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Hace 58 años aparecía «Rayuela», de Julio Cortázar

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Hoy por: jorge Pignataro

También en febrero, como la muerte de su autor

se trata de una novela que se ha convertido en una referencia verdaderamente ineludible para quien pretenda estudiar la literatura latinoamericana del siglo XX. Solo el hecho de que presente diferentes maneras de leerla en cuanto al orden a seguir de sus capítulos, ya es «un verdadero trabajo de ingeniería», como fue dicho alguna vez.

Vale aclarar que puede leerse de modo «normal», o sea secuencialmente de principio a fin; o de la forma «tradicional» que propone Cortázar, que es leyendo secuencialmente desde el capítulo 1 hasta el 56 y prescindiendo del resto; por la secuencia indicada por el autor en la primera página, que es saltando y alternando capítulos; o en el orden que se desee.

«Rayuela» salió a luz (por Editorial Sudamericana) el 18 de febrero, como hoy, del año 1963. Pero febrero además, siempre trae al recuerdo a su autor, a Julio Cortázar. Sucede que falleció el 12 de febrero de 1984, en París (allí vivía desde hacía varios años e incluso se había nacionalizado francés). Nació en Bruselas en 1914, pero era hijo de argentinos y vivió en Argentina desde muy pequeño, por lo que es muy frecuente encontrar datos biográficos, tanto en libros como en la web, que hablan del «escritor argentino» Julio Cortázar.

Lo que importa es que fue de los autores fundamentales para que la literatura latinoamericana «despegara» a mediados del siglo pasado (fenómeno que algunos llaman «Boom»), que fue quizás el más innovador, transgresor y arriesgado entre todos sus colegas, y sin dudas uno de los mejores creadores con la palabra. Cuando se habla de su rasgo rupturista, innovador, hay que decir que lo hace tanto en los temas que aborda (muchos de ellos hasta entonces tabúes) como en estilo, es decir, en forma y contenido. Si de estilo renovador se habla, novelas como El Libro de Manuel (1973) y principalmente Rayuela (1963), son claros ejemplos.
Como el mejor homenaje a un escritor es leerlo, le damos la palabra:

RAYUELA – Capítulo 7
«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.»

Cortázar habla de Rayuela
«A mí se me ocurrió -y sé muy bien que era una cosa difícil, realmente muy muy difícil, intentar escribir un libro en donde el lector, en vez de leer la novela así, consecutivamente, tuviera en primer lugar diferentes opciones. Lo cual lo situaba ya casi en un pie de igualdad con el autor, porque el autor también había tomado diferentes opciones al escribir el libro.
Este libro es una tentativa para ir hasta el fondo de un largo camino de negación de la realidad cotidiana y de admisión de otras posibles realidades, de otras posibles aperturas.

Bueno, y para mi gran sorpresa, y mi gran maravilla, yo pensé, cuando terminé Rayuela, que había escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores de mi edad. La gran maravilla fue que ese libro cuando se publicó en la Argentina y se conoció en toda América Latina, encontró sus lectores en los jóvenes, en quienes yo no había pensado directamente jamás al escribir ese libro.

Entonces, la gran maravilla para un escritor es haber escrito un libro pensando que hacía una cosa que correspondía a su edad, a su tiempo, a su clima, y de golpe descubrir que en realidad planteó problemas que son los problemas de la generación siguiente. Me parece una recompensa maravillosa y sigue siendo para mí la justificación del libro…».

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