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lunes, 12 de mayo de 2025
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El sueño del maestro es que el niño haga todo sobresaliente, y así nadie aprende nada, uno aprende equivocándose

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Diario EL PUEBLO digital
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Gonzalo Frasca es experto en el diseño de videojuegos y catedrático en esa materia para la ORT. Ha trabajado en Disney, Pixar, Cartoon Network, LucasFilm y Warner Bros. diseñando videojuegos, actualmente es columnista para CNN en Español. Es uruguayo y estuvo este viernes en nuestra ciudad disertando sobre el tema, “Por qué los videojuegos enseñan mejor que los métodos tradicionales”. Previamente dialogó con EL PUEBLO sobre la creciente importancia de los videojuegos en la educación.
– ¿Se puede enseñar mejor a través de los videojuegos?
– Hay algunas cosas que debo previamente aclarar. Los videojuegos están de moda en educación por razones que nofrascaHDson las correctas. Los adultos solemos ver que los chiquilines se aburren, entonces solemos pensar que hay que entretenerlos, que no están motivados, entonces como le gustan los videojuegos y los dibujitos, entonces vamos a ponerles unos macaquitos así aprenden mejor. Y en realidad no es así. El videojuego no es una cosa que nace de la nada sino que es un juego, que es la manera que tiene el ser humano de aprender naturalmente. Los niños las cosas más difíciles de la vida las aprenden jugando. Cuando digo jugando, es probando a ensayo y error. A socializar y llevarse bien con otra gente se aprende jugando, tirando del pelo y mordiendo también, pero es parte del proceso. Controlar nuestros cuerpos, dominar el movimiento también se aprende jugando, y a comunicarnos también, o sea, hacemos ruidos, jugamos, nos escondemos, tus padres te hacen un sonido, vos lo repetís. Esa estrategia cognitiva de aprendizaje es el juego.
Y en educación se usa en el jardín de infantes. En la escuela y en el liceo cada vez se usa menos, a veces en la universidad se usa. Pero más allá que sea un juego o un videojuego, ¿quiénes usan el juego en general para el aprendizaje? Los que tienen más para perder. ¿Y quiénes son los que tienen más para perder? La gente que si enseñan mal, muere mucha gente. Entonces los militares, los pilotos de avión, los cirujanos aprenden con videojuegos aunque ellos lo llaman “simulaciones” pero que en realidad es lo mismo. No tiene por qué ser en una computadora, pero cada vez más son en computadoras.
– ¿Por qué pasa eso?
– Por muchas razones. Ahora voy a estar presentando unos juegos de matemáticas para niños, que hace las cosas concretas, sobre todo para los niños pequeños, eso es algo importante porque la fracción le cuesta más. Hace las cosas manipulables. Si quiero enseñarle a manejar un avión y no tenemos un avión, vamos a un simulador de vuelo que me permite hacerlo. Lo mismo puede ser para matemáticas, para física, para historia. Lo más importante es que la respuesta del videojuego es inmediata.
Imagínese que enseño a dividir en matemáticas y le pongo veinte ejercicios y usted se equivoca en el primero, los otros diecinueve le van a salir mal. Si saca la lotería, la maestra lo va a ver en ese momento o capaz que un rato después, pero lo más probable que corrija las cosas mañana o la semana que viene. Entonces usted perdió un montón de días y ni siquiera sabe en qué se equivocó. En un videojuego uno da un paso que está mal o que está bien y enseguida le avisa. Imagínese la cantidad de combinaciones, hasta dónde se puede avanzar sabiendo que uno va por el buen camino o cuando se desvía del mismo pueda volver a empezar. Es como ir manejando en un auto, doblás mal y te enterás a las dos semanas, ¿dónde terminás? Andá a saber. Pero el GPS te lo dice en el momento. Igual, la enorme cantidad de videojuegos son –para usar un término técnico ya que como tengo un doctorado en esto puedo decirlo- una basura (risas).
– ¿Cómo los padres podemos distinguir lo que puede ser para nuestro hijo un videojuego basura?
– Depende de cada niño, pero por suerte eso está cambiando porque a medida que pasa el tiempo y con el cambio generacional estamos ante la primera generación de padres que se criaron con videojuegos, entonces hay menos miedo irracional hacia la cosa nueva del videojuego. La gente que conoce de videojuegos sabe que hay cosas buenas y malas. Lo que hay que hacer es saber a qué están jugando los chiquilines, y eso no se puede hacer si uno tiene la actitud de dejarlo jugar para que me dejen tranquilo un rato. La mejor manera es preguntarle a qué están jugando. A mí me pasa en mi trabajo, donde hablo mucho con chiquilines chicos. Me dicen que no hablan porque son tímidos pero le hablás de Pokemón y se hablan todo.
El mercado de videojuegos es como si hablaras del cine, o sea, hay para todas las edades, y lo que pasa es que a veces hay niños de 6 años mirando una película de Tarantino, y eso es responsabilidad de los padres. Ojo, también hay hermanos o primos mayores que se copan con eso y los chicos quieren parecerse a ellos, además de gustarnos lo que está prohibido, pero quienes tienen que poner freno ahí también son los padres. Hay juegos que son extremadamente violentos que yo no le dejaría jugar a un niño de la misma forma que tampoco le dejaría ver determinadas películas. Así que no es un problema del videojuego.
