Guerrero de mil batallas. Campeón con Salto. Lateral o zaguero. Técnico también.
Y con el fútbol en la sangre… ¿qué duda puede caber? Nada fue en vano, Juan Francisco Fagúndez
«Siiiiii…claro que yo siempre iba fuerte al trancazo. Claro que sí. Lo reconozco. Pero ojo, cuando me pegaban y terminaba un partido lleno de moretones, nadie decía nada. Lo que pasa es que tampoco fui un jugador que le reclamaba a un juez cuando la ligaba yo. Me la bancaba y claro…después no faltaba alguna revancha en un mismo partido. Esto es así. El fútbol es así. A veces se juega, pero a veces se «guerrea». Yo creo que fui eso: un guerrero».
Y lo fue nomás. JUAN FRANCISCO FAGÚNDEZ se definió sin más trámite. Pegó en el clavo.
¡Es que fue un guerrero de mil batallas!
Guapo, corajudo. Temple. Sangrudo.
¡Había que pasarlo a «Pichirica!… porque además hacía valer la potencia física y el volumen del cuerpo a manera de dique de contención.
Lo empleaba hasta con astucia y si la pelota le llegaba para la escala por el lateral izquierdo, se atrevía. Como en el Salto Campeón del Litoral de 1971, con el «Gringo» Banfi en la Dirección Técnica. El Salto de «Coyungo» Bourdín, «Caballito» Méndez y Sofildo Piñeiro; el «Sapo» Texeira, «Kolilo» Maidana y «Pichirica»; Walter Finozzi, el «Carioca» Amaro, el «Pata» Izaguirre, el «Chacho» Lagos y el «Indio» Dalmao.
LOS ANDARES DE ÉL….
Siempre solía decir que «al fútbol lo llevo en la sangre y si alguna vez o muchas veces me fui de mambo con alguna patada demás, es porque sentía que había que dejarlo todo. ¿O alguien me va a acusar de no haber dejado todo en una cancha?
Yo he tenido de compañeros a grandes habilidosos, ahí están los casos del «Carioca» Amaro en la selección o «Cubilla» Hernández en River Plate. Pero cuando había que defender, los de atrás teníamos que poner el pecho. Nadie defiende de taquito. Hay que ser medio patrón en el área de uno».
«Pichirica» solía rescatar ese triángulo final del River de los años 70, con el «Boca» Sagradini y Sergio González, más Damastor Carbajal y el «Peco» Walter Fernández en los laterales.
¿Cuál era la fórmula para herir ese bloque?
Y es cierto, Juan Francisco: patrón también.
DESDE AQUEL DUBLÍN…
El hecho es ese. Dublín Central fue cuna futbolística de «Pichirica» Fagúndez. Pero con un aspecto no menor: jugador a la medida de aquellos campeonatos de los barrios, donde la guapeza lejos de pedir permiso, entraba nomás. Y cuando era gurí, de sol a sol con la globa de los sueños…»porque todos teníamos algún sueño a mano», solía repetir evocando esos tiempos de adolescencia, con tanto barrio acumulado, con tanto querer sin desvíos.
De Dublín a River Plate. Después el pase a Nacional, hasta que en 1980 decidió su último partido en el fútbol. El mismo día en que Walter Finozzi marcó el final de su trayectoria.
Los dos levantaron los brazos a la tribuna del Dickinson por última vez, cuando Ferro Carril y Nacional jugaban por una liguilla.
«Pichirica» y Walter.
¡Sabores de historia mágica!
EL DESPERTAR NO QUERIDO
Viernes 6 de noviembre.
Cuando el día venía amaneciendo y la vida de Juan Francisco Fagúndez, descubrió el último acto.
¿Por el lateral o en la trinchera?… ya no importa. Y no trasciende la posición.
Trasciende ese rescate de tanto «Pichirica»-guerrero de tantas batallas.
De miles de batallas.
Jugando. Queriendo. Guapeando. Persistiendo.
¡Era él, así!
Fue así. Con ese fútbol en la sangre…siempre.
¡Con «Pichirica» no había rendición!
¿El patrón de «Pichirica» rindiéndose?
¡No digas fútbol, que no aprendiste esa lección de entrega!
Porque, además, es cierto…la guapeza lejos de pedir permiso… ¡entraba nomás!
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
«Las finales aquellas, inolvidables siempre»
Un par de años atrás en EL PUEBLO, Juan Francisco Fagúndez fue apelando a sus memorias. Hasta que llegó una pregunta puntual. Y no dudó…»porque el fútbol me dio amigos y también de los otros. Los otros también existen y son parte de esto. ¿O no? Pero claro, yo me quedo con aquello que pasó en el 77″.
Inevitable ese año, porque «Pichirica» fue uno más en la cancha, con el mano a mano de River Plate y Ferro Carril. «Las finales aquellas inolvidables para siempre. Sobre todo, el primer partido, cuando empatamos 1 a 1. Eso fue lo más grande que viví, porque además fue un partidazo. Entre yo y Sergio (por el maestro Sergio González), teníamos la referencia directa de Walter Finozzi. Empatamos el segundo partido final, también 1 a 1 y en el tercero Ferro nos liquidó. Nos quedamos sin reservas físicas.
Ferro terminó volando. Nosotros terminamos desparramados. Pero esa primera final… ¡noooooo, eso fue lo más!»
