Cuando se debería hablar de lo impactante del asesinato a sangre de un Policía en una pizzería de la zona de Pocitos en Montevideo, en momentos del cierre de la misma,instante en que entra un delincuente y luego de un breve intercambio de palabras le dispara a matar, llevándose unos diez mil pesos según declaraciones del propietario del comercio gastronómico.
Hoy, de lo que se hablan, es de las declaraciones poco afortunadas del Sub secretario del Interior, Jorge Vázquez quién responsabilizó al funcionario por no cumplir la normativa, que prohíbe a un agente trabajar fuera de la órbita policial.
En un instante el Policía pasó de víctima a victimario, poco se ha dicho del asesino sin que le temblara el pulso, le disparó un tiro a matar, desde muy poca distancia.
Más allá que al parecer no es correcto trabajar en esas condiciones, el Policía no estaba delinquiendo, estaba trabajando, seguramente para poder alcanzar a un sueldo digno, pero parece que de eso hoy el representante del gobierno lo ha olvidado, no solo por sus dichos sino que el Ministerio del Interior ha resuelto que el omiso no tendrá honores fúnebres.
Sus compañeros del sindicato policial, le hicieron guardia de honor y pusieron el Pabellón Nacional sobre el ataúd como se hace cuando un efectivo muere en servicio.
El último adiós lo recibió de parte de la familia y de los compañeros, no así de un gobierno que se supone que acompaña a más necesitado, porque no hay que olvidar que esta víctima no solo era un Policía, era un padre, esposo, amigo.
Sabemos que las normas están para cumplirse pero hay un detalle que muchos afirman, el Policía es Policía, las veinticuatro horas del día, los trecientos sesenta y cinco días del año.
