Morir como en la guerra, pero en tiempos de paz…
“Que se aclare, para que nadie tenga
que pasar por esto… nunca más”,
dicen sus familiares.
u sueño era ir a una misión de paz de la ONU, regresar con buen dinero para comprarle una casa a su madre, que nunca tuvo una…

Carlos Rafael Olivera Gómez (25 años), hacía dos que se había graduado como alférez y la noche anterior a la prueba de comandancia, se había mostrado nervioso, porque sabía que “era una prueba muy dura…”, según había manifestado a su esposa, en Minas, donde vivían, porque era donde él estaba destacado en el Batallón 11.
Lamentablemente no se equivocó y sus sueños quedaron por el camino, dado que al hacer una de las pruebas en la piscina de la Escuela Militar del Batallón 14 de Toledo, Canelones, el miércoles de la semana anterior, falleció en circunstancias, que su familia aún no considera claras.
UNICO VARON
DE CUATRO
HERMANOS
Que un oficial militar muera en guerra, está dentro de las posibilidades que asume al abrazar la carrera militar, pero que muera en tiempos de paz, en su patria y rodeado de militares, es algo que no podemos entender, dicen sus familiares, con quienes hemos dialogado, en estas horas especialmente difíciles para ellos, en los que preferirían no hablar, porque aún no han asumido el dolor que se ha ensañado con ellos.
La familia Olivera – Gómez se domicilia en el barrio Sofildo Piñeiro, muy cerca de Progreso y todavía no ha asumido la realidad de esta muerte, en pleno esplendor de la vida.
El Alférez Olivera era el único varón de cuatro hermanos y el orgullo de toda la familia.
A pesar del tremendo dolor de la hora que viven “por suerte muy acompañados, porque en el velatorio y el entierro, nos encontramos con gente que jamás habíamos visto, la que llegaba a saludarnos…”, dijo un familiar.
Aún así el sentimiento de la familia Olivera apunta más que nada a conocer la verdad de los hechos en que resultó muerto el joven coterráneo y porque “no queremos que otra famita tenga que pasar por esta crueldad…”
A NOSOTROS
NADIE NOS
HA DICHO NADA…
A nosotros nadie nos ha dicho nada. Nadie nos ha dado una explicación, más allá de informarnos que había muerto, dicen los familiares consultados.
“Si un grupo de muchachos de cualquier barrio concurre a una piscina y uno se está ahogando, seguramente que los demás lo sacan. En este caso, se ahogó entre un grupo de oficiales que participaban de la misma prueba. Algo que padres y hermanas se preguntan constantemente…”.
La muerte del joven militar ha tenido innumerables repercusiones. El Presidente de la República encomendó al Ministro de Defensa una investigación minuciosa, de la que según el Dr. Gonzalo Fernández, ex Canciller y actual Ministro de Defensa, surge que “fue un accidente”.
El presidente Vázquez señaló inclusive que se analice la posibilidad de disminuir la severidad de las pruebas, para evitar la reiteración de hechos como éste.
SIN RESPUESTAS
En medio de este contexto, la familia Olivera – Gómez se siente desprotegida, sin respuestas y con muchas dudas, que espera alguien las aclare.
Carlos Rafael era también en buena medida el sostén económico de su familia. Su padre, había trabajado muchos años como zafrero de la naranja, trabajo que él también supo compartir para costearse sus estudios y ayudar a su familia.
Con esta entrega pretendemos contribuir a aclarar debidamente las circunstancias de la muerte de este joven y querido coterráneo y además evitar que haya militares uruguayos que mueran en situación de paz…
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A un amigo de la escuela
Llegaba sonriendo y continuamente hablando, siempre con sus dinosaurios y muñecos militares, se sentaba con Juan Manuel o Juan Pablo que siempre soportaban sus historietas imaginarias.
Siempre ingenuo e inocente, compañero de todos, hasta de Natalia, la hija de la maestra de jardinera que siempre sobresalía.
Eliana y yo le seguimos el tren cuando quiso ir salón por salón hablando de dinosaurios, con el colorado Pablo y Franco, su primo.
Pasado 15 años, lo vuelvo a ver, igual, pero hecho un hombre como yo una mujer, hablando de igual forma de cuando éramos niños, su sonrisa siempre blanca y dibujada en su rostro.
Nos deseamos mucha suerte y nos despedimos con un beso.
El 7 de setiembre en la mañana escucho la noticia de que esa sonrisa se había apagado y con ella mis ojos llenos de dolor y nostalgia.
»El rafa», lamento no haberlo podido abrazar y siento que no haya llegado a ser uno de los más altos militares, ya que lo que él sentía era vocación, hubiese protegido a nuestro pueblo con el corazón ya que nadie pudo cambiar su inocencia.
A sus papás, hermanas y esposa, mis profundos sentimientos y me gustaría que cuenten conmigo.
Hoy estoy en Montevideo pero mi familia en »mi» Salto.
A Natalia Melo, J.Pablo de los Santos, Franco y Pablo Presentado, mis saludos.
