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Atender el

contenido y

no el continente

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El “verano educativo”, sucesor del “Verano Solidario”, surgido años atrás (en la década del 90) especialmente con el propósito de paliar una situación social muy difícil y mantener abiertos los comedores escolares durante las vacaciones, ha dado muestra de que se inscribe entre las actividades interesantes y perfectamente compartibles dentro del propósito de acompañar al niño en los ratos de ocio, darle actividades atractivas, como de deporte y culturales, además de actividades lúdicas y al mismo tiempo aprovechar este tiempo para acentuar conceptos de socialización y educativos.

Educar a los niños, darle clases de apoyo en materias de mayores dificultades mediante una atención casi personalizada, se inscribe entre las bondades de este programa.

Este es sin lugar a dudas el acierto mayor de este plan, llámese Verano Solidario o Verano Educativo, porque lo importante es la atención a los niños y el proceso de educación que se ponga en práctica.

Seguramente que hay en esto un desafío a establecer políticas de Estado, a coordinar y armonizar sus contenidos para hacerlos inamovibles por el tiempo que se convenga. No parece razonable centrarse en aspectos periféricos, del continente, descuidadno el contenido. Vale decir, poco importante el nombre que se le de al programa, si existe una bse común acordada y respetada para alcanzar las metas propuestas que es un aporte a la educación de los niños.

Las actividades iniciadas ayer, responden a una necesidad que ha quedado debidamente demostrada. El aprovechamiento de las vacaciones para que el niño pueda seguir educándose en otras actividades, que no son las curriculares, pero resultan de todas formas muy importantes para su formación, es asumido y compartido por todos.

En primer lugar por los propios padres que reclaman que las escuelas, todas si fuera posible, tuvieran estos planes, no obligatorios, pero no por ello menos importante en la formación de los niños.

El Hoy Verano Educativo, un programa socioeducativo, permite sacar a los chiquilines de la calle, permite asegurarles una alimentación adecuada y especialmente permite seguir dándole valores. Eso al menos debe estar entre los objetivos que se buscan porque indirectamente es lo mejor que podemos hacer para restarle “clientes” al ocio mal aprovechado que es el origen de todos los vicios.

No lo reduzcamos entonces a una minúscula e insignificante cuestión política. Alimentar la formación intelectual y social del niños es tan importante como alimentar su cuerpo.

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