Prof. Silvio Rodríguez:
Aquel tiempo de auge del puerto de Salto, y cuando fue “el mejor del litoral”
«Es tan extenso el tema, tiene muchas partes…Pero es apasionante, a mí me encanta y le agradezco al Diario EL PUEBLO esta oportunidad de explayarme porque es un tema que prácticamente nadie lo habla, si había una cultura y una divulgación respecto a este tema, se ha perdido mucho. Hay además mucha información equivocada, información que no es sólida y que mucha gente maneja sin tener idea lo que está diciendo…». Así comenzaba expresándose el Profesor Silvio Rodríguez al momento que este diario le planteó narrar ciertas cosas sobre el Puerto de Salto; es decir, ese lugar y esa actividad que tanta mano de obra generó durante muchos años, años que ahora son muy lejanos. Docente de Historia (jubilado), Silvio es un pasional de la navegación, tema a cuyo estudio ha dedicado gran parte de su vida, y es autor (junto al Prof. Fernández Moyano) del libro “Los Astilleros del Salto Oriental” (2002).
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-¿Cuál es la importancia de un puerto?
Digamos en forma más general, que los puertos son de distinta naturaleza según sus funciones, pueden ser deportivos, militares, mercantes, etc. Así también por su ubicación: marítimos, fluviales o lacustres. Todos son importantes a los efectos de la navegación sea cual sea el tipo y característica de esta…
-Hablemos de Salto…
También el puerto de cabotaje de Salto fue en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, muy importante en su “Interland”, ¿qué es esto?, es generalmente una vasta región en el interior no marítimo, como el caso del Río de la Plata, y por tratarse de una cuenca fluvial muy extensa, con ríos, ríos navegables tributarios, este interland del puerto de Salto abarcó la mesopotamia del norte argentino, Río Grande do Sul, departamentos del noroeste uruguayo… Entonces los puertos cuando son básicamente comerciales, como lo fue el de Salto, suelen tener un radio de influencia comercial que poco tiene que ver con los límites políticos y territoriales de un Estado. Es necesario tener en cuenta, cuando nos referimos a la influencia comercial del puerto de Salto, en su período de auge, que Río Grande do Sul aun entrado el siglo XX no tenía un puerto de salida para su trabajo de producción, cueros, lanas y otras agroindustrias. Así fue por lo menos hasta 1910, hasta la construcción de su puerto en Laguna de los Patos. Para los empresarios riograndenses era una solución, y rápida, salir al océano Atlántico con destino a Europa por el puerto de Salto.
-Dicen algunos que la geografía ayudaba, ¿es así?
Claro, la geografía en este período de mucha actividad portuaria, fue generosa con nuestro puerto porque los saltos, chico y grande, al norte, determinaron que el transporte de bienes y mercaderias, provenientes del sur por el Río Uruguay concluyera en nuestro puerto, y su encauzamiento hacia Brasil y provincias argentinas del norte mesopotámico, tuviese su punto de partida desde Salto. La excepción a esta modalidad fue el negocio de la madera de las selvas misioneras y Matto Grosso…
-¿Por qué?
Porque vinieron siempre por el río hasta Salto bajo la forma de jangadas. Esto explica la aparición de empresas dedicadas a su desdoble en tablas, postes, tramas, etc., “Los aserraderos del puerto”, maderas nobles para la construcción y para elaborar muebles. El puerto funcionó como importandor y exportador de bienes para la campaña y pueblos del norte del Río Negro, Rivera, Artigas, Tacuarembó… ciudades y campaña, tenían acá el abastecimiento y plaza de asiento para la venta y almacenamiento de la producción agropecuaria y sus industrias derivadas, como los saladeros. Muchos de estos rubros llegaban para luego proceder a su embarque a variados destinos.
-Alguna vez lo escuchamos decir que es importante hablar no de un puerto solo, como el de Salto, sino de “una columna vertebral de puertos”, ¿cómo es eso?
