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jueves, 20 de marzo de 2025
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En homenaje a una mujer que dejó su eterno legado

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La última entrevista a María Irene Olarreaga Gallino realizada por EL PUEBLO

Cuando se vive con pasión y alegría por aquellas cosas que se hacen, el pasar de los años no se siente, o como ella nos dijo con una sonrisa cómplice, “cada arruga guarda una historia” de esas que no son para contar a un periodista. La Señora María Irene Olarreaga Gallino nos recibió en su apartamento junto al Esc. Mario Menghi Silva, quien por ser su amigo personal, nos ayudó a realizar los necesarios contactos para poder dialogar con la Señora. Fue traspasar la puerta y la charla –que duró poco más de dos horas- dio inicio con el grabador apagado. Antes de hablar de su vida, el primer tema que salió en la conversación fue el Museo de Bellas Artes, del cual el Esc. Menghi es el Presidente de la Asociación de Amigos. El Palacio Gallino fue donado por ella y su esposo para que se transformara en el Museo que es y que lleva ganado dos Premios Morosoli por su calidad y excelencia en su aporte a la cultura.
Por esas “cuestiones de la vida me tocó ser la depositaria final, con mi marido. Se podrá imaginar que para nosotros dos era una casa muy grande, y yo consideraba que era una casa diferente a las demás. No queríamos que terminara siendo una de esas tantas pensiones, como suele suceder. Lo discutimos mucho y pensamos que el mejor destino, luego de haber recorrido un poco el mundo fue que podría ser justamente un museo, y pedimos que aparte de ser de Bellas Artes, fuese de Arte Decorativo por el edificio en sí, por lo que contiene como edificio. Le puedo decir que cada día que pasa, es una nueva satisfacción de ver la gente que va, los niños, los distintos estratos sociales que es muy importante, y cómo disfrutan”.
– ¿Qué recuerda de vivir en calle Uruguay en aquel Salto del 20?
– Una de las cosas que recuerdo mucho fue el último pasaje del tranvía de caballito, era el medio de transporte de la época.
– ¿Qué recuerda de aquella calle Uruguay?
– Todos formábamos una familia en aquel entonces porque calle Uruguay era parte de la familia de mis abuelos paternos, estaban enfrente que es donde estuvo ahora el registro, después estaban también los Recalde al lado, que eran también parientes, tenía una tía casada con uno de ellos, era todo muy familiar. Después la ciudad fue creciendo, antes iba por la calle y era todo “adiós”, “adiós”, y ahora salgo y no conozco a la gente, es como una ciudad más.
– ¿Cómo fue ser hija única?
– ¡Ah! ¿Qué le puedo decir? Una parte muy buena y otra parte lo contrario, porque claro, perdí a mi padre de beba, entonces fui muy mimada por toda la familia. Fui en aquel momento hija única, nieta única también, sobrina única por la parte materna, porque por la parte materna, gracias a Dios, tengo un montón de primas. Mis primas dicen que yo no soy prima hermana, soy hermana prima, lo que me halaga muchísimo. Nunca me sentí sola, siempre estuve muy rodeada de mis amigas y amigos… muchos han partido antes… pero por suerte tengo muchos amigos nuevos, jóvenes, que eso me aggiorna.
– ¿Y cuál es esa parte negativa de haber sido hija única?
– Y bueno, porque antes era todo compartido entre hermanos, pero yo era la hija única que tenía que estar para todo, para lo bueno y para lo malo. En aquel entonces si fallecía una persona y mi madre no iba, me mandaba a mí en representación de la familia, para darle un ejemplo.
– ¿Usted vivió en el Palacio Gallino hasta que se casó?
– No, no, viví mucho más. Yo no nací ahí, nací en la que se llamaba Plaza 18 de Julio, enfrente de lo que hoy es Plaza Artigas, en la casa que era de mi abuela, y de ahí nos mudamos cuando tenía como 6 años al Palacio, me casé allí por civil y religioso.
– ¿Qué ha sido de la amistad para usted?
– Yo he hecho un culto de la amistad, porque claro, al no tener hermanos, mis amigos, mis primas, formaban todo ese conjunto de amistades. Yo digo que eso lo recibí, porque recuerdo que mi padre, que era médico, tenía su consultorio en calle Rincón, y tenía ahí una especie de peña donde se reunían todos los amigos, discutían de arte, de música, literatura, de política. Tan es así que le llamaban el Club Narciso Olarreaga, porque entre las cosas que encontré, con los años, fue una tarjeta de regalo de casamiento que decía “Club Narciso Olarreaga”.
– ¿Así se llamaba su padre?
– Sí, y él tenía el consultorio ahí en calle Rincón, después se reunían. Por eso le digo que lo del gusto y placer de cultivar la amistad viene en los genes, porque yo también he hecho un culto a la amistad, y tengo ahora muchos amigos jóvenes, porque muchos se han ido ya, lamentablemente, la ley de la vida, no?
– ¿Cómo conoció a quien luego fue su marido?
– En la clase de inglés (se sonríe).
– ¿Fue amor a primera vista?
– Bueno, no soy así. Soy una persona que me gusta pensar las cosas. Fue cuando se inició la Cultural en Salto, que la dirigió Miss Sharp, que fue mi maestra de toda la vida que venía en aquella época de Concordia a darnos clases de inglés. Fue en ese momento que el embajador inglés fundó la Cultural en Salto, entonces ella dijo, “bueno, no puedo tener alumnas privadas”, entonces iniciamos una clase de conversación y entre ellos estaba (Jorge) Armstrong, entró ahí y nos conocimos, fuimos condiscípulos, empezamos a tratarnos y bueno, la amistad se transformó en amor.
– ¿Algo en común que tenían era que a ambos le gustaba viajar?
– Bueno, después que nos casamos, sí. Siempre doy gracias a Dios por la vida, por todo lo que me dio, me gustó mucho viajar. Porque, ¿qué pasaba? Cuando estaba con mi madre, que era viuda y sola, viajábamos poquísimo, íbamos a Montevideo o a Buenos Aires, pero nada más.
– ¿Viajaban en tren a Montevideo?
– Primero en barco, era lindísimo, se salía desde aquí, después se llegaba a Buenos Aires a las 7 de la mañana, se pasaba todo el día en Buenos Aires, se salía de noche y a la mañana siguiente se llegaba o viceversa. ¿Y después qué pasó? Se terminaron esos viajes, entonces recurrimos al tren, hasta que después comenzaron las carreteras y viajábamos en auto.
