En estas columnas hemos confesado que somos amantes de los animales y nos gusta verlos y disfrutarlos en su ambiente natural.
Entre los animales domésticos que nos gusta ver y disfrutar en el hogar se halla en primer lugar el perro, al que consideramos en buena medida un integrante más de la familia, cuidado, mimado y disfrutado desde cachorro por la familia sobre todo los niños.
Ahora bien, este concepto no significa perder de vista el rol y el lugar que debe ocupar un animal en la vida familiar y comunitaria.
Esto que parece tan sencillo es un debe muy importante que tiene nuestra comunidad.
Hace alrededor de diez años – su aprobación definitiva por parte de la Junta Departamental data del último mandato del Intendente Malaquina – que rige el decreto 6173/03 de la Intendencia Departamental, sobre “Tenencia Responsable de Perros y Otros Animales Domésticos”, según folleto difundido por la Intendencia y emanado de la Junta Departamental actual, en julio de 2011.
Sin embargo hasta el día de hoy las disposiciones de este decreto no se han llevado a la práctica. Se ha optado por un camino gradual a través de la Comisión Departamental de Zoonosis que consiste en la castración gratuita de los animales, que se está haciendo barrio por barrio.
Podrá compartirse o no la opción, pero lo que hay que tener en cuenta claramente es que mientras tanto el problema se mantiene. Existe un alto número de perros sueltos – no sin dueños – pero sí evidentemente sin “responsables” que configura un grave riesgo fundamentalmente para quienes circulan en moto.
En algunos puntos específicos de la ciudad, como es la zona de Florencio Sánchez y Cervantes, con todo el movimiento que supone la actividad estudiantil desde y hacia el Centro Regional de Profesores, habitualmente deambulan muchos perros que constituyen un alto riesgo.
Lamentablemente días atrás un joven que circulaba por el puente Sarandí en su moto a las 8 de la mañana, porque iba a tomar su trabajo, embistió un perro callejero, cayendo, golpeando contra la baranda del puente y falleciendo en el lugar.
Una tremenda tragedia que bien pudo evitarse si se estuviera llevando a la práctica debidamente el decreto aludido.
No hay que confundir el amor a los animales, con la desidia o la politiquería que supone la inanición en este sentido, porque es una gran irresponsabilidad, no sólo de los dueños de los animales.
Alberto Rodríguez Díaz.