Es bueno recordar que durante buena parte del siglo XIX nuestro país, por circunstancias geográficas, definió dos regiones separadas: el norte y el sur del Rio Negro, con dificultades para el trasporte hacia Montevideo, máxime cuando la época de desborde de los ríos. Prácticamente era un escollo para la fluidez comercial. La opción real e indiscutible era el comercio fluvial o de cabotaje a lo largo del Río Uruguay. Esta columna vertebral fue fundamental para el transporte de bienes y personas, tanto para ciudades litoraleñas como aquellas ubicadas en el centro y noreste que encontraron en estas ciudades-puertos su conectividad con Montevideo y el mundo. He aquí la importancia de los puertos en el mundo, de forma que esta circunstancia de existir un río que asociado con otros que vuelcan sus aguas en un estuario común y luego al océano, es la combinación perfecta de la naturaleza, sus comunidades y sus empresas. Estamos hablando de un rosario de ciudades-puertos mercantiles, uruguayos y argentinos que prosperaron desde mediados del siglo XIX hasta las décadas del 30 y 40 del siglo XX. La función económica del Río Uruguay tuvo su mayor auge en esa franja de tiempo.
-En esa columna vertebral de puertos, ¿fue el de Salto el mejor?
Como dato anecdótico y curioso, sucedió que en el devenir político y coyuntural de las sociedades, cuando está por llegar a su fin el período de bonanza portuaria y comercial del último puerto del Río Uruguay, el nuestro se construye con las técnicas y materiales de última generación. Sí, el mejor puerto del litoral, construido con técnicos y empresa alemana, DickerKoffand Com, entre 1927 y 1932.
-¿Y antes cómo era nuestro puerto?
Todo el soporte económico del desarrollo mercantil de Salto anterior a estos años, se realizó con un modesto puerto de madera, con estructura prestada por Argentina, mejor que un embarcadero pero muy por debajo de un puerto de cemento y hierro efectivo, funcional y sólido, según se observó en las últimas operaciones de estiba, en 2013.
Subsistencias: el lugar donde la gente hacía largas colas para comprar más barato
Cuando se le pregunta a la gente de más de 50 años qué recuerdos tiene de Subsistencias, la mayoría coincide en que era un lugar que vendía comestibles a precios por debajo de los comercios, que era del Estado, que se juntaba mucha gente a comprar al punto que había que hacer a veces largas colas, y que en Salto pasó a lo largo del tiempo por varios locales. Entre los más recordados están: 19 de Abril y Julio Delgado, Treinta y Tres entre Rivera y Varela, y Brasil al 800.
Hace algún tiempo, la página de facebook «El Salto Oriental. Ayer y hoy», que administra Enzo Carvallo publicó la foto que acompaña esta nota y los comentarios de los salteños no se hicieron esperar. Así, por ejemplo el escritor Fernando Pablo Silva escribía: «Si me acordaré de las colas… Papas, 1 kilo por persona; aceite, 1 litro; y así varias cosas. Muchas se conseguían en Manzanares de calle Uruguay. En esa época comenzó el pan de sorgo a falta de harina de trigo. No era lo mismo pero parecido. Parecía que estábamos en guerra».
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En tanto el propio Carvallo, siempre dedicado a leer sobre la historia de Salto, dijo a EL PUEBLO que «fue un período en donde se compraba al por mayor y lo distribuían a todos los departamentos, con precios muy por debajo…Yo lo recuerdo en el lugar de la foto y por último estuvo en 8 de Octubre pasando Córdoba. Los productos no eran de calidad, pero muy en cuenta. Creo que los empleados eran municipales. No había en aquel tiempo las grandes superficies…Estaba Barbieri y Leggire y el Revoltijo, la competencia que tenían era Manzanares, que tenía en Salto dos lugares, Uruguay al 600 y Uruguay al 1700».
Otro de los aportes lo hizo el Mtro. Jorge Pignataro, quien sostuvo: «Recuerdo que Subsistencias vendía comestibles más baratos que en los comercios, que en esa época eran almacenes, porque no existían en Salto los supermercados. Mucha gente iba a comprar; recuerdo cuando estaba en los galpones de la Estación Noroeste (actualmente sala teatral El Andén, sede de APLAS, etc.). Los comestibles se vendían fraccionados de antemano, en paquetes de un quilo, por ejemplo de fideos, de arroz, de azúcar…También vendían aceite suelto por ejemplo, hasta de medio litro, y había que llevar envase, había mucha gente que para comprar aceite llevaba botellas de Agua Salto. También había un carrito, como los que venden frankfurters o hamburguesas, creo que era de color azul y crema, que cada día lo llevaban a distintos barrios…Tengo recuerdos también que en algún tiempo funcionó donde hoy está el Museo Arqueológico».
