El partido de Nacional y Peñarol se convirtió en el dominante de la escena. Fue el eje de la pasión dominguera. Dejó por el suelo todos los calendarios locales y no defraudó. Salto no fue la excepción y por eso desde las 15 a las 18 horas en la tierra de Luis Suárez, el silencio en las calles fue real. La familia puertas adentro con el viejo clásico para compartir y a la hora del fútbol, Nacional fue ganador, en tiempo «salteñizado», porque no solamente Luis Suárez fue autor del segundo gol (notable definición), sino que resultó estandarte de los bolsos.

Los tricolores se impusieron 3 a 1, estableciendo un producto más que generoso de fútbol práctico y resolutivo, ante un Peñarol expuesto a la desventura y con un salteño en cancha durante buena parte del segundo tiempo: Bentacourt.
El golero Rochet le tapó un remate de gol a Ruben, hasta que de última, Camilo Cándido fue receptor de ese pase de Tressa habilitando y abriendo el pie, la mandó al segundo palo de Dawson, que sufre siempre de un crónico mal: sus desniveles.
El tricolor de Repetto resultó victorioso, en un Gran Parque Central, tapizado de gente a reventar. Es el candidato casi natural a ser Campeón Uruguayo, potenciado desde la llegada de Luis Suárez, que vive a los 35 años una segunda juventud con la de Nacional en el pecho. Peñarol fue la cara opuesta, con sus encendidas imperfecciones en cancha y la condución de su mando directriz que hace a la no credibilidad. Es seguro que Ruglio y compañía, igualmente surgen como aliados de este tiempo a contramano, lejano a la más básica dignidad deportiva. Peñarol no la tiene.