Se podrá argumentar que “fue una pelea más”, “una trifulca más”. Pero el hecho es que lo sucedido con Gimnasia y Esgrima y Estudiantes en Argentina, dio la vuelta al mundo. Impregnó de censuras las crónicas y hasta los sociológicos se atrevieron en el listado de la reflexión.
¿Cómo un juego llamado fútbol, puede concluir en medio del matonismo, la violencia iracunda y con más de un instinto asesino a cuesta?
El hecho es que además, se plantea una razón de hecho: la responsabilidad que les cabe a quienes son parte de un espectáculo público, y que en este caso se masifica a partir de la televisión.
Es cierto que el mundo transita por tiempos de aciaga desventura, con la carga de afectos herida y con la intolerancia ganando espacios. Pero este tipo de reacción individual y colectiva, cuesta admitir. Costará siempre. Ha pasado en Salto. Y no han sido pocas las veces en que los gestos destemplados, prevalecen en la pulseada, condenando la pelota en un miserable rincón, por culpa de los que nunca renunciarán al vandalismo. Aunque se vistan de jugadores.
En tanto, surge una interrogante a pie juntillas: hechos como los de Estudiantes-Gimnasia, ¿en qué medida impactan en los niños, en los adolescentes o todos aquellos que recién despuntan al fútbol? ¿Cuál es el mensaje? ¿Cuál es la lección? ¿Si no se puede en función de la técnica, la patada y la piña asqueante, es una opción? ¿Agredir a un colega en el suelo, es una alternativa?
Solo la aplicación de medidas ejemplarizantes y no teóricas, aplacaría los males de una violencia fatalmente enquistada. En el fútbol de la Liga Comercial de Salto (¡valga el ejemplo!) y en la Liga Sénior de Salto, el jugador que agrede NO JUEGA MÁS. El equipo que agrede, NO JUEGA MÁS.
Los reos de la ocasión debieran alguna vez toparse frente a este tipo de encrucijada: o son fieles a la consigna del deporte o admiten que en el deporte estás demás. Aunque le espante al basural humano: tendrá que abrirle las puertas a los que van llegando. Y van llegando…para no salir.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