LA LEY DE SUBSISTENCIA
Lo cierto es que hubo una ley del 19 de setiembre de 1947, que es precisamente la “Ley de Subsistencia”. Allí, queda claro que principalmente eran dos los cometidos que tenía el Estado: por un lado, dar la posibilidad de comprar a precios más bajos a la gente de menores recursos; por otro, ser un regulador de los precios de mercado. Se creaba con esta ley «el Consejo Nacional de Subsistencias y Contralor de Precios, que actuará bajo la jurisdicción del Ministerio de Industrias y Trabajo», y que tendría una sede en cada departamento del país. La ley deja muy en claro también los cometidos de este Consejo, entre los que figura «Proponer la compra de artículos de primera necesidad o de expropiación en caso necesarios, a fin de venderlos en el departamento a precios reguladores del mercado local y sin establecer exclusividad de venta».
¿Cuáles se consideraban artículos de primera necesidad? Los siguientes, según el Art. 14 de la ley: «las plantas industriales y sus semillas, como ser lino, girasol, maní, remolacha y caña de azúcar, los cereales y legumbres, sus harinas y subproductos, los tuberculos, el arroz, el café, las frutas, las hortalizas, el pan, la carne, los pescados frescos, las aves, los huevos, la leche, la manteca, la yerba, la fariña, el azúcar, los fideos, el aceite, la grasa comestible y óleos frigonales, el sebo, las aguas corrientes, la sal común, la miel, el carbón, la leña para combustible, la luz eléctrica, el gas, el petróleo y sus derivados, el alcohol desnaturalizado, los fósforos, el jabón común, las máquinas, implementos y utensilios agrícolas, o destinados a la pequeña industria que no fuere de artículos de lujo y al trabajo a domicilio, las arpilleras, las bolsas, los materiales de construcción, el hilo sisal, los productos químicos o farmacéuticos de aplicación terapéutica o profiláctica, los artículos, muebles, útiles de uso doméstico y las ropas, abrigos y calzados que no tengan carácter suntuario, neumáticos en general, papel en general, alambres en general, caucho elaborado o no, y todo artículo de goma, azufre en sus distintas formas, envases metálicos en general, todos los artículos para la pesca y utensilios imprescindibles para la industria de la pesca, el alcohol, vinos de mesa nacionales, cerveza, aguas minerales, jugos de frutas, la cabuyería en general (cabos de alambre de acero para cala, cabos de esparto, de manila y cáñamo blanco y cabo del Cairo y similares), abonos o productos fertilizantes, productos destinados a la curación o preservación de enfermedades o plagas que afectan a la ganadería y a la agricultura y las materias primas básicas que se utilizan en la preparación de los productos precitados, cemento (composición de caucho y nafta empleado en la fabricación de carteras, calzado, aparados, cinturones, valijas, etc.), cristales y armazones para lentes, camiones y chasis de camiones, todos los forrajes, el tabaco y los cigarrillos de consumo popular y fabricación nacional y en general, las materias primas necesarias para elaborar los artículos declarados de primera necesidad. El Poder Ejecutivo podrá declarar de primera necesidad otros artículos, debiendo especificar además en los enumerados las características de los que deben ser considerados como de primera necesidad».
EL DR. TEXEIRA DEFENDIÓ A UN COMERCIANTE QUE HABÍA PUESTO EN EL PIZARRÓN UN PRECIO MAYOR
Al conversar con el Dr. Carlos Texeira, abogado ya jubilado, narró a este diario un episodio que le tocó vivir, una anécdota hasta con ribetes cómicos, se podría decir. Sucede que una vez, estando en un juzgado, una persona le dijo: “Doctor, ¿usted no podría defenderlo a aquel hombre?”. Resulta que era un comerciante que había cometido el error (“¡si sería inocente el hombre!”, cuenta Texeira entre risas) de poner en un pizarrón el precio de la yerba uno o dos pesos por encima de lo que el Estado autorizaba. Apareció la inspección de Subsistencia y el caso pasó a Fiscalía con el comerciante detenido. “Pero ahí mismo hice los papeles, unos trámites nomás y el hombre quedó libre”, dice el doctor.
Manzanares…aroma a café y muchas historias para contar
Y para contar comencemos por el principio. Manuel Manzanares, natural de Gondomar (Pontevedra) llegó a Uruguay entre los años 1880-1885, se hizo cargo de un negocio situado en la Ciudad Vieja de Montevideo llamado «La Garibaldina» que funcionaba como fonda y restaurante, propiedad de una tía suya. En el año 1899 llegó de Galicia su hermano, Máximo Manzanares con el que se estableció en sociedad hacia el año 1905 al frente del mismo negocio.
