba allí
y era la humanidad representada.
Un trozo del enjambre común
que transita entre lo bueno y lo malo
que sufre y que celebra
que canta y que labora
pacientemente el llanto
…(dos versos ilegibles)
y vino hasta mi boca
el sabor de la fruta madurada
que soñé en la distancia.
Allí estaba de pie,
cruzado desde todos los ángulos,
distinto, heterogéneo,
pero igual en la rosa que esperaba.
Ven a sentarte pueblo, «me dije»
hermano mío,
aquí sobre la roca viva y apretada
que guardará la memoria que nos falta.
Lejos de ese cansancio igual,
que juntas en tus días,
sin ese cielo abierto que anega de palomas tu garganta,
en ti yo canto al festival
celebro este pan antiguo
que nos trae a los labios
este tallo encendido
de música y de canto
que llega a tu corazón y hasta tu sangre.