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sábado, septiembre 6, 2025

Mesa de diálogo con AGADU: hablamos con su Secretario General, Diego Drexler

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Diario EL PUEBLO digital
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Tengo muy buenas noticias para hoy, desde esta humilde columna hemos logrado crear una mesa de diálogo con AGADU, para que los autores y compositores locales podamos acceder a los beneficios que por derecho nos pertenecen por nuestra obra. 

Muchas veces nos preguntan si es difícil vivir del ARTE y la respuesta siempre es la misma, lo único imposible para nosotros es vivir sin ARTE. Sobre eso, y otros temas, hablamos con Diego Drexler secretario General de AGADU.

Hay quienes todavía confunden a AGADU con un organismo público. ¿Cuál es su naturaleza jurídica real?

AGADU es una asociación civil sin fines de lucro. No es un ente estatal, aunque está regulada por el Ministerio de Educación y Cultura y también por organismos internacionales como la CISAC. 

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Tiene estructura propia: un consejo directivo de 11 miembros, una asamblea general anual y un sistema de funcionamiento muy similar a cualquier institución civil organizada. 

La representación formal siempre requiere la firma de presidente y secretario, algo así como sucede en el Poder Ejecutivo con presidente y ministro.

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Una de las imágenes más instaladas es la del cobrador de AGADU como un villano; ¿Cómo se convive con esa percepción?

“A AGADU le pegan por izquierda y por derecha”

Es un desafío enorme. Porque la verdad es que nadie quiere a quien viene a cobrarle. Lo mismo pasa con el aporte al BPS o con cualquier contribución social: no genera simpatía. Pero detrás del cobrador no hay un enemigo, hay un trabajador que está defendiendo los derechos de otros trabajadores.

Nosotros incluso hemos hablado con asesores de imagen y agencias de comunicación sobre este tema. Y todos nos dicen lo mismo: es casi imposible que alguien que viene a cobrar sea querido. 

Por eso la clave está en cambiar el enfoque: no se trata de un organismo que “quita”, sino de una institución que garantiza un derecho.

A veces se nos ve como si fuéramos los responsables de complicar un evento, cuando en realidad lo que buscamos es que el creador pueda vivir de su trabajo. Sin música no hay fiesta, sin autores no hay repertorio, sin repertorio no hay cultura.

¿Cuál es la diferencia entre el trabajo del creador y otros oficios más reconocidos como “trabajo”?

A veces cuesta verlo: un taxista, un albañil o un docente, nadie discute que trabajan y que merecen cobrar. En cambio, con los músicos o los escritores aparece la idea romántica de que lo hacen “por amor al arte”. 

Y es cierto que entramos a la música desde el amor, como algo inevitable, pero eso no significa que no sea un oficio. 

Por eso nuestro eslogan es: “Derecho de autor, SALARIO del creador”: es la manera de recordarle a la sociedad que ese intangible —una canción, un poema, una coreografía— es propiedad privada igual que una casa o un terreno y que su uso genera regalías para el propietario.

El derecho de propiedad sobre un bien tangible nadie lo cuestiona. ¿Por qué cuesta tanto comprender la importancia del patrimonio intangible?

Porque no se ve. Una canción no ocupa espacio físico y, sin embargo, puede cambiar la vida de una comunidad entera. Cuando se niega ese derecho, se condena al creador a la precariedad. 

Y lo que está en juego es más grande: si un creador no puede vivir de su creación, probablemente termine yéndose del país o abandonando su oficio. Eso, a largo plazo, mata algo esencial para la identidad nacional: la cultura.

En Salto, los ánimos se crisparon en las últimas semanas con algunos comentarios muy duros. ¿Cómo los leés?

Yo creo que muchas veces los mensajes precipitados y las redes sociales descontextualizan, generan tensión innecesaria. En lo personal, me gustaría poder sentarme a conversar con los autores locales, estoy seguro de que tenemos muchos puntos en común.

La idea de esta mesa de diálogo es justamente esa: escucharnos, entendernos. Porque ni los autores son enemigos de la cultura local, ni AGADU es un monstruo que viene a complicar la vida. Estamos en el mismo barco.

¿Cómo trabajan desde AGADU para acercarse al interior del país?

Antes de la pandemia era muy complejo: para hacerse socio había que viajar a Montevideo, con los costos que eso implicaba. Hoy todo está digitalizado: hacerse socio, registrar obras, declarar shows, todo puede hacerse online. 

Hemos dado charlas en Salto, en Paysandú y en otros departamentos y queremos profundizar esa presencia. Porque también en nuestra institución sufrimos la “macrocefalia” de Uruguay: la concentración en Montevideo.

Muchos vecinos señalan que pagar un derecho de autor es un costo extra para eventos familiares o comerciales. ¿Cómo responderías a eso?

Te lo respondo así: en un casamiento nadie discute pagar 200 dólares por flores. Pero pagar 100 dólares por música parece un problema. Sin flores la fiesta igual sucede, sin música la fiesta no existe. Es un ejemplo simple, pero contundente.

Finalmente, ¿qué mensaje te gustaría dejarle a los artistas y a la comunidad de Salto?

Que nos podamos volver a ver como lo que somos: socios en una misma causa. Los autores no somos el problema, somos parte de la solución. El conflicto actual debe servir para crecer y unirnos en una misma causa que es la causa de los autores.

La mesa que abrimos es una oportunidad para que Salto pueda sentirse escuchado y AGADU pueda demostrar que está para acompañar y construir juntos.

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