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Según dan cuenta algunos artículos en 1927 ya eran 4 sucursales, para 1948 alcanzó los 32 locales, alcanzando finalmente 89 sucursales en Montevideo y el resto del país.
Durante la Guerra Mundial se dedicaron a la importación de productos de almacén. En 1918, al prohibirse las exportaciones desde Europa, los Manzanares estabalecen como negocio la venta de aceites, empleando para eslabón el stock importado anteriormente. En el año 1927 el negocio se amplió con cuatro sucursales, dependientes de la casa central situada en Cerrito nº 376. Como consecuencia de este crecimiento reclaman a su sobrino Manuel Manzanares, quien con 15 años llega a Montevideo.
En el transcurso del período 1930-1935 Manzanares se constituye como «Sociedad Limitada Importadora de Vinos y Aceites» y en el año 1940 pasó a ser Sociedad Anónima y comenzó a fabricar aceites.
A partir de 1941 la fabricación principal fue la de aceites propios y aunque continúa realizando importaciones, cuando éstas se ven nuevamente impedidas por los efectos de la 2ª Guerra Mundial, la fabricación propia le permite mantener estable el volumen de ventas. Además también incorporaban otros productos como la harina, fideos, hierba mate y café importados del Brasil pero molidos por Manzanares.
Historias de acá
Elisa Rey , prácticamente transcurrió su vida entre su hogar y Manzanares. Es que su madre Regina Rodríguez fue la encargada de las sucursales de Salto por casi 40 años. Su padre Pedro Ignacio Rey , y su tío Oscar Castro también trabajaron durante toda su vida para la empresa.
Elisa recordó parte de esta historia con EL PUEBLO.
«Eran 80 sucursales de las cuales en Salto estaban las número 15 y 78. En la 15 mi madre, Regina Rodríguez era la encargada y mi papá , Pedro Ignacio Rey , trabajaba ahí también , y en la sucursal 78 trabajaba mi tío Oscar Castro. Pero quien comenzó trabajando en Manzanares fue mi abuelo , y cuando mi abuelo fallece, a mi madre que tenía unos 20 años , la dejan encargada de la sucursal. Manzanares era la vida de mis padres. Yo los recuerdos que tengo de niña por ejemplo es cuando en la época de faltante de algunos productos como el aceite, el azúcar que había que hacer colas, ellos iban a las 6 de la mañana porque llegaban los camiones con mercadería y la gente ya los estaba esperando porque se vendía racionado por la escaséz, y mis padres siempre pendientes de todo. De esa imagen nunca me olvidé.»
Manzanares era la vida de ellos, recuerda Elisa y agrega «era como que la sucursal era una propiedad de ellos. Mi madre fue la única mujer encargada de Manzanares. Yo me crié ahí porque los teníamos que acompañar, si ellos tenían que ir de noche nosotros siempre íbamos. Recuerdo que tenían que hacer los pedidos los domingos de noche, entonces se iba a la sucursal para hacer recuento de lo que faltaba y se hacía el pedido a Montevideo. Pero además todos los días se depositaba el dinero en el Banco Comercial, mi padre todos los días a las 20.00hs. tenía que ir a depositar el dinero y a todas esas vueltas nosotros los acompañábamos, principalmente mi hermano y yo, incluso mi hermano llegó a trabajar como empleado también en la empresa. Yo me crié en Manzanares, iba a inglés y cuando salía me iba a Manzanares, si tenía otra actividad también. Era como mi segunda casa y nosotros ayudábamos también, no porque nos mandaran, sino porque nos gustaba ayudar, por ejemplo aprontando los pedidos.»
Pero además la historia de amor entre Regina e Ignacio nació en Manzanares.»Ellos se conocieron porque mi padre era repartidor de uno de los camiones de reparto de Salto.»
Ser jefa mujer en otras épocas
Hablamos también con Elisa sobre cómo recuerda la relación de esa madre joven, jefa de un espacio prácticamente de hombres, en una época donde no era tan común que la mujer fuera un superior.
