El mundo se hace día a día más individualista, la pandemia provocó que muchas de las interacciones sociales desaparecieran o quedaran prácticamente nulas.
Por otro lado quizá ayudó a que las personas se volvieran más reflexivas, tratándose de encontrarse con sigo mismas o conociéndose un poco más en su interior.

Tener la habilidad de escuchar y escucharse es la base de la comunicación.
Saber escuchar, tomarse el tiempo para hacerlo convierte a las personas en más empáticas.
Escucharse a si mismo permite encontrar un equilibrio emocional necesario para poder sobrellevar el día a día con menos dificultades.
Escuchar y escucharse es el gran desafío de estos tiempos que corren.
«Ser escuchados es una necesidad, quienes no se sienten
escuchados, se sienten solos, excluidos, aunque estén en compañía»
Claudia Rosa – Licenciada en Psicología
EL PUEBLO dialogó con la Licenciada en Psicología, Claudia Rosa, quien destacó la importancia del escuchar, tanto a los demás, como a uno mismo. La profesional resaltó durante la entrevista que, el «saber escuchar es saludable, enriquecedor y solidario, además de constituir una buena terapia».

¿Cómo escuchamos al otro y a nosotros mismos?
Solemos escuchar de forma precipitada y sin atención. El «saber escuchar» es una habilidad difícil de encontrar. Muchas veces no escuchamos porque nuestra atención está centrada en lo que vamos a decir después de que termina de hablar la otra persona, siempre queremos dar una respuesta o una solución, tendemos a arreglar las cosas con un consejo; sin saber que el silencio también puede ser una respuesta.
Cuando se logra el silencio interior, nos preparamos para hablar mejor y también para escuchar mejor. Mejora nuestra relación con nosotros mismos y con las personas que nos rodean.
La mayoría de las veces tomamos tres posiciones a la hora de escuchar: de consejero, víctimas o jueces. Cuando estamos en el lugar de consejeros, colocamos al otro en un plano de inferioridad y debilidad, lo que provoca un aumento de inseguridad y angustia. De esta manera no logramos ayudar porque actuamos desde nuestro lugar, desde nuestra historia personal.
Cuando escuchamos desde el lugar de víctimas, simplemente dejamos de escuchar porque cuando alguien comienza a contar algo empezamos a procesar las consecuencias o formas que nos vemos afectados de lo que nos está diciendo. Un ejemplo, podría ser cuando nuestro jefe nos comunica algo que va a modificar nuestras condiciones de trabajo.
Muchas veces escuchamos desde una postura crítica, como jueces, mientras el otro habla, vamos viendo si aprobamos o desaprobamos lo que está diciendo, enjuiciando cada minuto.
Hoy en día el gran problema es no saber escuchar, por eso hay tantos problemas en las parejas, en la familia, grupo de amigos, por la falta de comunicación y la mala interpretación. Si aprendiéramos a escuchar empáticamente se evitarían muchos conflictos, divorcios y malos entendidos.
Además es importante saber que escuchar tiene beneficios, tales como elevar la autoestima del que habla, permite sentir que lo que dice es importante para el que lo escucha. Además permite al que escucha identificar intereses y sentimientos.
Lamentablemente no nos escuchamos como merecemos, sino que solemos escucharnos ignorando la conversación, fingiendo o de forma selectiva, oyendo solo ciertas partes. Esto pasa porque nuestros intereses están puestos en otras cosas. Se ha perdido el reconocimiento del otro, y solo cuando el otro te contesta vos existís.
Si no hemos aprendido a escuchar, menos lo hacemos con nosotros mismos. Esto es un problema, ya que actualmente vivimos para hacer, pendientes del trabajo, la familia, y ni siquiera nos detenemos a escuchar cuando nuestro cuerpo y mente nos habla. No tenemos tiempo para pararnos a pensar que es lo que realmente queremos.
Estamos acostumbrados a dedicarnos a las obligaciones, aquellas cosas que debemos hacer. Esto lleva a un desgaste y un cansancio, que muchas veces no somos conscientes de ello. No nos cuidamos como deberíamos, no nos valoramos y entendemos, no nos pensamos. Es importante aprender a escucharnos, saber qué es lo que queremos, qué nos hace feliz, porque, además, mejorará nuestra relación con los demás. Nos permite auto conocernos y crecer personalmente.
