Erácticamente todos los partidos políticos y el gobierno nacional coinciden en la conveniencia de proceder a la conformación de un mayor número de escuelas de tiempo completo.
Esto es indiscutible, incluso a nivel de escuelas privadas son muchas las que ya han puesto en práctica este sistema desde hace mucho tiempo a esta parte. Por lo tanto es necesario erradicar la idea de que las escuelas de tiempo completo son para los más pobres o los más “atrasados”.
La cuestión es que estas escuelas no deben ser una suerte de encierro para los más pequeños, para sacarlos de la calle o quitarles horas de ocio, como bien se ha señalado.
La Escuela de Tiempo completo, como los planes de Verano Educativo y toda iniciativa que tienda a mantener a los niños en la escuela, tienen un gran desafío: constituirse en algo agradable y atractivo para el niño.
En caso contrario sólo le mantendremos de alguna manera dentro de un sistema vigilado, dentro de una estructura que desde ya tiene exigencias y formalidades que no deberíamos exagerar en los años de educación inicial.
La formación en estos años será la que marque en mayor medida al hombre y la mujer del mañana. Es el tiempo de recibir valores, de saber identificar lo bueno y positivo, de lo malo y nocivo para la persona y la comunidad toda.
Por lo tanto el desafío es a disimular al máximo posible en el niño la idea de que se trata de una extensión de la escuela, porque muchas veces la formalidad de la escuela es rechazada, entre otras cosas porque le quita al niño la posibilidad de aplicar sus derechos de jugar, de divertirse, de aprender a manejarse fuera de la estructura formal.
El tiempo de la escuela es muy importante y favorable en la formación del niño, pero no debería sustituir ni relegar jamás el tiempo del niño junto a su familia, a la compañía de sus abuelos, al tiempo compartido entre la sabiduría de los adultos mayores y la transparencia de quienes recién comienzan a caminar en la vida…
En definitiva, la Escuela de Tiempo Completo debe ser un atractivo deseado por los niños y no una obligación más para los pequeños que rechazan la idea de más horas dentro de una escuela que de alguna manera les oprime.
La extensión horaria debe servir además abiertamente para enriquecer la forma del niño, pero también para educarlos en la socialización, en la fraternidad y en la solidaridad, tan necesarias en nuestros días.
Somos abiertamente partidarios de las escuelas de tiempo completo, pero vemos que si éstas pierden calidad y se transforman simplemente en una extensión horaria, estarán lejos de aportar a la educación de los pequeños, como se pretende.