A Rafael Olivera un amigo con un corazón enorme debes saber que todos te perdimos, pero seguirás con nosotros, que descanses en paz.
Dios te llamó porque le hacías falta.
Gracias a la gentileza de Diario El Pueblo.
mi correo es cano202@ hotmail.com.
Carla Mendoza.
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La tragedia cercenó un sueño
acunado desde su infancia
os padres del alférez muerto quieren «que se sepa la verdad de lo sucedido»
Es como si no hubiese asimilado la dimensión del golpe, tal vez porque el impacto resultó tan tremendo que de alguna manera los dejó sin capacidad de respuesta. Las últimas horas han sido de enorme tristeza, que tratan de superar con digno recogimiento. Eso sí, quieren que los hechos se conozcan.
Promoción. Segundo de la derecha (abajo), de la generación «Blas Basualdo».
«Que se sepa la verdad de lo sucedido, no queremos que otras familias pasen por el sufrimiento que nos toca ahora sentir», dijeron ayer a La República los padres del joven alférez salteño, Carlos Rafael Olivera Gómez, fallecido días atrás en una dependencia militar, mientras realizaba unas polémicas maniobras.
La víctima es un joven de una modestísima familia salteña, que hace apenas un par de años había llegado a concretar su sueño: ser oficial del Ejército Nacional.
Tenía un historial estudiantil destacado; supo lo que era el trabajo y el estudio. Esos fueron los caminos a los que acudió de manera perseverante, porque estaba convencido de que era la única forma de poder concretar ese anhelo.
Claramente, tenía muy marcado el sentido de qué era lo que debía hacer para alcanzar sus objetivos. Hizo el liceo en el instituto número 3 de la zona Este, hasta cuarto año; enseguida se abocó a terminar el bachillerato.
Mientras preparaba sus exámenes para concretar el anhelado ingreso a la Escuela Militar, estudiaba Administración de Empresas en la UTU.
De esta forma fue forjando un sueño cargado de esperanzas, que resultó truncado por una espantosa tragedia, como la que tuvo lugar hace apenas unos días cuando Carlos Olivera, alférez del arma de Infantería, perdió la vida en un episodio confuso, durante su entrenamiento como paracaidista en la piscina de la Escuela Militar de Toledo.
No es fácil para un periodista llegar a un hogar en un momento como el que enfrenta la familia.
Más cuando la desgracia se ensaña con una persona joven, llena de vitalidad y de aspiraciones. Más difícil es preguntar sobre cosas que, seguramente, removerán el dolor que provoca esa reciente pérdida.
Una serie de prejuicios que necesariamente acompañan al profesional y que hay que saber manejar en circunstancias extremas.
Pero, a modo de generosa gratificación, de sentida voluntad de compartir el dolor, «La República» se encontró con la humildad de la mano de la dignidad. Personas que, laceradas por el dolor de la pérdida, hoy sólo piden con dignidad y sin dramatismo, que, «se sepa la verdad».
Esa fue una de las primeras cosas que dijo Ana Gómez, la madre de Carlos Rafael, al comienzo de la entrevista. «No queremos que otras familias deban sufrir lo que hoy estamos sufriendo nosotros».
Cuando «La República» llegó al hogar de la familia Olivera Gómez, los padres y la hermana menor iban al cementerio a llevarle flores. Como iban a pie, este corresponsal se ofreció para acompañarlos, y así fue como en el camino fueron desgranando los episodios de esta triste historia, teñida de aspectos si se quiere increíbles, que mucho dificultan la resignación.
Barrio
Progreso
Sixto Olivera y Ana Gómez se unieron sentimentalmente hace muchos años, más de 30, y se fueron a vivir a una modestísima casita en el Barrio Progreso de la capital salteña. Ana ya tenía dos hijas y todos conformaron una familia.
Luego nació Carlos Rafael, conocido en la vecindad como «Fito» por 1984, y unos doce años después, como una plantita tardía apareció Anita. «Fito» curso primaria en la Escuela Nº 99, y desde que era un párvulo exhibía una gran vocación por la carrera militar.
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Investigación «profunda»
El presidente de la República, Tabaré Vázquez, solicitó al ministro de Defensa, Gonzalo Fernández, vía telefónica, la realización de una investigación «profunda» sobre el fallecimiento del alférez Carlos Olivera y solicitó que se de participación a la Facultad de Medicina para que analice las causas de este deceso. El gobierno anunció que investigará los ejercicios extremos de los cuerpos elite del Ejército para ordenar su supresión tras la muerte de Olivera en una prueba acuática. El comandante del Ejército, Jorge Rosales, entregó el miércoles un informe de 100 folios con la explicación del episodio al ministro de Defensa, quien informó ayer que se trató de un «accidente». Fernández señaló que la explicación médica es que «aparentemente» el alférez no inhaló suficiente oxígeno «para aguantar la bajada» en la pileta de la Escuela Militar del Batallón 14 de Toledo, que tiene unos tres metros de profundidad.