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domingo, 9 de febrero de 2025
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LUCÍA D’ANGELO / Técnica en periodismo y comunicación, no vidente

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Hoy la protagonista es Lucía D’Angelo, de 28 años. Lucía es técnica en periodismo y comunicación y perdió la visión a los 20 años.

En diálogo con Lucía, nos comentaba que nació con retinopatía de la prematurez al nacer a los 6 meses y pesó tan solo medio kilo, lo cual supuso una complicación en los primeros 3 meses de vida. Esta patología se debe a haber permanecido mucho tiempo en incubadora.

Eso me permitía una autonomía casi al 100%. Terminé la secundaria en Paysandú y me vine a vivir a Salto para cursar la facultad de Derecho, donde comencé en el CENUR en 2015. En ese momento, la facultad no tenía infraestructura para personas con baja visión

Lucía D’Angelo

Lucía nació y vivió toda su adolescencia en Paysandú. A sus 20 años quedó ciega, pero mientras tanto tenía una visión de apenas 30% en su ojo izquierdo, el cual fue el que perdió. «Eso me permitía una autonomía casi al 100%. Terminé la secundaria en Paysandú y me vine a vivir a Salto para cursar la facultad de Derecho, donde comencé en el CENUR en 2015. En ese momento, la facultad no tenía infraestructura para personas con baja visión».

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Lucía manifestó que la primera semana de facultad fue muy difícil porque se encontraba con nuevas barreras, en un departamento que no era el suyo. Tenía que decidir si podía sostener una carrera tan larga debido a esas dificultades. A fines de 2016 quedó ciega: «Un día me desperté y no vi más. Estaba en segundo año de facultad».

Al ser consultada sobre cómo impactó en ella despertarse un día y no ver más, ella nos decía: «En el fondo, uno nunca termina de estar preparado para estas cosas. Según el diagnóstico de los médicos, era algo que me podía pasar a los 70 años, pero se me adelantó 50 años. Esto me llevó a pensar que cuando ya estuviera grande, a los 70 años, ya habría transitado toda mi vida. Cuando me pasó a los 20, estaba super angustiada, pero también convencida de que tenía que lograr de algún modo la independencia que tenía antes y seguir construyendo desde ese nuevo espacio, habitando también un nuevo cuerpo, viviendo una nueva realidad. Fue como volver a tener un año de vuelta. Tuve que aprender a comer, a caminar, a vestirme».

Sí, tuve momentos de decirme ‘esto me está superando’ respecto a la facultad, ya que se había modificado mucho mi rendimiento desde que quedé ciega en comparación a cómo cursaba antes.

«La ceguera me cambió mucho la percepción de muchas otras cosas, incluso de la carrera que yo estaba haciendo en ese momento. Es ir tomando lo que nos pasa e ir construyendo hacia adelante.»

Lucía nos habló de Cala, su perra guía: «Yo creo que si hablamos de amor, ella es el amor más puro e inmenso que yo tengo».

«El primer día de conocer a Cala fue muy lindo. Ella es mi compañera de ruta, de vida. Con el paso del tiempo entendí que no había perdido, porque mis ojos se habían trasladado a otro ser. Hoy es mi mascota, ya no es más perro guía; ya la jubilamos por convulsiones. Ella se enfermó y, como su diagnóstico no tiene cura, tuvimos que tomar la decisión de jubilarla cuando tenía 8 años. Ahí, con mi otro amor, Ezequiel, la adoptamos».

D’Angelo nos contaba que a Ezequiel lo conoció en la facultad. Además, viajaba todos los días con Cala, desde Paysandú a Salto y de Salto a Paysandú, y ahí se conocieron con Ezequiel. «En esas largas horas de estudio, los dos estudiábamos lo mismo. Fue el punto de contacto y 6 años más tarde, estamos sentados acá».

Lucía manifestaba que está haciendo una especie de transición. Todavía no dejó su carrera de abogacía, aunque se está despidiendo de a poco de los libros. «Creo que las carreras tienen mucho que ver con las personas, y yo no soy la misma persona que entró a la facultad a los 18 años. También siento que fue una carrera que viví con mucha pasión, pero que me llenó de frustración y de cosas que no están buenas. Entonces es como también ir buscando otros nortes, ya que a mí me gusta mucho aprender cosas nuevas y conocer. Estoy en la mira de seguir o de empezar psicología, que es algo en lo que apuesto actualmente, aunque me encuentro cursando marketing».

Estar vivo es un montón y muchas veces no terminamos de percibir todo lo que eso implica: el estar, el poder construir, seguir adelante, sentir y percibir nuestro mundo alrededor con otro sentido, con otra percepción de la realidad

«Estar vivo es un montón y muchas veces no terminamos de percibir todo lo que eso implica: el estar, el poder construir, seguir adelante, sentir y percibir nuestro mundo alrededor con otro sentido, con otra percepción de la realidad. A mí, la ceguera me permitió mirar mucho para adentro, no tener la distracción del afuera, sino empezar a mirarme a mí como persona y trabajar en mí también, tanto en mis convicciones, en las cosas que quería y no quería, en los sueños. A veces la vida se pone un poco difícil, pero siempre hay dos caminos: el camino de tratar de seguir y encontrar lo lindo o el camino de quedarse quieto y dejar que la vida pase. Ninguno está bien ni está mal; todos tomamos las decisiones que podemos en el momento que podemos. Yo creo que la discapacidad no es perfecta, que tiene sus complejidades, pero que siempre es un construir. Mayormente, tiene que ser un construir colectivo, social, pero generalmente es en solitario. Entonces, a veces ese ‘sí se puede’ se vuelve un poquito más endeble en decir ‘¿se puede?’ termina siendo una pregunta».

Escucha la entrevista completa con Lucía D’Angelo
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