«Mi madre siempre fue un poco mandona ( recuerda Elisa entre risas) pero los empleados siempre fueron sumamente respetuosos, estuvieron siempre ahí algunos hasta que se jubilaron. Tener una mujer jefa en esa época no era fácil pero ella nunca tuvo problemas con sus compañeros. Hubo alguna excepción pero el personal en su gran mayoría se mantuvo»
Algo que aún se mantiene en el recuerdo es el olor a café.. «es lo primero que se viene a la mente cuando uno nombra a Manzanares. A nosotros nos encantaba la máquina en la que se molía café y siempre nos decían que tuviéramos cuidado, pero los domingos cuando iban a hacer el pedido, yo me acuerdo que me encantaba prender la máquina para moler el café, que no nos dejaban, pero era para adelantar el trabajo para el otro día…aún me resuenan esas palabras….tené cuidado con esa máquina, tené cuidado con esa máquina. Los dueños tenían plena confianza con mi madre por eso ellos nos llevaban al trabajo tantas veces.»
Vacaciones si, gratitud también.
«Los balances anuales se hacían los sábados y mis padres se tomaban ahí la licencia, pero teníamos que tener pronto todo porque terminaban el balance e inmediatamente nos íbamos de vacaciones. Ese mismo día se viajaba, no se esperaba hasta el otro día. Recuerdo también que mamá todos los años aunque no le pidieran, un día, durante las vacaciones, iba a la empresa a saludar a los dueños, siempre, cada año lo hacía por gratitud, esas son cosas que me acuerdo.»
Manzanares tenía muchos clientes y Regina tenía como regla cuidarlos «como oro”. «Todo lo que venía importado mi madre enseguida llamaba a algunos clientes y les avisaba, era la vendedora nata. Había de todo, todos los productos envasados por ellos.»
Manzanares fue sin duda en su momento y por mucho tiempo la cadena de almacenes de mayor relevancia en el país, dando trabajo a gallegos y a no gallegos, contribuyendo al progreso del Uruguay. Llegó su disolución empresarial, cuando entró en concordato de acreedores en 2002.
Pero seguramente solo al leer esta página, estemos envueltos en su aroma a café
Tienda La Moderna – recordada a través de su staff de empleados
“Era una tienda expectacular con gran variedad de artículos y con una excelente atención al público”
La tienda “La Moderna” – ubicada en el corazón de calle Uruguay y cuyos dueños fueron Roberto Wolaj y Sonia Sternin marcó hito en el historial comercial del departamento de Salto, un lugar donde había una imponente variedad de artículos de calidad superior. EL PUEBLO – a través del testimonio de una de Marisa De Oliveira – funcionaria de aquella época – rememoró junto con sus compañeras y compañeros Ivanna, María, Mirtha, Enrique, Juan Carlos
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Gloria, Gerardo, Juan, Miriam, Mara, Mónica, Yuliza y Silvia, momentos que fueron trascendentales en la vida empresarial de nuestra ciudad.
Ivanna mantiene sus recuerdos intactos de cuando formó parte del staff de La Moderna; “Trabajé en este unos cinco años aproximadamente si mal…no recuerdo en la sección de Benetton y puedo decir que fue una tienda que marcó una etapa importante, junto con otras que existieron ese momento-
Era una tienda espectacular con gran variedad de artículos y un excelente servicio, Hasta el día de hoy nos seguimos acordando de La Moderna todos los trabajadores que estuvimos en ese entonces. Podemos rescatar todos los buenos momentos que vivimos… existía mucha amistad y compañerismo que continuamos manteniendo hasta ahora. Siempre que nos juntamos sale alguna hermosa anécdota… y recordamos a aquellos que ya no están con nosotros… por su forma de ser.
Recordamos muchas cosas… salidas, reuniones… porque no era solamente
un lugar de trabajo sino un lugar para compartir muchas cosas. Los dueños fueron excelentes patrones que nos acompañaron en varias oportunidades, en comidas y salidas. Fuimos como una gran familia. La mercadería que se ofrecía era excelente”.
-¿Cómo era cada sección de la tienda?
– “Cada sección tenía sus particularidades y cada uno de nosotros estaba capacitado para brindar una buena atención. Estuve en la jinería y pude aprender muchísimo de mis compañeras. Creo que de cada compañero aprendí un poco, sobre todo en la estrategias de venta y el trato con el público.
Hasta el día de hoy muchos nos conocen de La Moderna y a veces nos cuesta creer en esa repercusión que logró la tienda a través del tiempo. Fue una tienda reconocida que tenía de todo lo que pudiéramos buscar. Tenía varias secciones como la de muebles, indumentaria y demás rubros”.
– ¿Y cuáles eran los momentos de venta con mayor intensidad?
– “Cuando llegaban fiestas puntuales Navidad Año Nuevo Día del Niño Reyes Día del Padre, Día de la Madre, Día de los Abuelos…. la tienda explotaba de gente… en esos día la demanda era impresionante… y nos ayudábamos entre todos en cada sección que aumentaba sus ventas dependiendo de la fiesta que se estaba celebrando.
