Cuando se comprueban casos de Leishmaniasis, por ejemplo y se hace necesario sacrificar un perro, existen serios inconvenientes. La medida no es obligatoria y por lo tanto queda a voluntad del propietario del animal el sacrificarlo o no.
Para nosotros no hay opción, pues la decisión es entre la vida de las personas y la de un animal enfermo que tarde o temprano morirá, aunque antes salvajes que matan corderos, atacan incluso a las personas o causan graves daños. La Policía no puede sacrificar a los canes, salvo que lo ordene la Justicia, so pena de tener que enfrentar severas dificultades ante la ley.
Sin embargo si un delincuente mata un perro o más de uno para ingresar a una vivienda, nadie le pide cuentas y esta acción pasa desapercibida, quedando frecuentemente impune.
Si un policía hiere o mata a alguien durante un tiroteo con maleantes, deberá enfrentar serios problemas ante la Justicia y probablemente resulte procesado por lo menos sin prisión.
No es así el caso de delincuentes que hieren y matan a cualquier persona, a sabiendas que si no es detenido “in fraganti delito” seguramente “zafará” a la ley y pronto estará nuevamente en la calle para seguir cometiendo delitos.
En el caso de la denominada “defensa propia” sucede algo muy similar. Si un ladrón es sorprendido dentro de una vivienda, y es baleado o muerto por ocupantes de la vivienda que vieron violentada su intimidad, la ley parece estar del lado del delincuente, porque se buscarán todos los detalles que puedan complicar a quien se defendió.
El lugar, la forma, la correlación de fuerza, el poder de las armas en caso que el delincuente también haya estado armado, son todos detalles que se buscan en definitiva contra quien defendió su hogar o sus bienes.
Que el delincuente haya entrado a robar se toma como un hecho menor, casi sin relevancia…
No estamos pidiendo “gatillo fácil” ni mucho menos. Estamos afirmando que la ley necesita “aggiornarse” a estos tiempos. No puede ni directa ni indirectamente favorecer a quien delinque.
Por supuesto que no defendemos exceso de tipo alguno, pero tampoco admitiremos jamás el privilegio que la ley parece conferirle en estos momentos a quien delinque, frente a cualquier otra persona que se le enfrente…
A.R.D.
La ley necesita “aggiornarse” para dejar de proteger al delincuente
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