Por Dr. Adrián Báez
Estimados lectores. 181 años de historia, transforman al Partido Colorado (junto a su tradicional adversario, el Partido Nacional, quien el pasado 10 de agosto celebró la misma cantidad de años), en una de las colectividades políticas más longevas del mundo.
Habiendo sido la mayor parte de dicha historia, gobierno nacional; hoy se enfrenta a una cruda y triste realidad que deberá revertir con mucho criterio y trabajo, para dejar de ser tan sólo una expresión testimonial, de lo que un día fue.
Ese volver a estar en la escena política nacional que marca agenda; se logrará a partir de la aparición de una aggiornada propuesta, munida de claras soluciones a las múltiples problemáticas que aquejan a la sociedad uruguaya, de la forma y con el vigor que lo hizo a principios del siglo XX con el Batllismo.
A esa batería de Políticas de Estado, se le deberá sumar un equipo sólido de políticos y técnicos, que no vean en la arena política una forma de vida en sí misma, sino que comprendan que tan sólo se trata de un medio, para alcanzar lo verdaderamente importante en una República feliz y justiciera, como la llamaba Don José Batlle y Ordóñez: el bienestar del pueblo.
Ese bienestar, no es tan difícil de alcanzar en una sociedad pequeña como la nuestra, y demostrado quedó en los 20 o 30 primeros años del pasado siglo, cuando el compromiso, el fidedigno interés de conseguir una sociedad de avanzada y la rectitud en el obrar para llegar a esa meta, era cuestión de honor, y no de mero interés masajeador de egos personalistas y mezquinos.
El bagaje histórico y tradicional que ostenta esta vieja y querida colectividad que supo cobijar bajo su ala a muchos de los más brillantes líderes democráticos de América; tiene que concientizarse de que forma parte esencial del quehacer nacional y que por ende, le quepa la nada sencilla pero enormemente necesaria tarea de resurgir como el ave fénix, para preservar esos principios y valores que tanto enaltecieron al Uruguay en el pasado, y que puede, sin lugar a dudas, hacer brillar nuevamente.
Cuando Batlle y Ordóñez fundó la tribuna democrática y bastión de la libertad por excelencia, como fue El Día, lo vendía a vintén, para que todo ese pueblo, desde el más encumbrado hasta el más humilde ciudadano, tuviera la oportunidad de saber qué sucedía en su país, y participara con su opinión de la construcción del mismo.
Pues bien; vuelva entonces el Partido de los Batlle, Arena, Brum, Grauert, Vasconcellos, Michelini, Roballo, Batalla, Sanguinetti, Atchugarry y tantos compatriotas que sin figurar laten con el más profundo sentimiento republicano, a ser lo que debe ser: un Partido con ideas claras, realizables, coherentes y avancistas.
Más que candidaturas, sectores, pases –que son necesarios pues hacen a la cosa política, pero no fundamentales en éste momento-, el Partido Colorado implora a gritos, el acercamiento a la gente y que retorne a compenetrarse y representar sus anhelos y esperanzas.
Discusión, debate, respeto al correligionario que piensa diferente, hacer funcionar las Convenciones (Nacional y Departamentales), reabrir los Comité de Barrio, darle el valor que se merece el Dirigente Barrial, eso, tan simple como eso, lo que nadie más que los colorados crearon y se olvidaron quien sabe en qué circunstancia de seguir aplicando, devolverá, sin más, la mística, la simpatía, la militancia y el respaldo de un pueblo que busca y está huérfano de caudillos, y no de omnipresentes, omnipotentes ni iluminados dirigentes que indiquen, en vez de sugerir, qué camino transitar.
El Partido Colorado; colectividad política democrática fundada por Fructuoso Rivera, afirmada en la gesta de la Defensa de Montevideo, renovada por los ideales de justicia social de José Batlle y Ordóñez y organizada sobre la base del respeto a todas sus tendencias; se encuentra entre su pasado gloriosos y la encrucijada del porvenir.
