No es momento de pasar facturas sino de asumir responsabilidades. Siempre hubo y habrá irresponsables, descreídos y demás, pero no hay absolutamente ningún argumento razonable que justifique a quienes han optado por no vacunarse o han omitido su responsabilidad.
Transitamos una de las etapas más peligrosas de la pandemia que ha crecido a cifras que nunca pensamos alcanzar. Cerca de 3.000 casos diarios de promedio y también una alta cifra de fallecimientos que han convertido a nuestro país por algunos días en el más letal de América Latina.
Hay dos aspectos que están pasando factura a los uruguayos: la obesidad y la diabetes. En ambos casos hay una cuota grande de responsabilidad personal, porque se considera que más allá de la herencia genética, ambas enfermedades son factibles de dominar.
La obesidad sobre todo se debe en buena medida a la conducta personal y en estos momentos en que los alimentos super industrializados, conservados en sal o en azúcar, siguen teniendo una gran demanda, a pesar de las advertencias que los consideran causas principales de las enfermedades mencionadas.
Prácticamente todos o la mayoría de las personas fallecidas tienen en común la obesidad o la diabetes e incluso ambas enfermedades.
Felizmente creemos que el país ha superado la resistencia a la vacuna y en especial a alguna de ellas en particular. Hoy quienes han optado por no vacunarse no son más que aquellas personas que se han desinteresado siempre por su saludad y por todo lo que se considera integración y responsabilidad social.
Siempre hemos sostenido que la única esperanza que nos queda en relación a esta pandemia es la vacuna. Es obvio que haber logrado las vacunas que se conocen en tiempo récord, despierta sospechas, debido a que no se puede ignorar que también hay un interés comercial innegable en este sentido.
Quizás por este hecho se entiende el recelo de la población a vacunarse en los primeros tiempos, pero felizmente las conclusiones han sido contundentes y hoy no hay motivo para desconfiar de la eficacia de ninguna de estas vacunas. Vale decir que aún en el caso de que no fueran eficientes para enfrentar el virus, tampoco existen pruebas de que hayan fomentado o agravado la enfermedad.
Lo que vemos hoy es una premura, una importante expectativa en la población por vacunarse y ojalá esta se mantenga, porque no hay motivo alguno a nuestro entender para evitar la vacunación.
A.R.D.