Ahí teníamos que reforzar el horario y nos íbamos hasta altas horas de la noche. Los 24 de diciembre salíamos a las diez de la noche, sin ganas de nada porque habíamos trabajado todo el día a full.
Ayudábamos a María José a hacer moños en el empaque… hacíamos miles de de ellos… también solían venir los clientes argentinos y se trabajaba el día de corrido”.
¿La forma de vender era muy diferente a la actual?
– “Totalmente… ha cambiado drásticamente la forma de vender… con la herramienta de las redes sociales, la venta prácticamente se hace sola…. requiere de menos trabajo por parte del vendedor. Miramos la prenda y si nos gusta la compramos.
Antes, había que dedicarle más tiempo al cliente… no había otra forma que no fuera la atención personalizada. Dejábamos el alma para vender… el cliente no podía salir con las manos vacías.
Esas extra nos enseñaron y hasta el día de hoy creo que todos aprendimos de forma tal que si hoy ponemos un local, nos iría bárbaro pues tenemos muchas estrategias para vender.
Hoy esa forma ha cambiado y tiene un formato que tiende al auto servicio.
La Moderna contaba con una gran cantidad de empleados… siempre se estaba recibiendo mercadería que era marcada y clasificada… y gran movimiento de gente en el reparto.
Estábamos muy controladas en el buen sentido… si alguien se iba sin comprar algo nos preguntaban qué había sucedido”.
La Moderna fue una empresa que se dedicó por entero a satisfacer las necesidades y gustos de su amplia clientela. La calidad en la atención siempre fue un tema prioritario. Por ello siempre va a ser una tienda recordada y apreciada por todos los salteños.
José Luis Collazzo, ex gerente comercial de Tienda Alaska
Tienda Alaska llegó a tener el 80% de la población salteña como clienta
José Luis Collazzo fue un exitoso gerente comercial de la Tienda Alaska original, al extremo que llegó a ser Presidente del Centro Comercial e Industrial de Salto en dos períodos, 1983 y 1984. Vivió la época de oro de nuestra sociedad que coincidió con la construcción de la represa de Salto Grande, así lo rememoró para este Informe de EL PUEBLO.
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EL COMIENZO
“Cumplí 46 años de actividad comercial en una cuadra y media –comenzó recordando Collazzo-, porque trabajé doce años en Méndez Hnos., era la firma de una tienda casi de elite”.
“En el año 64 me llamaron tres veces de Alaska. Primero un ex empleado, después inclusive mi madre que era clienta de toda la vida. La tercera vez me llamó una empleada, ahí cambió la cosa y quedamos con que el Señor Engelman me llamaría al día siguiente a las 7 de la mañana. Debo ser el único empleado privado, o de los pocos, quizás, que se permitió exigir un contrato de trabajo hecho por escribano público, tal como pedí cuando hablamos, donde acordamos las condiciones”.
“En un principio fui el encargado de la parte de electrodomésticos. Esta firma era representante de General Electrics. En aquel momento no había la profusión de marcas y artículos que hay hoy, la mayoría era de industria nacional, prácticamente no existían los artículos importados”.
“Empecé a trabajar el 11 de enero de 1965, y el 1° de diciembre ya me nombraron jefe de personal con rango de gerente. El dueño, Samuel Engelman, vivía en Montevideo, pero venía una semana sí y una semana no. Cuando viene a Salto de Gualeguaychú, viene como peletero, que era su profesión original. Trajo una máquina que se llama Overlock, que cocía y recortaba un determinado tipo de costura uniendo los cueros. Esa máquina hoy está en el Museo del Hombre y la Tecnología”.
Engelman al principio “tuvo amistad con Don Isidoro Garcov, que fue el dueño de Tienda El Triunfo. Este señor Garcov vendía puerta a puerta con un canasto, y como en el verano no trabajaba, le prestaba dinero para que comprase mercadería y vendiera. Pero este señor llegado el momento se instala con una tienda. El señor Engelman vio que era buen negocio, y cambió de hacer salidas al interior para instalarse con una tienda donde hoy está el BPS, anteriormente había sido el Banco de Crédito”.
“Concretamente Tienda Alaska se inicia donde está hoy el BPS. Después se trasladó a dónde está ANDA, y luego cruzó a la vereda de enfrente y se compró ese local. Cuando ingresé en el año 65, la empresa era una tercera parte de lo que es actualmente. En el año 70 y pico se inició una ampliación, multiplicándose por dos su capacidad. A su vez, había un taller de confecciones”.
