No hemos conocido hasta el día de hoy político alguno que no profese buenas ideas, que no exponga buenas intenciones, que no haga promesas favorables al pueblo.
Los mensajes dialécticos abundan y todos tienen el mismo objetivo: convencer al electorado que lo que se ofrece y lo que “se hará”, será lo mejor para el país.
Pero si hemos conocido “a patadas”, políticos que han demostrado la más total y absoluta amnesia, de sus promesas y sus buenas intenciones una vez que llegaron al poder.
¿Dónde está la diferencia entonces?.
Precisamente la llave de la cuestión está en la coherencia.
El mensaje dialético, cargado de buenas intenciones es una cosa, la demostración de lo que se hace luego, la coherencia entre las intenciones y las acciones es lo que marca la diferencia, sobre todo entre quienes ya han cumplido igual función.
El electo presidente de la República tiene en estos momentos un valiosísimo crédito abierto por parte de la ciudadanía uruguaya.
Se ha convertido en un creador de esperanzas, cuenta con la credibilidad suficiente entre la población, no por lo que ha prometido precisamente, sino porque lo que ha hecho en los años en que ha desempeñado funciones públicas, ya sea como legislador o como integrante del Poder Ejecutivo ha logrado esta convicción.
El movimiento político que orienta Mujica ha sido el único que sepamos, que fijó topes obligatorios para todos los integrantes del MPP que desempeñen cargos de gobierno.
Sólo pueden quedarse con un sueldo que está fijado de antemano (actualmente alrededor de 30 mil pesos), y el resto, ya sea de ministros, diputados y demás, deben obligatoriamente de volcarlo a un fondo solidario que se ha usado, preferentemente para reflotar empresas fundidas cuyos trabajadores quedaron en la calle o para poner en funcionamiento proyectos con un profundo contenido social.
Algo parecido ha hecho Mujica con su chacra, en la que conviven seis familias y sobre la que ya ha efectuado testamento con el propósito de que un día sea convertida en una Escuela Agraria.
Son antecedentes más que interesantes, que en alguna medida “explican” por qué el pueblo uruguayo por una mayoría abrumadora lo ha elegido como su futuro presidente a pesar de tener antecedentes “pesados”, como su pasado guerrillero y algunas declaraciones bastante infelices si así se pueden considerar.
Ahora bien, el presidente electo tiene en la manga una gran carta de crédito, quizás la mejor de todas al comenzar su función: cuenta con credibilidad en la mayoría de los uruguayos que han entendido que es el mejor hombre para conducir los intereses del país, que deben ser los intereses de todos.
Ni más, ni menos.
El crédito de Mujica
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