Brasil acaba de firmar el más importante acuerdo armamentista de su historia, con Francia, al tiempo que se anuncia que tiene al menos el conocimiento necesario para llegar a la fabricación de una bomba nuclear.
Aún cuando en su Constitución existe un voto de pacifismo que impide expresamente, según se ha señalado, que el país norteño ingrese en este campo, pero no puede ignorarse que tanto una como otra cosa apunta al camino del armamentismo.
Apenas horas después de conocerse este acuerdo y la información de referencia, se conoció también la información de que Venezuela, compraba tres submarinos de alta tecnología a Rusia y seguiría negociando otros acuerdos con la nación europea en el campo de la explotación de hidrocarburos.
Si a ello le sumamos la discutida presencia de las bases norteamericanas en Colombia, podemos tener idea de la situación en la que está entrando América del Sur.
Aunque invariablemente todos, los países que compran armas afirman que “no son para la guerra”, sino para defenderse en caso de ser atacados, nadie puede desconocer que las armas se compran para ser utilizadas. Difícilmente se guardan sin ser puestas en funcionamiento alguna vez al menos.
Es de conocimiento de todos que existen en Latinoamérica movimientos que lindan en el conflicto bélico, en especial la situación entre Colombia y Venezuela, que a pesar de lo que pareciera campo exclusivo de la diplomacia, nadie ignora que existen tensiones extremas, a punto de estallar, tal como lo ha expresado específicamente el presidente venezolano Hugo Chávez.
Las dos naciones mencionadas, más Brasil precisamente se pueden consideran las principales naciones de América del Sur en materia de armas y en especial Brasil y Venezuela, hoy socias y en buena medida compartiendo caminos, aparecen a la cabeza del sub continente cuando se trata de ubicar liderazgos regionales.
De hecho, hasta el momento Brasil y Paraguay son los dos países que aún no han ratificado el ingreso de Venezuela al MERCOSUR, como socio pleno, quizás precisamente debido a esta lucha por la hegemonía regional.
Lo más lamentable de estos hechos es comprobar que a pesar de lo que se ha tratado de avanzar en la materia, los conflictos, son las grandes motivaciones de muchas naciones que aún creen que sólo por la fuerza es posible “convencer” a los demás de sus ideas.
El dinero de los pueblos, se usa para fomentar el armamentismo, para dar vida a las grandes multinacionales que viven y lucran con la muerte, porque es claro que si no hubiera conflictos, las fábricas de armas no subsistirían. Mientras los pobres siguen esperando y amontonándose cada vez en mayor número y mayor pobreza, sin mayores esperanzas de una vida mejor. Comprar armas es una verdadera afrenta a los propios pueblos. No desconocemos los intereses de las poderosas multinacionales, muchas veces por encima de cualquier gobierno, pero tratar de enfrentarlos a costillas de los pueblos, nos parece vergonzoso.
Preferiríamos ver inversiones en alimentos, en tecnología para la producción, en viviendas, en mejoramiento de la calidad de vida de los sectores más necesitados, antes que en armas.
