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martes, 25 de marzo de 2025
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Fue una hazaña

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cartapacio_logoFue una hazaña. No vamos a decapitar las estatuas que de ella se levantaron ni a llamar al parricidio. El campeonato se ganó. A todos nos hubiera gustado gritar el gol de Ghiggia en la cara del gigante, subir al tranvía con la banderita y adorar a los campeones. Pero llegamos para ver el resplandor de los recuerdos de otras generaciones y ello nos da el lugar a volver hacia aquel pasado e interrogar sobre lo que nos contaron. Volver a pensar en los símbolos y las señales de identidad. Ver la toma emblemática de Alfredo Testoni cuando Schiaffino convierte el primer gol o algún film entrecortado donde una multitud de sombrero por la avenida 18 de Julio venera a los exponentes de la «garra charrúa», al gran capitán Obdulio Varela.
Muchos todavía se ofuscan cuando alguien dice que el campeonato se logró porque  los países europeos recién salían de la guerra y no habían tenido tiempo necesario para  desarrollar el fútbol. Esa hipótesis, o cualquier otra, no tiene fuerza para quitar el significado de gesta que tuvo el triunfo de Uruguay ante Brasil en el estadio Maracaná.
Abundan los testimonios de ambos lados. El que sin dudas se destaca por su originalidad es el de los brasileros Jorge Furtado y Ana Luiza Azevedo, directores de la película Barbosa (nombre del arquero de la selección brasileña de entonces) donde el personaje inventa una Máquina del Tiempo, viaja a la tarde del 16 de julio de 1950 y detiene la pelota que Ghiggia coloca contra el palo.
Nosotros quedamos con el recuerdo de los vencedores grabado en miles de páginas, en celuloide, en voces anudadas por la emoción. Los datos que enmarcan la victoria la hacen única: 200000 espectadores en contra, una selección brasileña que en los dos partidos de las semifinales había convertido trece goles y ganado por amplio margen, un equipo uruguayo que había empatado sobre el final a España y, también sobre el final,  ganó tres a dos a Suecia. Nada alentaba un triunfo de la celeste. Pero la selección uruguaya ganó la final y echó a andar al mito, a la leyenda del capitán glorioso que va a brindar con los vencidos.
En ningún caso se recuerda el accidente de avión que, un año antes, modificó los pronósticos sobre el campeonato del mundo de 1950. Según el periodista  español  Eric González,  el accidente cambió la historia del fútbol. «Es probable que no hubiera existido ni el maracanazo del Mundial de 1950 ni la posterior hegemonía brasileña», subraya.
La tragedia ocurrió el 4 de Mayo de 1949. El avión trimotor Fiat G 212 de Alitalia se estrelló en medio de una fuerte tormenta contra la torre de la Basílica de Superga, ubicada en la cima de la montaña. Faltaban menos de veinte kilómetros para descender en el aeropuerto de Caselle. El vuelo provenía de Lisboa donde el equipo de Torino había jugado un amistoso contra el Benfica. En el accidente murieron los treinta y un ocupantes, dieciocho eran jugadores del Torino. Diez de ellos, eran titulares de la selección nacional de Italia. Lo llamaban el Gran Torino. Había ganado cinco campeonatos en forma consecutivas, convertido ciento veinticinco goles en cuarenta partidos y se decía que era «el mejor equipo del planeta, liderado por Valentino Mazzola». También a la selección «azzura», (sólo el arquero no era del Torino), se la calificaba como la mejor del mundo.
El accidente, conocido como Tragedia de Superga, conmocionó a Italia y trascendió lo deportivo. Se declaró duelo nacional y el día del entierro una multitud acongojada de más de un millón de personas despidió a los campeones.
El Torino jugó el resto del campeonato con juveniles y los otros equipos, en honor a los futbolistas fallecidos, integraron sus planteles principales con las divisiones inferiores.  River Plate de Argentina viajó a Italia con sus primeras figuras para jugar un amistoso con el Torino en solidaridad con los familiares de las víctimas del accidente. El encuentro se realizó el 26 de mayo de 1949 frente a setenta mil emocionados espectadores que no cesaron de saludar el inolvidable gesto del club argentino.
Otra actitud conmovedora fue la de Ricardo Carapallese, destacado jugador del Milán, quien pidió ser traspasado al Torino para ayudar a mantenerlo en primera línea.
Al director técnico de la selección italiana Vittorio Pozzo le tocó, junto a otros, la penosa tarea de identificar a los cadáveres. Pozzo conocía muy bien a aquellos muchachos, conocía el talento de cada uno y la armonía y la garra con que se movían en equipo. A ellos había apostado para ganar la copa del mundo. El técnico quedó tan  conmocionado con el episodio que, al año siguiente, cruzó el Atlántico en barco con la nueva  selección italiana. Llegaron a Brasil para abrir la puerta de otra historia.

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