La seguridad y la educación son hoy sin duda alguna los dos temas más preocupantes en el país.
Resulta difícil, por no decir imposible determinar en qué grado influye un tema en el otro y viceversa.
Con mayor seguridad seguramente sería mejor, más cómoda y más democrática la educación en el país porque permitiría que el estudiante se concentrara en lo específico, sin tener que estar siempre alerta a los temas de seguridad, como los que lamentablemente son frecuentes hoy en día.
Sin caer en el histerismo de quienes parecen ir por la calle tirando golpes a sus costados y desconfiando absolutamente de todo y de todos, es innegable que hoy necesariamente debemos mantenernos alertas, todos, porque el riesgo de ser víctimas de la delincuencia es real y concreto.
A su vez con más y mejor educación, seguramente podemos esperar una mejor situación en materia de seguridad, porque sería factible arrancar de las garras de esta “fábrica” de delincuentes a esos niños de temprana edad que nacen y crecen en el seno de un hogar donde el único camino que le pueden enseñar es el del delito. Donde sus padres no han trabajado nunca o al menos no lo han hecho en una actividad formal y digna que les permitan realizarse como personas.
Si bien nadie puede creer que los problemas de seguridad, podrán ser solucionados de raíz con medidas sociales, seguramente que una buena política social que apunte en este sentido ayudará mucho a restarle “clientes” a esta fábrica.
Nadie puede desconocer tampoco, como algunos pretenden, independizar el auge delictivo de la “filosofía” del “hacé la tuya”, vale decir que el fin justifica los medios y por lo tanto si para lograr lo que nos interesa – generalmente dinero o poder o ambas cosas – tenemos que regar de sangre inocente el camino, no importa. Está “justificado”.
Lamentablemente esta es la filosofía que directa o indirectamente la educación ha inculcado, o mejor dicho la falta de educación, el mirar para otro lado, el abandonar a los estudiantes que prefieren dejar de concurrir o hacerlo sin el más mínimo interés y esto es responsabilidad del sistema educativo y de quienes han fijado las pautas del mismo.
Si no reparamos debidamente en este aspecto vamos inexorablemente a repetir errores que hemos visto y reconocido en otros países de la región, que hoy lamentan estas omisiones.
Negar esta realidad es tan necio como radicalizarse en uno u otro sentido.
Las mayores preocupaciones
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