“En el año 77 se inauguró la ampliación. Llegamos a fabricar un promedio de ocho mil prendas mensuales ya en pleno apogeo de Salto Grande. Había una demanda brutal. Los ómnibus bajaban por acá, venían de Salto Grande y ahí estaba la parada de ómnibus, los obreros se bajaban a esta hora de la tarde con los cascos abajo del brazo y la mochila, entraban y preguntaban por los precios de distintos artículos. “¿Cuánto vale ese televisor?”, “Tanto”, “¿Y en cuántas cuotas me las das?”, “En tantas”, “Me lo llevo”. Pasaban entonces por el escritorio, firmaban los documentos y marchaban. Así también compraban heladeras y otros electrodomésticos, esa fue una época de oro en ventas”.
“NO FUI UN GERENTE DE ESCRITORIO”
“Yo tenía una tarea en Tienda Alaska que era múltiple, no fui un gerente de escritorio, fui un gerente comercial y de producción. De todas las cosas que eran competencia mía en la tienda abarcaba todo, menos la parte administrativa, inclusive era responsable de todo el personal. Llegamos a ser 121 personas trabajando en este comercio. Posiblemente hoy en las grandes superficies pase algo parecido, pero en aquella época no sucedía”.
“Como dato ilustrativo, en el año 79 había una industria textil muy poderosa con capitales americanos, instalados en Panamá, Uruguay y Brasil, era Sudamtex. Nosotros éramos de los principales consumidores del interior de la línea de Sudamtex. En ese año le compramos para la temporada de verano 19 mil metros de tela; o sea, una ida y vuelta a las termas del Daymán. De ahí que alcanzamos a producir 8 mil prendas mensuales, porque para hombre hacíamos pantalones, camisas, calzoncillos, camperas; para las damas desde vestidos, polleras, blusas, tapados, chaquetones; y para niños teníamos toda la gama en ropa. Pero además, teníamos la licencia de Sudamtex, que era la marca Acrocel, por lo que producíamos en períodos preescolar las túnicas, que llegamos a producir entre 4 a 5 mil túnicas escolares por temporada”.
“Llegamos a ocupar en el taller hasta 40 y pico de funcionarios, la mayoría egresadas de UTU, con un buen nivel en capacitación. Se llegó a trabajar en dos turnos, de las 6 de la mañana a las 14, y de 14 a 22 el otro turno. En el año 76 hicimos una importación de 17 máquinas que se importaron directamente desde Estados Unidos con recursos propios y sin necesidad de financiación bancaria”.
“En ese mismo año también fuimos la segunda empresa en Salto en instalar un sistema de computación. El primer equipo de computación que se instaló en Salto fue en el Banco la Caja Obrera. Este sistema de computación nos permitió conocer la realidad de nuestra clientela, que nos llegó a dar que teníamos registrados a 21 mil personas como clientes, con una población de Salto de 100 mil habitantes. Así que si calculamos 4 personas por familia, nos deja que teníamos el 80% de la población como cliente de Alaska”.
Ricardo Boksar, “Los Pingüinos”
“Marcó época en la historia moderna de Salto, fue el primer boliche de onda que se instaló con toda la tecnología”
“Los Pingüinos” fue en principio una heladería, que derivó en confitería a la que más tarde se sumó un restaurante, en la tradicional esquina de Uruguay y Sarandí, donde también estuvo el Sorocabana. EL PUEBLO conversó para este Informe con Ricardo Boksar, quien cuenta el trabajo de sus padres en un negocio gastronómico que trascendió generaciones y de la que aún se habla, pese a que hace años ya no está entre nosotros.
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“Los Pingüinos empezó cuando yo tenía 15 años –comenzó a rememorar Boksar-, o menos quizás, fue al lado de Alaska. Empezó como una heladería, y de ahí viene la historia del nombre, porque después se derivó en muchas cosas. Con el paso del tiempo se conoció así y se aceptó”.
“Los recuerdos de prácticamente mi adolescencia hasta ahora me lleva a reconocer todo el mérito de mis viejos, porque los dos se rompieron mucho la espalda para sacar eso adelante. Al principio fue una novedad, fue una de las primeras heladerías, aunque la más importante en aquel tiempo en la fabricación de helados y en sabores era La Nevada”.