– ¿Cómo se logra atrapar la atención del niño al diseñar un videojuego ante tanta competencia y ofertas?
– Pasa por probar y equivocarse mil veces, hay que observar mucho. Te cuento sobre el juego que estoy haciendo ahora y que lanzo el mes que viene. A diferencia de casi todos los juegos educativos que hay, este no es un juego de prácticas sino que aprendés una cosa nueva, es un juego para niños de 6 años que sepan sumar con los dedos pero que no sepan sumar múltiples dígitos (“donde me llevo una”). Este es un juego que vos se lo das sin saber sumar números grandes y en una hora y media, cuando terminan de jugar, terminan sumando 7825 + 4912 sin la intervención de maestros, sin ningún texto, el juego te enseña solo. Y te enseña de una manera que no es desde la teoría sino de la práctica, te va mostrando como si fuera la coreografía del algoritmo, que termina siendo la receta aritmética más simple de “me llevo una”, la más básica…
– ¿Lo va guiando al niño?
– Lo va guiando, es lo que se llama el tutorial. Es el tercer juego que se hace en el mundo con esta técnica. Los dos primeros los hizo un amigo que es noruego, que hizo uno sobre álgebra. La idea es agarrar los videojuegos que con la competencia que hay tienen que enseñarse a sí mismos.
Por eso se desarrolla una técnica llamada tutorial donde cualquier cosa compleja la fraccionan en pedacitos y te va enseñando paso por paso y cada vez te ponen un desafío chiquito pero un poquito más grande que el anterior.
– Los niños también se frustran si se les presente un problema que no pueden vencer.
– La frustración es buena. El opuesto del aburrimiento no es la diversión sino que es el desafío. Hay un tema social de las últimas décadas de sobreprotección a los niños donde se piensa que está mal que los niños se frustren y en general el sistema educativo está diseñado para que se haga todo bien. O sea, el sueño del maestro es que el niño entre a la escuela y haga todo sobresaliente hasta el último día y así nadie aprende nada, no funciona así porque uno aprende equivocándose, no hay nadie que haga todo de taquito.
– He visto a niños que jugando se trancan en una fase, se frustran, entonces se enojan y dejan todo.
– Eso quizás que ya sea un tema de ansiedad. Pero, ¿qué hace? Se va, ¿y qué va a hacer? Depende del juego pero quizás fue a buscar a internet y se fija en YouTube cómo pasar esa parte y eso está bien, porque es el equivalente de estar en el trabajo, tener un problema y decir, “a la pucha, ¿cómo hago esto?”, y le preguntás a Fernández del quinto piso a ver cómo solucionarlo o buscando en internet, así es cómo se aprende. Pasa que la escuela está diseñada para decirte que si no sabés algo sos un burro, mientras que el resto de la humanidad está diseñada para que si no sabés algo, vas a pedir ayuda.
– ¿Llegará el tiempo en que se termine sustituyendo a los maestros porque un niño podrá educarse en la casa con una computadora?
– No, no. Pasa que tenemos una idea anticuada de lo que es un maestro. La idea que tenemos es que el maestro es el que sabe y el que transmite la sabiduría y eso ya fue, primero porque los maestros ya no saben, y no lo digo en tono de burla sino porque la formación docente no es buena. Y no lo digo solo por Uruguay, esto pasa en todo el mundo. Es mirar las cifras de deserción liceal y ver que son altísimas, tenemos en todo el país la misma cifra que un barrio pobre, negro, de un suburbio violento de Estados Unidos. Esto no es lindo de decir en voz alta pero es peor no decirlo. Una encuesta de Cifras de 2012-2013 mostraba que el 40% de la gente que entraba a profesorado de liceo lo hacía a los 23 años, lo que quiere decir que probaron otras cosas entre los 18 y los 23 y no les fue bien y terminan de profesor por descarte. ¿Queremos que nuestros profesores sean por descarte? Claro que no, queremos tener los mejores profesores.
– Y muchos de los que ingresan jóvenes al profesorado o a magisterio lo hacen buscando el camino fácil.
– Bueno, ese es un problema que tenemos como país y que debemos solucionarlo entre todos. Sin herir susceptibilidades, aunque si se hieren, se hieren, pero acá lo importante son los chiquilines.
Nadie tiene recetas mágicas, uno va aprendiendo como te decía, equivocándose. Lo importante no es creerse Superman y pensar que se las sabe todas sino preguntarle a otro, “¿cómo es esto?”
– Hablando de creernos Superman, Uruguay está enfrentado a Google…
– Ya hablé de eso y he optado por no hablar más porque me parece que hay temas más urgentes. En Uruguay siempre terminamos debatiendo por temas que no son centrales y ya se nos fue el año, estamos en agosto.
– ¿Y cuáles son esos temas centrales?
– No tenemos a nuestros mejores egresados transformándose en docentes, no eligen ser docentes porque se cobra muy mal, y tenemos que uno de cada cinco niños que termina la escuela no dominan las bases, eso es el 20% de nuestros niños.
Tenemos problemas graves, entonces busquemos soluciones concretas. Lo de Google no es que no sea importante pero es como si nos pusiéramos a debatir por mil pesos mientras el edificio se está prendiendo fuego.
Salgamos primero del edificio y luego veamos de quién son esos mil pesos.

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