– ¿Cuál fue su primer gran viaje?
– A Europa, con mi marido. Recorrimos España, Italia, Francia, Gran Bretaña, Hungría, Grecia. Lo lindo de Grecia era el recorrido en barco…
– Hay muchas islas en el Egeo.
– Recuerdo que tomamos por el Egeo unos cinco o seis días y recorríamos isla por isla. Lamentablemente lo que encontramos en Grecia eran las copias porque los originales estaban en los museos europeos. La mayoría de las obras eran copias. Estaban tratando de recuperar las obras, las copias decían, original en el museo de Londres o en París.
– ¿Viajaban solos o acompañados por amistades?
– Bueno, por ejemplo, di la vuelta al mundo con los Santana…
– ¿Como en la novela de Julio Verne, dio la vuelta al mundo en 80 días?
– No (risas), lamentablemente no, fue en menos tiempo. Fuimos con el matrimonio Santana, un matrimonio muy amigo y querido que ya no están tampoco. Recuerdo que una de las islas por donde anduvimos la recorrimos a lomo de burro, porque los escalones eran como de tres metros.
– ¿Por qué se pusieron como objetivo dar la vuelta al mundo?
– Porque eran viajes, excursiones programadas que se hacían. Salimos de México a Estados Unidos, luego desde San Francisco fuimos al Medio Oriente y al Lejano Oriente, luego a Europa. Muy interesante fue esa experiencia.
– ¿Qué le dejaron esos viajes?
– Mire, lo que más me conmocionó fue India, por su gente, por su espiritualidad. Por ejemplo, ellos tienen la creencia que quienes mueren sobre el Ganges van directamente al Paraíso de ellos, no recuerdo ahora cómo le llaman. Entonces usted va recorriendo ahí la antesala de la muerte, los que están ya gravísimos, observa sus rostros, la espiritualidad, nos recibían con una sonrisa. Después que mueren, los sumergen y después los queman. Fue de los países que más me marcó por eso, porque con Europa, bueno, casi todos somos descendientes de europeos, tenemos muchas cosas en común, pero esa parte oriental, sobre todo ese país… Mire, fuimos y recorrimos muchos países, pero la espiritualidad y la paz de esa gente en la India fue lo que más me conmovió. Pasa que esa gente cree en la reencarnación, tienen la creencia que los que pueden ir al Ganges y toman esa agua… nos decía el guía que estaba químicamente demostrado que esa agua era pura…
– ¿Pura? ¿No está contaminada?
– Eso nos decía el guía, y uno veía ahí a leprosos en su mayoría, imagínese lo que era. Le diría que esa experiencia cambió mi forma de ser. Le voy a contar una cosa, tuvimos la oportunidad de viajar con (Zr+ Pandit Jawharll) Nehru (Primer Ministro de India, 1947-1964) en el mismo avión. Mi marido me dice, “mirá, aquel es Nehru”, estaba en la cola como para embarcar. Realmente era Nehru, pudimos comprobar que durante el viaje no tomó otra cosa que agua y no comió nada.
– Tiene alguna anécdota de alguno de sus viajes.
– Estuve en Santa María (Brasil) en un viaje que hicimos con los Santana en coche. Una noche quedamos entre dos arroyos durmiendo dentro del auto (risas). El arroyo había crecido y no daba paso, mi marido, con ese espíritu inglés, fumando en pipa, con los pantalones arremangados, probó a ver si podía pasar el coche o no. No podíamos pasar y nos quedamos entre los dos arroyos.
– ¿Era medio aventurero su marido?
– No era aventurero, las circunstancias lo llevaron a hacer eso, había crecido el arroyo, hace muchos años de esto, hace más de 40 años que sucedió.
– ¿Cómo veía a Uruguay desde afuera?
– Cuando llegaba a mi casa, decía, “¡qué linda es mi casa!”, a pesar de todo, por lo que representa el hogar.
– ¿Es productora rural?
– Soy, pero para eso tengo mi administrador, que puedo decirle que lo crié porque su mamá era íntima amiga mía y falleció siendo él muy chico. Todos se criaron muy cerca de mí y bueno, ahora es mi administrador. Son un poco mi familia.
– ¿Qué le gusta más, el campo o la ciudad?
– Según, me gusta variar. Me gustan los atardeceres del campo, mis plantas, en un apartamento es distinto. Además me tocó partir de cero con mi marido porque era un campo grande y tuvimos que hacer todo, entre la casa, galpón, todo.
– ¿A quién se le ocurrió el nombre “Las Mañanitas”?
– ¿Sabe a qué? Que en México hay un lugar privilegiado que se llama “Las Mañanitas”, donde hay un restaurant, están los flamencos que vuelan, es un lugar paradisíaco, y dijimos, “el día que tengamos alguna cosa –todavía no teníamos el campo-, le vamos a poner Las Mañanitas”. Tan es así que cuando fuimos a inscribir el campo, nuestra escribana de aquel entonces nos dijo, “es un nombre tan largo”, no importa le dijimos.
– ¿Nombre largo?
– Sí, porque era, “Las Mañanitas en Sociedad…”, un lugar paradisíaco, hasta el día de hoy.
– ¿Dónde estaba usted en el año 2000 cuando se declaró la aftosa en nuestro país?
– En Salto.
– ¿Cómo lo vivió?
– Fue un sacudón muy grande, fue un momento de angustia pero salimos airosos al final, gracias a Dios.
– ¿Cómo sobrelleva las penas? Porque una cosa son las pérdidas materiales y otra las pérdidas de seres queridos.
– Muchas más dolorosas son las pérdidas espirituales, por supuesto. El dinero viene y va, cambia de mano todos los días, ¿no piensa usted? En cambio lo otro… quedan los recuerdos.
– ¿Y cómo lo sobrelleva? Usted de chiquita perdió a su padre, con el correr de los años ha tenido otras pérdidas…
– Me acuerdo de la Madre Teresa de Calcuta cuando decía que “la vida es lucha, afróntala”.
– ¿O sea que usted es una batalladora de la vida?
– No sé si tanto, pero hay que afrontarla, muchas veces. A todos nos toca de distintas maneras afrontarla. Siempre digo que yo me achico en las cosas chicas y me agrando en las cosas grandes.
– ¿Cómo ve a la juventud de hoy?
– Ay, lamentablemente hay una gran diferencia con lo que fue la juventud que viví, pero por la juventud siempre levanto mi copa para brindar con ella, porque son el futuro, pero hay mucha decadencia, considero, respecto a años anteriores… el respeto a los mayores se ha perdido… pero hay gente muy destacada cada día, el conocimiento cada día se ha superado más.
– ¿Se pueden recuperar esos valores perdidos?
– No hay que perder nunca la esperanza.
– ¿Pasa por la familia o la educación formal?
– Creo que por la familia, el trabajo familiar, los chicos están muy solos muchas veces. Para mi lo fundamental es la familia.