Escuchar nuestros pensamientos y emociones sin juzgarnos, está buenísimo.
En tiempos complejos como los actuales, el escucharse ¿constituye una buena terapia?
Efectivamente, en la actualidad el ser escuchado aporta muchísimo, constituye apoyo, descanso y comprensión. No es fácil escuchar activamente, porque de alguna manera implica dejar de hacer, siendo que hoy en día, el ritmo de vida social actual, está más enfocado al hacer.
Vemos todo el tiempo en la calle, con el vecino, en el supermercado como las personas manifiestan la necesidad de ser escuchadas, de ser atediadas y comprendidas. Muchos necesitan hablar para descargar su angustia, su dolor y más en estos tiempos donde se está atravesando por momentos difíciles de incertidumbre.
La escucha como elemento esencial en la terapia implica algo más que una habilidad comunicativa del terapeuta, es una disposición personal de éste para querer entender la vivencia del otro.
Ser escuchados es una necesidad, quienes no se sienten escuchados, se sienten solos, excluidos, aunque estén en compañía. Necesitamos ser escuchados para curar nuestra mente, nuestro corazón, nuestro espíritu; sin necesidad de recibir un consejo.
Hay falta de comprensión, de interés por el otro. Los medios de comunicación han ocupado gran parte de ese lugar. A veces estamos con otros juntos pero, sin estar con los otros, porque cada uno está con su celular.
Saber escuchar es saludable, enriquecedor y solidario, además de constituir una buena terapia.
«Las personas tendrían que charlar de lo que nos pasa antes que el cuerpo hable más fuerte y nos mande una enfermedad para que paremos un poco»
Para Hilda María Amorim, Técnica Radióloga
Para la Técnica Radióloga Hilda María Amorim, quien por su especialidad y sensibilidad trabaja con personas con cáncer de mama y otras patologías, ha llegado a un nivel de comprensión y entendimiento sobre la necesidad de mirarse introspectivamente, como hablando con uno mismo, escuchando lo que el cuerpo tiene para decirle, y además, tratar de encontrar el tiempo y la posibilidad de escuchar y hablar también con otras personas, en este mundo agitado, que en estos últimos meses ha debido ralentizarse y hasta aislarse a causa de la presencia de un enemigo invisible como es el COVID-19.

- ¿La gente se da tiempo para ponerse a pensar en uno mismo?
- Yo le diría que pocas personas lo hacen, y es algo muy recomendable como un camino introspectivo muy importante. A veces trabajando con personas nos damos cuenta que recién en el momento en que se diagnostica una enfermedad, y le digo, por ejemplo, mi trabajo, que está relacionado al cáncer de mama, se dan cuenta que han transcurrido por la vida muy rápido, sin ver, sin pensar, sin valorar lo que tienen. Detenerse y mirarse, no es una tarea fácil, pero tampoco imposible.
A modo de reflexión pienso que las personas tendrían que reunirse entre amigos y charlar, en vez de charlar de otros temas, charlar un poco de lo que les pasa, o hacerlo con algún profesional. Reflexionar antes que sucedan cosas, antes que el cuerpo hable más fuerte y nos mande una enfermedad para que paremos un poco. Nosotros lo hemos visto mucho con el cáncer de mama como le decía, y a veces las reflexiones llegan tarde, pero igualmente producen cambios que son muy positivos.
- ¿Hablar con uno mismo?
- El pensar, el ver dónde estoy, qué es lo que me gusta, hacerme un tiempo para lo que me gusta hacer, en vez de pasar el día entero enfocado en cosas externas, sin detenernos ni escuchar al cuerpo y a las emociones. Es muy importante escuchar a nuestro cuerpo.
Hoy por hoy hay muchas lecturas y meditaciones, entre otras herramientas, de fácil acceso y que no llevan tanto tiempo practicarlas, ¡hay que hacerse el tiempo!
- ¿Qué es más fácil, escuchar a los demás o tratar de escucharse a uno mismo?
