Los resultados son los que marcan la continuidad de un proceso o su finalización. Sea desde una perspectiva empresarial o política, si no se trascienden las palabras, rara vez sea posible que podamos dar sostenibilidad a cualquier proyecto. A partir de lo anterior, queda claro que sea razonable la poca credibilidad que a veces le damos a darle “la vuelta” a grandes tópicos que nos aquejan, no obstante, resulta poco frecuente dimensionar la complejidad explícita o implícita a la que las personas, de manera grupal o individual, se enfrentan en el intento de aportar un granito de arena en que las cosas cambien.
-La universidad no articula con el sector empresarial y se dedica demasiado a investigar teorías que poco sirven al empresario.
-El sistema político opera como un corcho en el agua, influenciado y condicionado por la opinión pública.
-No es fácil que el actor privado se involucre en espacios de diálogo, muchos procesos no logran ir más allá de los cambios electorales.
-La formación es siempre importante pero demasiado intangible para lo que los empresarios necesitan.
Las anteriores sean falacias o verdades, son cuestiones que traen de manera intrínseca la dificultad de encontrar pragmatismos cuando “las sobre-ideas” y los “romanticismos” ahogan cualquier logro de acuerdos entre dos o más partes que no piensan igual.
Pareciera que los “grandes temas” que mueven y sobre los cuales se estructura el desarrollo económico, social y medioambiental, traen consigo un igual de gran desafío de lograr que se den las cosas que se prevén hacer y que desde, sin dudas, tanto el sector público, el sector privado, la academia y la sociedad civil en su conjunto, las logren “empujar”. Desde un lado sectorial, institucional, u otro son bien intencionados todos esos “esfuerzos” y esas voces, aunque al fin y al cabo, lo que sí es claro es que entran en juego, en casi todos los casos, conflictos de intereses en los que cualquier movimiento de una pieza, afecta el resto del tablero interinstitucional.
El foco del presente artículo para Link de El Pueblo es compartir con el lector algunas ideas relativas a “hacer las cosas”, pero hacerlas en serio, y para ello la importancia de las duchas de pragmatismo. Para facilitar la reflexión, buscaremos relacionar los descuidos inconscientes que deberían ser grandes luces amarillas en la actividad empresarial o del tipo que fuera, que podremos llevar adelante.
Para lograr “destrabar” los grandes meollos, complejos por cierto, hace falta liderazgo pero por sobre todas las cosas mucha creatividad para saber navegar entre tantas rocas, hasta llegar a un buen puerto. Así podríamos decir que ha ocurrido en torno a cuestiones que sin importar las dimensiones, marcan un antes y un después para un sector de la sociedad o toda en su conjunto, desde la fabricación de la Represa Hidroeléctrica de Salto Grande, la instalación de la Sede de la Regional Norte de la Universidad de la República, la habilitación del IMAE Cardiológico o los pasos que han venido llevando adelante los productores hortícolas para la concreción de la Central Hortícola del Norte; todos los anteriores hitos que forman un largo historial de cosas hechas por las fuerzas institucionales, públicas, privadas y académicas de la sociedad salteña.
Aunque hagamos un importante ejercicio de empatía y logremos entender a todas las partes, lo descripto en las líneas anteriores no quita de la vista del análisis, la importancia que tiene ejercitar la búsqueda de acuerdos mínimos de colaboración, sin ellos rara vez las sociedades logren recorrer importantes tramos hacia las metas que se tracen y busquen recorrer.
Las palabras construyen pero…
Mucho se ha escrito, mucho se ha hablado y se sigue hablando sobre las posibles soluciones a un sinfín de cuestiones que van desde la reforma del Estado, la reforma de la educación, la reforma de la Seguridad Social, y decenas de otras complejidades, eso más que una buena noticia es imperioso para “refrescar” los diálogos y espacios de debate con nuevas ideas, sin embargo, toda idea debe ir más allá de su condición de intangible y materializarse: acá es donde entra el pragmatismo.
Hablar de pragmatismo es no perder de vista que la cotidianeidad en la que nos movemos nos demanda el elemento de “lo práctico”. No tener en cuenta ello, nos lleva a que nos enfrentemos a una miopía, marcados fundamentalmente por sesgos que nos condicionan luego la manera en que estaremos elaborando las estrategias para la resolución de problemas: pragmatismos es anteponer los resultados a cualquier intento fallido de una bonita estrategia que no nos lleva a ninguna parte y que lo único que genera, es una pérdida de tiempo, esfuerzo, energía y otros recursos escasos de los que forman parte del ejercicio de hacer que las cosas salgan, en algún momento, sino aparecen “pequeñas victorias”, será normal cansarse de esperar “el gran golpe”.