Perfil
María Irene Olarreaga

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Marcha por la Vida - Viernes 28 de marzo, 19:15hs

Es del signo de Virgo (18 de setiembre) aunque no cree en el horóscopo. Cree en Dios, “¡profundamente!”, acota, “soy cristiana, católica y practicante. Le voy a contar una cosa, mi marido no era creyente, pero nunca falté en los viajes a una misa porque fuera donde fuera, él me llevaba y me esperaba como un novio a la salida”.
Dice ser de Nacional en el fútbol por simpatía, “a mi marido el fútbol no le atraía mucho, decía que se había mercantilizado”, “un visionario”, dijimos, lo que provocó la risa de todos. “El decía que el fútbol le gustaba cuando se jugaba por deporte”. Jorge Armstrong, su marido, falleció en 1998.
Si se le pregunta por sus asignaturas pendientes, responde que “asignaturas pendientes tenemos todos, ninguna en particular, tenemos un deber creo, de seguir para adelante, seguir sembrando lo que se pueda”. Sufre con los niños desamparados que andan en la calle. Su comida preferida es el churrasco con ensalada, “para tratar de no engordar” (risas). Confiesa no tener pudor en decir que es una mujer coqueta. Gusta de la música clásica y los boleros de Pedro Vargas, “cuando éramos teenagers (risas), a Pedro Vargas lo escuchábamos por radio, fue una desilusión el día que lo vimos (risas) porque el hombre no era muy agraciado”.

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