- Son dos temas difíciles, en general, las personas no se escuchan. Hay muchos malos entendidos en la comunicación, personas que piensan que dijeron una cosa, el otro que interpreta otra. Pienso que ambas cosas son importantes, escuchar a la persona que nos está queriendo dar algún mensaje, pero, sobre todo, primero escucharnos. No vamos a poder escuchar a nadie si no estamos realmente entendiendo que es lo que nos sucede.
- ¿Hablar entre todos nos ayuda?
- Por supuesto, es fundamental. En estos momentos del COVID-19, el aislamiento es una de las situaciones que más golpea. Los grupos de amigos, las reuniones, las charlas han desaparecido, esas ausencias se están sintiendo mucho, sobre todo en la gente joven que pierde de esta manera sus referencias y sus grupos de sostén. Así que primero, el camino interno y luego compartir con otros, ¡eso es muy importante!
El silencio como elemento fundamental para escuchar y ser escuchados
Capilla de Adoración Perpetua
esde la religión, desde la fe, existe una visión sumamente interesante sobre la importancia del escuchar. Es que se trata de una práctica necesaria en ese ámbito y que habitualmente se asocia con el silencio que reina en iglesias, capillas, templos, etc. En Salto existe la Capilla de Adoración Perpetua, ubicada en Elías Pascale 385, donde las 24 horas de todos los días del año las puertas están abiertas para quien desee acercarse: «porque la necesidad de escuchar a Dios o ser escuchado por Dios no tiene día ni horario», dijeron a EL PUEBLO algunas de las Adoradoras que allí se desempeñan. Con varias de ellas dialogó este diario para el informe de hoy, pero todas prefirieron no ser nombradas pues entienden que «lo importante es difundir el mensaje, no la publicidad de las personas que estamos».

Silencio profundo
Apenas uno se acerca al lugar, nota que el silencio es el gran protagonista. Y sobre él se inicia nuestra conversación con quienes allí nos atienden: «aquí hay un ámbito de silencio profundo que genera un diálogo íntimo con Jesús para el que es creyente, y para el que no es creyente, que también viene, genera paz». Consultadas respecto a qué comenta comúnmente la gente sobre ello, dicen que «muchas veces escuchamos comentarios sobre la sensación de paz, de sosiego, de descanso que se genera aquí. A gente que está pasando una situación difícil, le decimos que venga justamente por eso. Lo decimos desde la fe, pero a veces viene gente buscando paz no desde la fe, sino desde lo sensorial nomás. En ese silencio es que podemos aclarar ideas, sentimientos, pensamientos que a veces nos paralizan o nos agitan y nos hacen actuar sin sentido. Ahí mismo se nos viene eso que está en la Biblia sobre el profeta que fue a escuchar a Dios y Dios no estaba en la tormenta, ni en los truenos, ni en el fuego, llegó en la brisa suave, hablando desde el silencio. En el silencio podemos hablar y expresar lo que muchas veces nos ahoga. El señor nos hace capaces de escucharlo a él y de escuchar a nuestros hermanos, y ser escuchados, escuchados por Dios y también por nuestros hermanos. Hay una frase de la Madre Teresa de Calcuta que dice: Silencio de los ojos, silencio de los oídos, silencio de la boca, silencio de la mente, en el silencio del corazón Dios habla».
Ser escuchados por Jesús… «se trata de un encuentro con Dios»
«Lo importante de un creyente es tener la certeza que somos escuchados por Jesús, en el Santísimo Sacramento, que es la Eucaristía, es decir, Jesús hecho pan que quiso quedarse de esa forma entre nosotros y que no solo se deja comer sino que también se queda en cada capilla de adoración perpetua y en cada sagrario de cada iglesia, para que lo visitemos y podamos escucharlo y ser escuchados. Él nos da su paz, su fortaleza y sabiduría. Por eso en esta capilla no se habla en voz alta, no se reza en voz alta. En ese silencio aprendemos a escuchar. Silencio de nuestro cuerpo y de nuestra mente, para comunicarnos con quien nos ama infinitamente y con una fidelidad absoluta. Así, en esta certeza de sabernos amados es que nos entregamos a su amor majestuoso, y en esta entrega estamos los católicos y los que no lo son. En esta capilla, en esta forma de comunicación, se encuentra el amor y la presencia viva de Jesús, se trata de un encuentro con Dios. Nos encontramos con quien nos ama tal como somos, sin tener que cambiar. En ese amor descubrimos la importancia de su presencia tan sencilla, fiel, amorosa y con ternura absoluta. Después ya no salimos más de ese amor».