No estamos pegando en el clavo
Podremos introducirnos en la noción de cuestiones tan complejas como la educación o de manera algo más concreta la formación de los equipos directivos empresariales. Si lo que verdaderamente importa es el desarrollo de las habilidades en las personas, sean cuestiones más del tipo skills o técnicas, seguramente podremos guiarnos por una filosofía pragmática en la que nos preocupe y ocupe atender y enfocarnos en los que en realidad se interesan. Buscar “cubrir” a medias, con contenidos programáticos a las personas poco preocupadas por su misma formación llevaría de manera irremediable a que el nivel de la clase disminuya de manera significativa.
En la misma línea del párrafo anterior y sin alejarnos “ni un metro” de la cuestión educativa, una suerte de llamador de atención o el imperativo de generar espacios de autocritica, debería hacer tender a que los programas de las escuelas de negocios comiencen de manera más o menos gradual, a que se modifiquen.
Aquí los errores evitables, son varios pero a efectos de ejemplificar, podríamos afirmar que en la gran mayoría de los casos se manejan enfoques didácticos para resolver problemas y no para encontrar oportunidades. Si lo anterior es cierto, parece deducible que sea esperable que resulte dificultoso encontrar alternativas a situaciones complejas, todo ello, sino se mira por fuera de la caja.
En segunda instancia, y si bien, entre otras instituciones, la Harvard Business Publishing (HBP), unidad responsable de editar los casos de estudio de dicha Universidad vienen llevando adelante una interesante labor en la elaboración de casos de estudio. Lo cierto es que la no existencia de demasiados casos de estudio empresariales locales, situaciones más frecuentes con las que se enfrentaran los futuros egresados en el mercado laboral, lleva a “formar” a quienes ocuparan roles tanto gerenciales, de asesoría o empresariales en contextos como el propio interior del país pero “bien o mal inducidos” leyendo bibliografía extranjera y entendiendo complejidades de estructuras organizacionales de regiones como Norteamérica, Europa o Japón.
No está mal discutir la forma en que implementa una estrategia una multinacional como Toyota o IBM, lo que no contribuye a un pragmatismo bien entendido, es a que encontremos la teoría de Peter F. Drucker en las cadenas de valor económicas de Salto, Concordia o Artigas.
Otra ejemplo que deja a entrever la existencia de errores que no nos dejan enfrentar las situaciones que importan son el no “abandono organizado”, si bien mucho hablamos sobre el valor que tiene hacer foco en los resultados, también encontramos practicidad cuando evitamos confundir los medios con los fines. Muchas organizaciones siguen haciendo las cosas de la misma manera de cómo las hacían hace tiempo, los paradigmas con los que se rigen han perdido vigencia, y ello ha llevado a que no puedan decidir no tanto sobre qué cosas nuevas hacer, sino mas bien, saber decir no a temas en los que estuvieron inmersos durante un largo periodo.
En la medida, que tengamos la capacidad de saber decir no a las cosas, será posible enfocarse y encontrar oportunidades desde las cuales apalancarse de mejor manera. Ello no quita, que también sea cierto que cualquier organización naturalmente tienda a buscar mantener su status quo y con ello, darle continuidad a cosas que poco retribuyen a los resultados esperados.
El pragmatismo como condimento
A modo de conclusión, podríamos decir que guiar muchos de los temas que manejamos en el día a día, con una vocación que priorice alcanzar resultados y no entrar en circuitos que no contribuyan a ineficiencias, podría ahorrarnos más de un dolor de cabeza. Blanco o negro, si bien cualquier tema de los complejos trae detrás de sí un sinfín de tonalidades de grises al momento de abordarse, el pragmatismo se trata de lo concreto, de lo práctico, y dicha “simplificación” de lo que se busca u obtiene, en la medida que no tergiverse la esencia de la complejidad, ayuda y mucho para esclarecer los caminos a seguir.
Podríamos imaginar una situación en la que dos áreas dentro de una organización discuten sobre los las ventajas y desventajas de invertir en relanzar un producto que ha venido perdiendo peso relativo en la facturación, dentro de todas las aristas que tienen los llamados “grises” algunos argumentos versarán sobre la importancia de innovar, otros sobre redefinir los puestos de trabajo vinculados, y por si faltara algo más, uno que se pare desde la mirada del impacto en la cultura organizacional. Después de todo lo dicho, responder cuál es la meta, esa simplificación ayudará a saber qué hacer en tanto caos y qué no.
Si bien no lo mencionados de manera directa en el artículo, queda claro que enfocar negociaciones tomando distancia de las cuestiones personales y anteponiendo un resultado ganar-ganar permitirá dar sostenibilidad a cualquier proyecto; proyectos que al introducirnos en el pragmatismo, dijimos que caen cuando no obtienen las metas para los cuales se implementan.
Lic. Nicolás Remedi Rumi