Tema que ocupó la atención de muchos en los últimos días, sin dudas fue la reciente venta del avión presidencial, del ya famoso «avión presidencial», «avión multiuso» o «avión multipropósito», como algunos le han llamado. Una lástima que se hiciera famoso más por toda la polémica que provocó su compra y su venta que por los servicios que pudo haber prestado a los uruguayos. Pero lo cierto es que fue así.

Se vendió finalmente en un remate a $US 180.000 (Sí, solo ciento ochenta mil dólares), cuando costó al país más de $US 3.000.000 (tres millones de dólares). ¿Mal negocio? Por supuesto. Pero esto tiene varios enfoques y un trasfondo que vale la pena conocer, al menos para razonar un poco. La pregunta que cae por su propio peso es: ¿por qué se vendió a un precio tan bajo? Y la respuesta es: porque ya se había intentado venderlo a un mayor precio y nadie quiso comprarlo. Y entonces surge otra pregunta: ¿por qué no lo quería comprar nadie? A eso, con total sinceridad debemos decir que, creemos, la respuesta es: nadie quería invertir en él porque –como se dice popularmente- es «un clavo».
Lo cierto es que ahora ya está, y lamentablemente ha sido una tremenda pérdida para el Estado, que gastó $US 1.000.000 (un millón de dólares) al comprarlo y algo más de U$S 2.000.000 (dos millones de dólares) en mantenimiento durante el tiempo que lo tuvo. Ahora sólo se rescatarán U$S 180.000 por la venta. Ese es el precio, para que se tenga una idea, de dos camillas de las que se utilizan en traslados sanitaros aéreos.
Cuando decimos que nadie quiso comprarlo es porque hay que recordar que a mediados del mes de julio se había realizado la primera subasta, con un precio base de US$ 350.000, pero nadie ofertó. Ahora se decidió rematarlo sin base, entonces un argentino dijo: US$180.000. Y se lo llevó. Ese es el resumen de la situación.
Mucha plata perdida. Como si fuéramos un país rico, donde flotáramos en riquezas y donde no se precisara plata para nada…Y no hablamos cargándole las tintas a este gobierno o a aquel otro. Lo que importa y preocupa es que siempre el más perjudicado va a ser el pueblo al que le van a terminar subiendo las tarifas, los impuestos, etc., etc., para remediar los malos negocios (¡despilfarros!) de quienes gobiernan.
Pero el remate del «avión presidencial» por U$S 180.000 fue el punto final de una cuestión que se viene arrastrando desde hace más de dos años y que deja mucho que desear, desde su compra inicial (febrero de 2018) por parte del Uruguay y su presidente de ese momento, Tabaré Vázquez.
Debe recordarse que el propio gobierno de Tabaré Vázquez «se llevó por delante al Tribunal de Cuentas», cuando este observó esa «maniobra rara». Sucede que todos los técnicos advertían en aquel momento que el avión no servía, y Vázquez quiso igualmente comprarlo, a un amigo suyo, un empresario amigo de apellido Burstin. Ya entonces había informes técnicos que desaconsejaban la adquisición, un dato que no es menor y que de alguna manera podría justificar el razonamiento que algunos hacen ahora en cuanto a que «bueno…por lo menos algo, algunos miles de dólares, se rescata».
Para peor, en febrero de hace dos años, como para darle un poco más de rareza al tema, resolvió el Presidente comprarlo en forma directa, sin licitación, lo que provocó, como escribíamos anteriormente, una inevitable observación del Tribunal de Cuentas. Fue un caso único, creemos sin antecedentes en la historia del Tribunal de Cuentas que el gobierno presionara hasta hacer renunciar al organismo a uno de los Ministros, el que se oponía a la compra del avión, para lograr así la mayoría y cambiar de posición y dar luz verde a la iniciativa de compra. Fue un ejemplo muy evidente de maniobra oscura, ilícita, indecente. Que después se lo haya querido ocultar es otra cosa, pero son aristas del asunto que no deben olvidarse.
Parece que sí lo olvidan muchos que ahora reclaman más gasto o inversión del Estado en el Presupuesto, y sin embargo muy poco o nada dicen de este despilfarro del gobierno pasado. Pero decíamos que no debía cargarse las tintas a un solo gobierno en particular, y es así que también puede cuestionarse al gobierno actual la compra de dos aviones Hércules, una suma de dinero con la que podrían solucionarse otros cientos de problemas seguro que más urgentes.
Pero volviendo al remate reciente, hay que decir que lo que pasó fue lo previsible, porque se trata de un avión antiguo, discontinuado, sin respaldo técnico, sin mercado. Claro que si hablamos de mercado, tampoco estamos de acuerdo con el Ministro de Defensa Javier García cuando sostiene que «ahora se vendió a precio de mercado». No, ahora se vendió de todos modos bastante por debajo de esos valores. Es decir que las dudas continúan sobrevolando –valga el juego de palabras- en torno al avión. Más si se atiende a que ya han surgido voces que hablan de que no se le habría permitido ingresar al remate a alguien que hubiera pagado más, pero esto no podemos comprobarlo, sino que lo anotamos simplemente como un elemento más de esta enmarañada trama.
Ahora bien, ¿y por qué en vez de venderlo no se decidió usarlo para el fin con el que se compró, es decir con fines sanitarios? Porque no sirve. Si sirviera, debería explicarse por qué en casos de emergencia siempre se termina recurriendo a helicópteros de la Fuerza Aérea, como el Dauphine, el Bell 222 o incluso el UH-1H. Es que el avión no está operativo y para un traslado sanitario debe ser preparado durante varias horas, por eso no sirve. Si sirviera, también debería explicarse por qué en cinco meses se usó solo en seis traslados sanitarios y dos viajes de Topolansky y Nin Novoa. Desde que la Fuerza Aérea incorporó este famoso avión (Hawker Siddeley) «presidencial» o «multipropósito», apenas uno de cada cuatro traslados sanitarios fue realizado por la aeronave. O sea, el 78% de los traslados de emergencia se realizó en otras aeronaves de la aviación militar.
No desconocemos que algunos traslados se hicieron, pocos pero se hicieron, y que si tan solo hubiera sido una vida la que ayudó a salvar, ya sería valioso, pero eso no quita que los traslados puedan seguir haciéndose con prescindencia de esa obsoleta máquina que nos seguiría costando a los uruguayos miles y miles de dólares de mantenimiento por año.
Solo resta concluir que es legítimo y entendible que haya quienes se enojen porque se vendió el avión a un precio tan bajo. Realmente duele. Pero lo que más enoja si se lo piensa fríamente, es que haya costado hasta ahora alrededor de 3.000.000 de dólares…¡y sabiendo de antemano que era un «clavo». Era un clavo para usted, para mí y para todos los uruguayos que trabajamos y aportamos dinero al Estado.
Contratapa por Jorge Pignataro