La comunicación y el mayor «escuchador»
Enfatizan las Adoradoras en que el tema de escuchar y escucharnos «está totalmente relacionado con la comunicación; no podemos hablar de escucharnos si no hablamos de comunicación». Y entonces reflexionan: «Actualmente ya no hay lugar de comunicación, estamos muy esclavizados con la tecnología, con los celulares y esas cosas…El hombre cada vez tiene más información pero menos contenido. Entonces se va dejando de lado la escucha y el diálogo. Nosotros tenemos desde la fe nuestra manera de vivir. Por eso tenemos un lugar especial que es nuestra capilla de oración, para el encuentro y la escucha, para el encuentro íntimo con Jesucristo.

Es este silencio el que puede llevarnos a poder hablar y expresar lo que nos está pasando; el señor obra en nosotros y nos hace capaces de hablar y de escuchar. Él es el mayor «escuchador», escucha pero no juzga, no tiene en eso un criterio humano, sabe nuestra historia, nuestras intenciones más que nuestras acciones… y más que nadie conoce nuestras necesidades».
Para poder recuperarse, un alcohólico necesita escuchar y sentirse identificado
Alcohólicos Anónimos
Para este informe EL PUEBLO requirió también la palabra de algunos integrantes de Alcohólicos Anónimos (AA), comunidad que ya tiene en Salto más de cuarenta años, con varios grupos en funcionamiento. En las siguientes líneas, las palabras citadas de integrantes de AA son reales, no así sus nombres, que fueron cambiados para mantener el anonimato.
Entre quienes hablaron hubo una idea que se repitió constantemente y es la de escuchar como «base de nuestro trabajo, porque se trata de un programa de identificación».
Consultados sobre qué significa esto, explicaron que consiste en un programa en el que cada uno toma conciencia de su problemática al ver la misma o muy similar situación reflejada en el otro, pero, para eso, se necesita que ese otro cuente sus experiencias. Y para sentirse identificado con ellas, lo primordial es hacer «una escucha atenta y con mucha concentración y respeto».

Hablar y escuchar
Francisco por ejemplo, da una explicación un poco más técnica sobre la importancia de escuchar y hablar en la recuperación de un alcohólico o quien padece la adicción a cualquier otra sustancia: «a mí siempre me explicaron que la letra «a» de «a-dicción» es como la negación de «dicción», o sea que, como «dicción» significa «decir», el adicto no puede decir, no logra expresarse, y se refugia en el alcohol o la droga que fuese. Una vez que logra hablar, decir, expresar, sacar de adentro, empieza su toma de conciencia y seguramente su recuperación. Y lo ideal es que cuando eso suceda, haya quien lo escuche. Entonces ahí está la clave de lo que me preguntabas sobre la importancia de escuchar. Porque además, quien lo escucha puede prestarle atención o no. Pero en un grupo donde todos compartimos el mismo problema, es seguro que lo que uno cuente va a interesar a los demás y se lo va a escuchar, es más, muchos o todos, se van a sentir identificados con ese testimonio y ahí se cumple el objetivo de la identificación de la que tanto hablamos».
Ricardo, alcohólico: «Escuchar a cada compañero nos da la creatividad para después hacer algo propio»
«Para mí es un grato momento cuando me preguntan qué significa en mi vida el escuchar», comenzó diciendo Ricardo. Y luego prosiguió: «Porque me permite decir que escuchar es muy fundamental, eso siempre lo recalco en cada encuentro que tenemos. Yo lo hice así y me dio mucho resultado. Escuchar a cada compañero nos da la creatividad para después hacer algo propio; y que nuestra acción o actividad de recuperación podamos transmitirla a otras personas. Yo desde que empecé a escuchar con mucho respeto a los demás, empecé a practicar cada cosa de lo que escuchaba de cada compañero, de lo que ese compañero estaba padeciendo. Porque me hace sentir en carne propia lo que está pasando el otro, quizás no lo había padecido así todavía, pero podía estar llegando a ese momento. Entonces agradezco a eso y digo que en realidad escuchar es algo muy satisfactorio para cada uno de nosotros».
