Como es sabido, Librería Ariel, la tradicional librería, papelería y juguetería de Uruguay al 900 cerrará definitivamente sus puertas dentro de algunos días. EL PUEBLO llegó hasta allí en la tarde de ayer y, como estaba acordado, pudo conversar con su principal, el popular Oscar “Pelón” Martínez. No fue fácil y no porque no hubiera buena disposición para hacerlo, sino porque, pese a que estaba acordada la entrevista para unos minutos antes de abrir, la gente no dejaba de llegar, golpeaba la puerta, quería entrar y mirar, quería hablar con Pelón, quería saludarlo…Nos quedó la sensación que los salteños, por estas horas, quieren todos agradecer a esta familia por lo que ha brindado durante tantas décadas. No solo ha brindado artículos, ha facilitado las formas de pago y ha sido, por sobre todo, un lugar de encuentro donde jamás se escuchó decir a alguien que no fuera bien atendido.
Martínez insiste con que “todo ha cambiado” y asume entonces casi con naturalidad este cierre. Pero hay vacíos que no dejan ni dejarán de doler, de provocar cierta nostalgia al menos. Entrar a “la Ariel”, es también el recuerdo de ser recibido por “Cocona”, que ya no está, la compañera de toda la vida de Pelón, mamá de Anita, quien hoy y así será hasta el último día, estará tras el mostrador trabajando codo a codo con su padre.
Es entonces, decíamos, que uno llega estos días y encuentra al hombre de siempre, ese hombre alto y canoso que conjuga amabilidad con simpatía y respeto, el mismo Pelón Martínez del buen humor en el mostrador de la cantina de un club de madrugada, o en el de allí, su segunda casa durante ocho horas cada día.


En fin, el mejor recuerdo quedará en cada uno de las miles y miles de personas que alguna vez llegaron hasta allí.
-Este cierre, ¿es una decisión planeada desde hace un tiempo o cómo se da?
La situación venía complicada, la pandemia, las compras en Concordia…Pensamos que podía empezar a levantar este año pero fue igual. Entonces estábamos trabajando con pérdidas.
-¿Diría que la pandemia y la diferencia cambiaria con Argentina fueron los golpes finales?

Sí, sí, claro. La verdad que fue medio rápida la decisión. Me lo dijo mi hijo, y dijimos bueno, vamos a cerrar. Todavía él quería cerrar hace dos meses atrás y yo le dije que no, que esperábamos un poco. Hablamos con la contadora y decidimos trabajar hasta fin de año, porque incluso sacamos mucha mercadería, la verdad que juguetes por ejemplo hemos sacado estos días, hemos vendido bien.
-¿Había todavía varias personas trabajando?
No, no. En este momento teníamos una empleada solamente. Estábamos trabajando con mi hija y esa empleada únicamente. La situación no daba ni para uno…
-En un comercio que supo tener varios empleados…
Y sí,éramos ocho o nueve, pero la situación fue cambiando. Capaz que a veces uno no se adaptó, yo qué sé…Las grandes superficies, las compras por internet, yo no me adapté nunca a ciertas modalidades de la tecnología, en fin. Incluso hay que traer otras cosas para vender, como chocolates o refrescos, y la verdad que no era lo mío, por eso decidimos cerrar.
-Recuerdo una sucursal unas cuadras más abajo, ¿puede ser?
Sí, esa era Platero, una sucursal que abrimos alguna vez y estuvo algunos años. Estuvo primero en la cuadra del Banco República, o sea en Uruguay al 500, y después vinimos a la cuadra del 600.
-Y la Ariel siempre aquí, en este local de Uruguay del 900…
Sí, todos estos años siempre acá.
-Librería Ariel, que podríamos decir “hija de Librería Rodó”…
Claro, porque cuando mis hermanos (Mara y Carlos) se recibieron de Maestros me pasaron la librería a mi nombre. Justo coincidió que se consiguió este local acá, y como Ariel es (una obra literaria) de (José Enrique) Rodó, y además estaba el Cine Ariel por ejemplo, decidimos esto. La Rodó era de mi padre, que era docente, y habían empezado con dos profesores más, y después, en el año 1962 quedó a nombre de mi madre, y en el año 64 ya quedé yo al frente. Mi padre se retiró y quedé yo. Y en el año 1972 fue que nos vinimos para acá, unos amigos me consiguieron este local.
-¿Ustedes son salteños?
No, en realidad el único nacido en Salto es mi hermano, Carlitos, más conocido como Pichico, los demás somos todos nacidos en Durazno. Pero yo vine con dos años, o dos años y poco, así que me siento completamente salteño.
-¿Hay en usted algo de tristeza en este momento?
Y no…Con los años que tengo ya me cuesta. No es que me cueste levantarme para venir a trabajar, pero fijate que si bien venir acá es bárbaro, porque tengo amigos y conversamos, prefiero seguir conversando ahí afuera sentados en el banco que está en la vereda (risas)… Pienso que está bien lo que estamos haciendo, ya está.
-Hay mucha gente que los va a extrañar…
Uhh, sí, claro, yo conozco gente, incluso viene gente, que los abuelos compraban acá…
-Y ha sido además una tradición para varias generaciones de maestros…
Exactamente, pero viste que eso también ha sido muy cambiante. Yo me acuerdo de una época donde los sábados de mañana acá estaba lleno de maestros, pero eso fue cambiando, cambiaron mucho las épocas, cambió todo.



FOTOS: Gentileza de Henie Gallino