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miércoles, 12 de febrero de 2025
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Cuando se elige el peor de los caminos…

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“Los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene”

Juan Carlos Onetti

Siempre me gustó -por todo lo que sugiere o connota- la imagen que acompaña esta nota. Cuando la estaba escribiendo sabía que sería esa y no otra la que estuviera en esta página hoy. Sin embargo, trato siempre de no ser una persona negativa, pesimista (aunque sé que no siempre lo logro), es decir, puedo reconocer a la vez que la imagen es un tanto exagerada y que quizás no sea tan así, sino que es probable que contemos con más gente dispuesta a ayudar cuando precisamos algo. Fíjese usted, que si pensamos en Salto sin ir más lejos, es sabido que cuando se ha tenido que recurrir a la solidaridad de su gente por la causa que fuese, habitualmente está y ayuda. Claro, también es muy cierto que somos difíciles en cuanto a que no tenemos mucho filtro cuando de criticar y juzgar a los demás se trata.

Dicho esto, agrego que es bastante preocupante y molesto, que haya gente siempre lista para criticar y juzgar a menudo muy duramente hechos o acciones (y de paso a la personas que los realizan y rodean) sin saber cabalmente cómo son, o peor aún, gente que al enterarse después de cómo han sido en realidad esos hechos (y comprobar por lo tanto que su crítica había estado equivocada), igualmente sigue criticando con terquedad, sin “dar el brazo a torcer” como se dice en buen romance.

Me acuerdo mientras escribo estas líneas, de una de las frases más citadas por quienes han leído la novela “El pozo”, del gran Juan Carlos Onetti: “Los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene”. Porque evidentemente, las cosas suceden y punto. Después, al hablar de ellas, según cómo se lo haga, uno puede cargarlas (llenarlas hasta hacerles tomar cierta forma, diría Onetti) de bondad o de maldad, de agradecimiento o de ingratitud, o de resentimiento y de odio… y tanto más que hace a la condición humana.

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Lo que molesta, al fin de cuentas, es que cuando esos hechos o acciones son problemas, a muchos les importa más criticar y juzgar que aportar una solución, o pensarla al menos.

Pero todos los párrafos escritos hasta aquí, en realidad provienen de haber seguido pensando, desde hace varios días, en el famoso caso de la ambulancia (rota, sin funcionar) que tiempo atrás trajo a Salto el diputado Rodrigo Albernaz con la intención de hacerla reparar y ponerla en funcionamiento al servicio de cientos de salteños, de las zonas más alejadas de la ciudad. Dijimos en nuestra breve opinión de este sábado 27 (página 3 de EL PUEBLO) que no hubo allí ninguna estafa ni se actuó de mala fe en nada; sin embargo hasta ahora se sigue escuchando críticas tan fuertes, como si el joven legislador salteño prácticamente hubiera cometido un delito.

Pienso que el error (“error”, porque delito no hubo) puede haber estado a lo sumo en traer el vehículo sin seguir como correspondía todos los pasos que indican determinados protocolos y que, sin dudas, siempre se debe cumplir. Ahora bien, a nuestro entender, una vez que salió a luz esa irregularidad (y que muchos se encargaron de amplificarla como si fuera poco menos que un robo), había tres caminos posibles para remediar la situación:

1- Regularizar lo que hasta ese momento se habría hecho mal por parte del legislador cabildante y su equipo, y luego seguir adelante con la iniciativa de traer la ambulancia, tan necesaria para tantos salteños. Es decir, ponerse en la misma sintonía y ayudarlo para terminar de concretar su iniciativa.

2- Dejar a un lado a Albernaz y que fuesen otras autoridades (sean de un Ministerio, o de la Intendencia, de la CTM de Salto Grande, o de determinada asociación o fundación benéfica) quienes se encargaran de tomar la posta y continuar con el proyecto de reparación y puesta en funcionamiento de la ambulancia.

3- Quedarse en las críticas a quien intentó la acción, y además lo peor: terminar no haciendo nada. Ni denunciando formalmente (si es que tanta seguridad había del delito), ni procurando cumplir con los salteños y gestionar la llegada de la tan necesaria ambulancia (esa misma u otra).

¿Y qué camino se eligió al final? Lamentablemente, muy lamentablemente se optó por el tercer camino. Y acá estamos, con una falta de ambulancias muy notoria en buena parte del departamento y con un legislador al que le han llovido las críticas y acusaciones de todo tipo, por un hecho que algunos quisieron darle forma de resentimiento, de mala fe, de bajeza. Porque además, no se olvide usted, estimado lector, que en un 90% las críticas apuntan a que no se pagó el servicio a los talleres mecánicos que (ya en Salto) trabajaron en la ambulancia, y todos sabemos (al menos los que nos importa averiguar bien las cosas) que todos los talleres cobraron, y no poco dinero.

Palabras más o palabras menos, dije también en la referida nota del sábado, que tengo la sensación que se quiso “hacer leña del árbol caído” y aprovechar la situación para “ensuciar” a un político más (que además es joven y puede “tener futuro” como suele decirse), en un momento en que varios de todos los otros partidos estaban quedando “manchados” por acciones terribles (esas sí probadamente reñidas con la ley y ni que hablar con la ética y la moral). Oh casualidad…No dejaban de conocerse hechos de tremendo abuso de los recursos públicos en Salto Grande y en la Intendencia de Salto, entiéndase: hechos que dejaban muy mal parados a políticos, de primera línea, blancos, colorados y frenteamplistas. Le digo más, me queda la sensación que muchos hubieran querido ser ellos mismos quienes conseguían y traían una ambulancia; como no lo fueron, como no lograron hacerlo o ni siquiera se les cruzó por la cabeza la idea de hacer un intento similar, sintieron que tenían que impedir que otro lo hiciera. El egoísmo en su máxima expresión, así de simple. 

Pero si dijéramos que entre los políticos existen esos celos, ese egoísmo, ninguneo, críticas infundadas, y todo quedara solo en eso, sería una cosa (a la que además estamos más que acostumbrados, porque ocurren desde siempre). Otra cosa muy distinta, y grave, es cuando todo eso redunda en perjudicar directamente  a la población. Y penosamente, eso último es lo que ha ocurrido con la famosa ambulancia: la gente que la necesitaba la sigue necesitando, sigue sin tenerla, cuando otro hubiese sido el cantar si hubiera existido buena voluntad, si se hubiese pensado en el pueblo y no en politiquería barata, si entre los tres caminos que enumeramos antes, se hubiera optado por cualquiera de los dos primeros. Pero…Como todo en la vida, todo se complica cuando se elige el peor de los caminos.

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