Carmen: «Escuchar es una conducta sencilla, simple, y muy sanadora»
Otro de los testimonios recogidos por EL PUEBLO sobre el tema, es el de Carmen, quien tiene varios años ya de participación en la comunidad de AA. Así se expresaba: «Una de las cosas que siempre decimos en AA es: sentate y escuchá. Algo tan simple como eso, pero escuchar realmente. Al principio yo escuchaba pero como obligada, me entraba por un oído y me salía por el otro. A veces pasa que uno pone la cara como que está escuchando pero no escucha, porque el egoísmo del ser humano es tan grande que uno lo que quiere es hablar y que lo escuchen. Por eso uno paga terapias con profesionales, a veces solo para ser escuchado. Así está la sociedad. Pienso que escuchar es tan simple como un abrazo, es sanador, sana poner el oído, pero realmente. En AA funciona así, hablar con respeto y escuchar mientras el otro habla, y escuchar con el alma. Esa es una de las conductas que yo tuve que aprender, yo no sabía escuchar. La persona está hablando y uno a veces está con la mente en otra parte, o pensando: ¿no terminará de una vez?, o: que se calle que tengo que irme…Sin embargo cuando realmente ponés el corazón más que el oído y escuchás a la otra persona, eso sana. En AA el dicho es: por la boca nos enfermamos y por la boca nos curamos.
Hay que sacar el vidrio molido, lo que nos duele, y que haya quien escuche también. Yo soy verborrágica, cuando llegué (a los grupos de AA) hablaba mucho, después fui aprendiendo a escuchar. Lo veo también permanentemente en la calle, hablamos mucho y escuchamos poco.
Escuchar es una conducta sencilla, simple, y muy sanadora».
«Es un asunto cultural, seamos o no practicantes religiosos, fuimos educados en esa cultura»
Alberto Chiriff
El escuchar al otro, el escucharnos a nosotros mismos, parecería ser una de las tareas más difíciles a la que nos enfrentamos en la actualidad. El mundo individual ha tomado una preponderancia tal, que imposibilita – aunque irónicamente en un mundo hiper conectado-, el relacionamiento profundo entre las personas. Al mismo tiempo, el perdón, parecería ser una de las principales causas que posibilitan ese mejor y mayor relacionamiento entre los seres humanos. Tema cultural, filosófico o moral intrínseco en nuestra sociedad, que se encuentra presente fuertemente en nuestra idiosincrasia.

Alberto Chiriff incursiona en un estudio profundo al respecto, por lo cual, compartimos con ustedes algunos de los principales conceptos.
FILOSOFÍA A CARA DE
PERRO
No he hecho, aún, un taller sobre el perdón. Lo tengo planificado para mis encuentros de «Filosofía a cara de perro», que son encuentros de filosofía en la calle, pero no lo he realizado aún; me urgen otros temas sobre los que he realizado encuentros.
Sobre el perdón vengo trabajando hace unos tres años, preparando un material sobre Filosofía y Memoria, junto a la Profesora Laura Obrer. La idea es elaborar un material para trabajar sobre la memoria individual y la memoria social. Esto incluye el tema del perdón, la memoria, la justicia.
ABORDAJE FILOSOFICO
Occidente tiene, entre sus matrices culturales, una fuerte impronta de las tradiciones judío cristianas. En el campo de ética tiene un peso fundamental el mandato del perdón, como reza la oración: “Y perdónanos nuestras deudas, como, también, nosotros perdonamos a nuestros deudores.» (Mateo 6:12). El perdón es una innovación del cristianismo y se puede hacer su genealogía a través de los textos bíblicos, en lo que Amelia Valcàrcel llama “perdones fundantes». No existe en Oriente, y para los griegos no era un problema. Es introducido por el cristianismo como imperativo moral y se extiende y desarrolla en alianza con el imperio romano. Seamos o no practicantes religiosos, somos educados en la cultura del «perdón», ya que impregnó nuestra matriz cultural: perdón por hacer algo, por no haberlo hecho, el perdón como virtud, perdón como disculpa o por faltar el respeto. Y el perdón está entreverado en nuestro lenguaje con sentidos diversos: perdón como excusa, como saludo, para pedir permiso, y otros. El perdón, en la tradición judeo cristiana, opera como un dispositivo de control y disciplinamiento; educa en la sumisión.