“Teníamos un maestro fabricante de helados artesanales, Musarelli, que lo envió la Siam de Italia cuando se le compraron unas máquinas, le enseñó a mi viejo a hacer unos sándwiches muy especiales para la época del invierno para tomar con chocolate, y ahí se largó. Uno de los grandes apoyos que teníamos era la Alaska que estaba al lado con más de 100 empleados que nos ayudaron mucho a crecer”.
– En ese momento, ¿solo vendían helados o ya vendían algo más?
– Vendíamos helado y toda la parte de grill, como sándwiches calientes. Mi mamá hacía toda la parte de panificación en un sótano, porque era tan chiquito que se había ampliado para abajo, donde estaban los hornos y donde se amasaba. Luego me fui a estudiar a Montevideo, fueron momentos de tensión por la sedición, nunca se sabía cuándo había clases, tenía dos horas de ómnibus para llegar a la Facultad de Agronomía desde donde yo vivía, y me tuve que volver. Digamos la verdad, yo era más de acá que de allá. Cuando vine me puse una zapatería, hasta que papá me preguntó si quería hacerme socio, porque estaba pensando con un socio comprar el Sorocabana, si vendía la zapatería y ponía esa plata en el negocio quedaba de socio. En ese momento yo tenía entre 19 y 20 años, me decidí y vendí. Puse mi parte en el negocio y pasé a ser socio con mi padre y con Julio César Antoniotti, la firma era Boksar-Antoniotti, mi viejo era el alma mater de todo, pero por un tema de jubilación al final la firma era Antoniotti y yo. Se compró por el 67, tendría que fijarme bien, y ahí comenzó la obra, que llevó un montón de meses. El arquitecto que nos hizo eso fue Pitín Minutti, que hizo toda la obra y decoración. Se trabajó con lo mejor de aquel tiempo.
Fue un boom. Me trae gratísimos recuerdos, marcó una época en la historia moderna de Salto, fue el primer boliche de onda que se instaló acá con toda la tecnología, porque había desde hornos de última generación, cocinas centrales, las primeras freidoras. Todo se compró para Los Pingüinos.
– Me imagino lo que tiene que haber sido la inauguración.
– Fue fabuloso, aparte esa era una buena época. Nunca hubo mejores épocas que otras, pero sí hay épocas que marcan, y como veterano que soy con 74 años no quiero decir que fue mejor, pero para mí era más lindo que ahora.
– ¿El momento de oro de nuestra sociedad fue cuando se comenzó la obra en la represa?
– Eso vino unos años después. Pero cuando llegó lo de Salto Grande hizo eclosión, no había límites, se trabajaba de 6 de la mañana hasta las 4 de la mañana todos los días, se cerraba dos horas para limpiar. En ese momento empezamos a hacer facturas, que lo hacíamos con maestros de confitería. Hacíamos de todo, lo único que no hacíamos porque no teníamos un horno tan grande era pan de sándwiches, lo demás se hacía todo ahí en Los Pingüinos, incluso antes de poner restaurante.
– ¿Y cuándo llega el restaurante?
– Vino unos 4 o 5 años después, luego que murió Pitín, que era quien había agarrado la obra. Ahí estábamos en pleno proyecto que ya venía bastante adelantado, habíamos alquilado el salón donde estaba lo de Pascale. Se volteó todo y el que agarró después la posta para decorar y darle terminación con las ideas que había dejado Pitín fue Carlos Peirano, que fue quien terminó la obra. Ahí ya se unieron los dos salones, había otras comodidades, con depósitos, con cámaras de frío. Cuando se terminó esa obra es cuando aparece lo de Salto Grande, ya había cierta ebullición de que venía y por eso nos animamos a hacer esa inversión.
– ¿Cuánta gente llegó a trabajar en Los Pingüinos en su mejor momento?
– En el mejor momento llegaron a trabajar 51 empleados, de los cuales, un montón siguió luego por sus propios medios. Un ejemplo fue el Cholo Sánchez, que terminó siendo nuestra mano derecha, siempre estuvimos con él. Si me pongo a nombrar acá, la lista no se termina más.
– ¿Hizo escuela Los Pingüinos?
– Sí, sí, totalmente, porque además la parte de equipamiento que tenía era de lo mejor que había, acá no se conocía hasta que lo trajimos a Salto. Los importadores y distribuidores venían especialmente de Montevideo a traernos todo cada semana, desde aceite a grapa y whisky, de todo. Y luego que comenzó la obra de Salto Grande, ya no se daba abasto.