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jueves, 17 de julio de 2025
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No es un hecho aislado

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«No hay una sola línea de los proyectos de Ojito Rodríguez Musmanno que haya significado una concesión a lo comercial o a las modas”, expresó el Arq. Juan Carlos Ferreira cuando hace algunos meses EL PUEBLO le realizaba una extensa entrevista sobre la obra de Rodríguez Musmanno.
Pues la maliciosa ironía del destino hizo que ahora, algo mucho más cargado de esnobismo y de espíritu comercial que de valor artístico, desplazara una obra suya, el mural de calle Uruguay al 300. Allí radica una de las contradicciones. Hay otras, y más evidentes incluso: como la de destruir la obra de un artista cuyo nombre fue propuesto para una sala del Palacio Córdoba (edificio donde se concentra nada menos que gran parte de las oficinas del Gobierno CRMDepartamental), proyecto que incluye la exhibición permanente en ese lugar de obras de César y que ya cuenta para su aprobación con la firma del Secretario General de la Intendencia; o, por supuesto, el hecho de que tiempo antes, este artista fuera declarado Ciudadano Ilustre.
Yo no sé si “evidentemente han primado los criterios políticos antes que los culturales o patrimoniales”, como expresó la Profesora Soledad Rodríguez, nieta del artista, en su cuenta de Facebook, donde además se pregunta: “¿Van a hacer lo mismo con otros murales porque las autoridades de turno tienen la mirada puesta en otro lado?” Quizás las cosas sean así, pero no tengo la certeza. Sí tengo la seguridad de que no se trata de un hecho aislado, sino que debe contextualizarse como corresponde. Ocurre este atropello en un contexto signado por cosas como estas:
– Se cierra la “Casa de la Cultura” (local de la emblemática Radio Cultural), lugar donde se venía trabajando con un ritmo impresionante en diversos talleres artísticos, además de albergar permanentemente conferencias, recitales, representaciones teatrales, etc. (el trabajo que actualmente realiza en ese local Academias Previale demuestra que, pese a voces opositoras, sí podía funcionar como un verdadero centro cultural).
– Una de las principales jerarquías del Área Cultura de la Intendencia, públicamente festeja la muerte de un Presidente uruguayo electo democráticamente (Jorge Batlle), hecho que llevó a que el Intendente Lima mintiera que había cambiado de área a dicho funcionario.
– El mismo jerarca al que se refiere el punto anterior, anuncia públicamente que estará participando de una feria del libro en Salto un escritor (Alejandro Paternain) que había fallecido más de una década atrás.
– El “Espacio Peloduro” (espacio para muestra de artes visuales y/o realización de talleres) ubicado en Casa Quiroga, es completamente anulado en su función, al ser tomado como depósito.
– Se instalan en Plazoleta Roosevelt carteles con versos de poetas salteños que reflejan, en nuestra opinión, un absoluto desconocimiento de la mejor poesía salteña, baste sólo con decir que no figura Marosa (lo que ha provocado el asombro y la indignación de propios y extraños). Carteles que, como si esto fuera poco, están plagados de faltas de ortografía.
Los puntos anteriormente enumerados son tan solo algunos ejemplos tomados rápidamente, a los que se podría sin dudas agregar varios más de similar gravedad.
Pero, que quede claro, no estamos diciendo que lo sucedido con el mural de César Rodríguez Musmanno sea muralresponsabilidad única del Área Cultura de la Intendencia de Salto (“Alguien debería hacerse responsable”, dice también Soledad Rodríguez), lo que decimos es que no es un hecho aislado, sino parte de un contexto en que la Cultura se encuentra en acentuada decadencia. Y no solamente en Salto. Justamente, hace un par de días leíamos estas palabras del reconocido artista plástico Óscar Larroca: “Mientras ‘Vamoarriba’ Martínez sigue sacando de la manga espectáculos para la masa (rock y música tropical…pues hay que sacarse fotos para las elecciones), la Intendencia y su departamento de «cultura» cerrará quince cursos en la Casa de la Cultura del Prado”.
Es verdad, Vargas Llosa, estamos asistiendo a “la civilización del espectáculo”, título de ese magnífico ensayo en el que usted nos enseña (y con tristeza lo comprobamos cada día): que ya no hay orden jerárquico alguno “en esa selva promiscua en que se ha convertido la oferta cultural de nuestros días”.

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