Si bien el perdón está presente en nuestras prácticas cotidianas, y parecería que todos estuviéramos compartiendo sus sentidos, no sería tan fácil ponernos de acuerdo sobre qué es el perdón. ¿qué sería el perdón? Jaques Derrida aborda el tema procurando llegar a un concepto que evite los equívocos, a veces intencionadamente, principalmente provenientes de los debates políticos, con temas como la disculpa, la amnistía o el pesar.
Ahora, ¿a qué llamamos «perdón»? ¿Hasta dónde? ¿Qué es aquello que requiere un «perdón»? ¿Quién requiere, quién apela al perdón? Preguntas que se hace Derrida y que son disparadoras de una reflexión profunda sobre el perdón, y complejiza algo que damos como obvio, y que de sólo pensarlo un poco, asoman problemas con «el perdón».
EL PERDÓN Y LA JUSTICIA
Derrida señala la aporía del perdón: el perdón perdona sólo lo imperdonable. Para Derrida, el perdón puro es gratuito, infinito, no económico, incondicional, sin finalidad ni normativo. Retomando el perdón desde su aporía de que es posible sólo si es imposible, la intención del autor es despejar del concepto de perdón todo rasgo de utilidad, de interés, de intercambio. Si hay condiciones o sirve para un fin, el perdón no sería puro.
Derrida entiende que este concepto de perdón no tiene lugar en el derecho y es heterogéneo al orden jurídico; no tiene nada que ver el perdón con la Justicia. Ante un crimen debe actuar la Justicia, se puede perdonar o no, pero debe haber justicia; aunque el agraviado perdone, la Justicia, no. El perdón no es justo, ya que perdonar implicaría renunciar a un derecho. Si la ley dejara de ejercer el castigo no sería ley; la ley, por tanto, no puede olvidar ni perdonar.
En la justicia hemos delegado la capacidad de ponernos en paz, pero nadie puede perdonar por otro. El perdón, si existiese, correspondería sólamente al ofendido, a la víctima.
EL PERDÓN Y LA MEMORIA
El perdón es un tipo de novedad normativa que tiene que ver sobre todo con la memoria. La memoria humana nunca funciona sin un trasfondo valorativo.
En el período pos dictaduras, los diversos países de la región han transitado diversos caminos en cuanto a los crímenes del terrorismo de Estado. En algunos casos con leyes de amnistías, indultos, y reclamando el olvido y el perdón como forma de «superar» los traumas de ese período. Por otro lado las víctimas y organizaciones de Derechos Humanos reclamando verdad y justicia.
Parecería que la única manera de superar un período marcado por crímenes y enfrentamientos, sería a través del perdón, pero ¿sería realmente así? ¿Qué papel jugaría la justicia en la superación de estos conflictos? ¿Sería posible perdonar crímenes tan atroces como torturas, violaciones, secuestro de niños, desapariciones? ¿Qué consecuencias traería perdonar esas atrocidades? ¿Quién tiene derecho a perdonar?
Entonces está bueno detenerse en esas cuestiones que normalizamos, de tan cercanas, tan cotidianas, que damos por obvias; entre ellas el perdón. Si nos educan para perdonar, y es tenido por una práctica virtuosa, ¿cuáles son los supuestos de los «perdones fundantes» de los textos bíblicos, qué intereses aparecen solapados? ¿A quién beneficia el perdón? La proliferación de la cultura de la «auto ayuda» vanaliza el perdón, pero ¿realmente es posible una «sanación» a través del perdón? Si el perdón es virtud ¿dónde colocamos la justicia? Para esto es necesaria una actitud crítica, que por otra parte, se nos escamotea en nuestra educación y en nuestra sociedad.