Por Jorge Pignataro
Este próximo martes se celebrará el Día Mundial de la Lengua Española. La fecha elegida rinde homenaje a Miguel de Cervantes, autor de ese mojón fundamental en las letras en idioma español como lo fue y sigue siendo «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha». Cervantes falleció el 23 de abril de 1616. La idea de esta celebración surgió en 1926, cuando el escritor valenciano Vicente Clavel Andrés propuso la idea de «un día especial para celebrar la literatura»; aunque como Día Mundial de la Lengua Española recién fue aprobado el 13 de octubre de 1946.
Parece una buena ocasión entonces para tomar ese tema, el de nuestro idioma, para, a su vez, continuar un ciclo que comenzamos el domingo pasado y que consiste en mostrar algunos trabajos de los actuales integrantes de la Academia Nacional de Letras del Uruguay. El trabajo que queremos presentar hoy se titula “Lenguaje inclusivo en 2020 – Eso solo lo entendés vos que sos lingüista… y a nadie más le importa”. Pertenece a la académica Virginia Bertolotti y es más extenso (invitamos a su lectura completa en www.academiadeletras.gub.uy); por una cuestión de espacio ofrecemos solo un fragmento:
¿Si la sociedad es machista y siempre fue machista, por qué está mal pensar que el masculino es consecuencia de ese mundo heteropatriarcal?
Hay una razón empírica para poder sostener que está mal. La distribución de roles, la explotación de la mujer, la trata de mujeres, la sobrecarga laboral no se muestra de formas distintas en sociedades en relación con distintos sistemas gramaticales de género de las lenguas que se hablan en ella. ¿Qué mujer lectora de este texto estaría dispuestas a ir a vivir a Turquía en donde se habla turco, lengua sin género? Ver las cosas de esa manera es intentar ver la historia de la humanidad a través de la gramática de una lengua, lo cual no parece tener mucho sentido histórico ni antropológico.
Desde nuestra sensibilidad presente, y con la evidencia arqueológica disponible, podríamos asegurar que buena parte de las paleosociedades merecerían el calificativo de heteropatriarcal. Siguiendo la idea de que la lengua es un reflejo directo de la sociedad, ninguna lengua del mundo debería tener entonces sino un sistema de marcas de concordancia nominal (géneros) dominado por el masculino o solo con masculino.
¿Y para qué sirven los géneros entonces?
Para procesar información. En la lengua española y en muchísimas otras, la concordancia nos permite saber cómo tenemos que procesar (inconscientemente, claro) la información sintáctica. En una frase como El estudiante y el elefante tomaron agua cantarines, la concordancia –“es” del plural me permite saber que tengo que combinar el adjetivo cantarín con el grupo el estudiante y el elefante y no con agua. En situaciones comunicativas en las que nos es necesaria de definición detallada de los referidos, concordamos con el masculino. Y nada impide que cuando sí queremos comunicar la diferencia lo podamos hacer. Podemos decir, por ejemplo, Tanto los niños como las niñas quedaron contentos con sus sorpresitas en el cumpleaños, si es que las sorpresitas eran distintas para unos y otros. Esperemos que no.
¿Pero por qué se usa más el masculino que el femenino?
Porque lo natural es que las lenguas «sinteticen» información. Cuando decimos en la pandemia no tuvimos clases presenciales, no enumeramos las mañanas, y las tardes, y las noches, o los días o las semanas en que fuimos presos del COVID. Sin embargo, todos entendemos que la expresión abarca todos esos períodos temporales de nuestra vida. Cuando les enviamos un mensaje a través de la plataforma diciéndoles estamos muy contentas con el esfuerzo que ustedes han hecho por mantenerse activos en el curso, ninguno se siente excluido, porque no escribamos estamos muy contentas con el esfuerzo que tú-1, tú-2, tú-3, tú-4…. hasta llegar a tú-211 han hecho por mantenerse activos en el curso, esto es, que no individuemos con su propio pronombre a los 211 estudiantes que están participando en el curso en el día de hoy. Si las lenguas no contaran con estas posibilidades de economizar, no podríamos comunicarnos con fluidez.
En síntesis, las marcas de género, como las de número, están al servicio de la concordancia sintáctica y, en español hay dos formas, donde una «sintetiza» las dos posibles. Si el español tuviera dos géneros, y el que neutralizara (el que «sintetizara») fuera el femenino, seguramente no estaría escribiendo esto. Pero podría haber sido. Podría haber sido, pero no fue. Y, como ya dije, no tenemos evidencia histórica que nos permita establecer esa relación entre roles sociales y procedimientos de concordancia gramatical. Para abundar, les comento que hay sociedades patriarcales en cuyas lenguas el genérico es el femenino…”.
Virginia Bertolotti (Montevideo, 1967. Lingüista y docente. Miembro de la Academia Nacional de Letras desde 2014)