Cuando el corazón solidario de un par de jóvenes
se replica en más de sesenta ollas populares y merenderos
Mario Alejandro Direnna Menoni es muy joven pero con un corazón enorme… junto con un compañero al quedar sin trabajo – en pleno contexto de emergencia sanitaria – decidieron donar su tiempo para ayudar a los más necesitados, que en el mes de marzo se quedaron literalmente sin trabajo y sin la posibilidad de llevar el sustento a sus familias.
Lo que emprendieron estos muchachos se multiplicó de forma tal que se formó el Colectivo de ollas y Merenderos de Salto – que hoy suman más de sesenta.

Las ollas populares… pequeñas luces de esperanza para los que hoy están sufriendo en silencio los golpes bajos de esta cruel pandemia.
EL PUEBLO se hizo eco de esta historia conmovedora con el ánimo de golpear la puerta al corazón de la comunidad de nuestro departamento – que históricamente ha sido sensible y empática,
Son muchas las familias de los barrios más desfavorecidos que hoy necesitan de la colaboración de sus coterráneos para que sigan viviendo las ollas…
Empresas, organizaciones o personas que estén dispuestas a colaborar pueden comunicarseA 098 840 117 o al 097 942896 Rosalía (compañera del. Colectivo que recibe donaciones en su casa).
También pueden dejar donaciones en.Forteza 668. Barrio Federico Moreira – Cerrito 615.
Se reciben todo tipo de colaboraciones, tanto ropa, alimentos o efectivo.
“El 15 de marzo cuando se empezó a promover el tema de las ollas populares a nivel país, quedé sin trabajo pues soy trabajador independiente y justo cerraron varios de los lugares a quienes les vendía – comienza relatándonos Mario Direnna y continúa: “Con un amigo, Andrés Berrutti – que también estaba sin trabajo en ese momento – decidimos aprovechar ese tiempo para hacer algo por la gente.
Desde un primer momento se nos ocurrió hacer una olla popular porque también soy cocinero.
Recordando lo que había acaecido en el 2002 – yo soy del barrio Lazareto y me acordaba que aquí y de Avenida Harriague para abajo se habían instalado ollas populares… el gran problema no era encontrar gente que diera una mano sino conseguir los insumos.
Se nos ocurre entonces la posibilidad de no tener una olla propia, sino de salir y tratar de contactar a la mayor cantidad de gente que hiciera ollas en Salto, hacer una carta de presentación solicitando permiso para usar su nombre y luego tocar todos los lugares posibles para conseguir donaciones que después íbamos a repartir en estas ollas.
Al principio empezamos con unas seis ollas… a los pocos días ya eran veinte, dándonos cuenta que ya nos había desbordado totalmente.
Adempas no solamente se instalaron en distintos puntos de la ciudad de Salto, sino que también surgieron ollas en Constitución, Belén. Supimos que se gestaron algunas en las colonias, en las zonas del Agua Salto y que nosotros por un tema de rubros no podíamos llegar.
Tratamos de ponernos en contacto con el MIDES – que en ese momento estaba con las puertas cerradas y no nos atendió – entonces decidimos ir al CECOED.
Allí nos recibieron si bien fueron francos con nosotros aclarándonos que en esa primera instancia lo que podían hacer era prestarnos un lugar donde nosotros poder desinfectar las donaciones recibidas y podíamos guardarlas. A su vez disponer de una camioneta con chofer un par de veces por semana para repartir las donaciones.
No era mucho, pero para nosotros que andábamos movilizándonos en mi moto y a veces a pie, significó un montón.
Salimos a conseguir donaciones por todos lados. En algunos lugares nos atendieron muy bien, entendiendo cual era la situación y nos ayudaron de la mejor manera.
En otros directamente no nos atendieron, tal vez por la desconfianza de saber si el pedido que estábamos haciendo era real o no.
Nos fuimos involucrando cada vez más en el tema… de a poco el CECOED nos fue brindando una mano mayor, consiguiéndonos algunas verduras y otros alimentos.

A través de las redes sociales empezamos a conseguir más insumos pero paralelamente crecía la cantidad de ollas… de veinte pasamos a cuarenta y cuando llegamos a esa cifra dijimos basta, porque ya no podíamos brindar una buena atención a tantas ollas y merenderos.
Nos conectamos con la Universidad de la República para que fueran cruzando datos y de esa forma conseguir otras colaboraciones.
Lo nuestro es voluntariado pero estamos convencidos que la ayuda real tiene que ser del Estado.
La gente debe comer en su casa o en su defecto en algún comedor con las condiciones higiénicas necesarias y las comidas balanceadas para tener una nutrición. Este emprendimiento tiene gran empuje pero no es lo más conveniente.
Pasaron los meses… abril, mayo, junio fueron meses buenos… tratamos de conseguir donaciones por todos lados. Fuimos a Corralito por ejemplo, a arrancar boniatos… llenábamos un par de camionetas y salíamos a repartir.
A partir de julio la situación estuvo más complicada y en agosto ya casi no contábamos con donaciones.
Lo positivo que advertimos es que habíamos logrado ayudar que mucha gente en distintos lugares se pudiera organizar y autogestionar.
Por el mes de octubre tuvimos la grata sorpresa de que a través de un grupo de acción universitaria se logró unir a gente de diferentes ollas que actualmente se siguen reuniendo todos los viernes en el club San Eugenio a las siete de la tarde.
Se solicitó la colaboración de empresas y organizaciones y algunas brindaron respuesta. Hoy es una responsabilidad compartida por todo el grupo.
Se han lanzado alcancías por todos lados de la ciudad y con cada peso que se junta se compra lo necesario para la semana”.
-¿Cuál es la situación actual de muchas familias?
-“Salto es un departamento que trabaja mucho con zafras y con el turismo.
Al estar todo parado mucha gente no cuenta con un sueldo fijo a fin de mes y se quedan sin ningún recurso y ello afecta a la cantidad de gente que come en las ollas.
El contexto más crítico se da el extremo sur, barrio Quiroga, La Esperanza, Don Atilio, Minervini y el extremo oeste, con Los Teros, los tres Andresitos, barrio Uruguay, Nuevo Uruguay, barrio Artigas y el asentamiento.
También en la zona del puente blanco, barrios Fátima y La Humedad”.
-¿Qué lectura hace de cada logro?
-”El trabajo solidario ha sido muy positivo porque la gente que no tiene nada fue la que se movilizó para ayudar a sus vecinos y a sus hijos.
Gente que nos ayudó a arrancar las verduras en las chacras… gente que fue al monte a cortar leña… gente que no tenía para comprar comida y donaba un kilo de arroz.
Creo que se debería hacer una re evaluación de todo y que el Estado pueda tomar con seriedad la situación.
Enero va a ser un mes muy difícil… por el tema del clima hubo que cambiar el menú, que es más caro”.
Cabe destacar que dentro del movimiento de las ollas se intenta cumplir con todos los protocolos de la mejor manera posible.
Y entre tantos momentos duros y dolorosos que se vivieron en este 2020, esta realidad que se vive en nuestro departamento es como una brisa de aire fresco, que nos permite ver la luz al final del túnel.