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lunes, 12 de mayo de 2025
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En el mes de los niños… Al rescate de “Montiel para Niños”

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Diario EL PUEBLO digital
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En “el mes de los niños”, vamos hoy al rescate de un autor salteño del que tenemos la sensación que no siempre es recordado y, sobre todo, valorado en su justa medida: Adolfo Montiel Ballesteros (1888-1971), a quien sin dudar podemos llamar escritor de Salto, pese a que nació un poco al sur del Río Daymán. Él se sintió salteño y no son pocos los estudiosos que en sus libros lo llaman “salteño”. En 2006, se publica (dedicado a parte de su obra y con pintura de Leandro Silva Delgado en la carátula) el Tomo N° 8 de la Colección Escritores Salteños, titulado “Montiel para niños”, donde aparecen “Queguay, el niño indio”, “Fábulas” y “Don Quijote Grillo”, obras acompañadas de minuciosos comentarios de Leonardo Garet. De allí es extraída la fábula “Las siete cabritas” que hoy compartimos con los lectores de EL PUEBLO.
Además, transcribimos el cuento titulado “El viaje”, del escritor contemporáneo –también salteño- Fernando Silva, que él mismo considera como “homenaje al niño que todos guardamos”.

Montiel Ballesteros

LAS SIETE CABRITAS
(de: Adolfo Montiel Ballesteros)
Yo no sé por qué han de llamar siete cabritas a esas siete estrellas que los sabios denominan las Pléyades. No sé por qué han de denominarlas así, cuando son siete pingos de la uniforme y fiel tropilla de un gaucho, cuyo único defecto fue ambicionar más de lo que podía.
El paisano del cuento prometió iluminar la tierra por la noche si le permitían ir al cielo con su tropilla de confianza.
Su idea consistía en reunir en un haz de luz a todas las estrellas, para integrar un foco luminoso tan potente como el sol. Dios se lo concedió, sabiendo por anticipado que las estrellas, demasiado habituadas a su salvaje libertad, lo desobedecerían.
Si bien ellas aparecen a sus horas y juegan a hacer figuras y símbolos y dibujos geométricos, no soportan la disciplina, hasta el punto que, como lo observamos a menudo –defendiendo su independencia- se escapan de uno u otro sitio en fuga velocísima. Pero el gaucho se tenía fe, por lo que –lleno de confianza- se remontó por los aires, arreando su linda tropilla. Una vez allá, el hombre, después de dar un “resuellito” a sus potros, inició la dificilísima lidia.
Pero…todos sus esfuerzos han sido vanos.
Corrida de aquí, galope de allá, espantadas y dispersión del otro lado, no le puede parar rodeo a las estrellas! A veces se enoja, y con el ruido de las patas de sus pingos en los campos del cielo, se sienten resonar sus tremendas voces airadas. En ocasiones se pone color tinta, porque revolea su poncho negro y nos sacude el viento y nos ciega la sombra de la polvareda…
Lo que consigue es que las estrellas huyan y dejen el cielo vacío o que se desparramen más, complicando sus juegos. Afirman que hay momentos en que está a punto de conseguir su fin, pero la noche es breve y acontece que la tropa se le pierde de pronto en los montes y en los ríos de luz del día.
Los únicos que le restan fieles y dispuestos a continuar secundando su esfuerzo, son los siete pingos parejeros de su pareja tropilla consecuente, que siempre andan pastando juntos en los campos del cielo.

EL VIAJE
(de: Fernando Pablo Silva)
Contra el muro que separaba el fondo de la casa con la del vecino, a raíz de ciertos arreglos habían quedado varios tablones y pinoteas apilados. El hombre se acercó al niño que afanosamente trataba de acomodar lo que podía, las tablas más livianas.
-Dito, ¿Qué estás haciendo?
-Estoy acomodando el barco pues pronto partiré.
-Va a ser un largo viaje, pienso yo.
Mientras tanto varias botellas llenas de agua eran acomodadas en lo que podría ser la popa.
-¿Y esas botellas para qué son?
-Puedo tener sed en el viaje, agua no me puede faltar. Bueno, ya es hora de partir. ¿Querés venir conmigo?
El hombre pensó.
-Esta vez no, pero el próximo viaje voy, no avisé a nadie y si no vuelvo pueden preocuparse.
El niño continuó su trabajo.
-Hay lugar para los dos. Aparte los que me acompañan me hacen señas de que está todo pronto. Podemos iniciar el viaje.
El hombre se despidió. Una vez que el barco de los sueños comenzó a alejarse, con la mano le dijo hasta pronto. Sabía que iba a ser un viaje complicado y pensó en su vida a medida que la figura del niño se iba desvaneciendo en la distancia.

Fernando Silva
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