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jueves, 6 de febrero de 2025
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Salto

V A C A C I O N E S

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El viaje en tren empezaba temprano. Al mediodía se llegaba a Paso de los Toros.

Allí había que bajarse y esperar el tren que venía de Montevideo a Rivera. Ahora el paisaje cambiaría: a través de las ventanillas dejarían de verse las extensas llanuras para apreciar los verdes intensos de las sierras y la majestuosidad del Valle Edén. Breves detenciones en pequeñas estaciones, con más tiempo en Tacuarembó y luego de pasar por el único túnel ferroviario del país, a la próxima, llegábamos al paraíso donde pasaba mis vacaciones de verano. Quince o veinte días de buena vida. La muy querida tía Pilar con sus exquisitas comidas, su charla agradable, su prolijidad personal, su alegría al recibirnos y los primos bromistas con sus cuentos de personajes pintorescos que se daban en aquel lugar, donde predominaba el portuñol, hacían que aquellas estadías fueran inolvidables.

Ayudando en los quehaceres estaba Dorila, negra corpulenta que tenía un hijo adolescente al que llamaba “ Mía Fílha” ( mi hija) porque cuando quedó embarazada dijo que tendría una hija pero le llegó un varón…

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La casa estaba muy cerca del monte que bordeaba un arroyo de muy poco caudal donde tomábamos sol y nos bañábamos en medio de jolgorio mañanero, mientras Dorila lavaba ropa.

Al regreso, bajo un enorme parral en medio del patio, leíamos algún libro y poníamos la mesa para el almuerzo. Era aquel un momento de entretenidas charlas mezcladas con ocurrencias graciosas y relatos de algunos hechos que dejaron su huella en el lugar.

Por la tarde nos sentábamos en el cuidado jardín con nardos y plantas de adorno, a esperar la pasada del tren que venía de Montevideo a Rivera. La estación estaba muy cerca y podíamos ver el movimiento que se daba con gente que bajaba o subía a aquel largo tren que es una pena no exista más. Pienso que no hay mejor viaje que en tren.

La caminata que hacíamos luego terminaba casi con la noche encima, cuando volvía a pasar el tren nocturno que venía de Rivera a Montevideo a donde llegaba temprano en la mañana.

Éramos jóvenes , alegres, vitales, llenos de proyectos… Aquella vida sencilla me marcó: los afectos familiares fueron siempre sagrados. Muchos de aquellos entrañables seres ya no están. Pero vuelven a mí, cuando su recuerdo me abriga el alma.

Amalia Zaldúa

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