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jueves, 1 de mayo de 2025
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La adopción de los niños sirios

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Diario EL PUEBLO digital
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La adopción de niños sirios, algunos con familiares adultos, además de un entorno cercano de maestras y traductores que habrán de favorecer su inclusión a la sociedad uruguaya, es un verdadero desafío.
No ignoramos que lo más cómodo y simple es ponerse en la vereda de enfrente de esta iniciativa, “mirar para otro lado” sin detenernos en la atroz situación que tienen los casi 100 mil sirios que en estos momentos se hallan en campos de refugiados en Jordania, para no complicarse la vida.
En esta posición se escuchan afirmaciones tan indolentes como ignorantes, como ¿por qué tenemos que meternos en una situación que no provocamos ni queremos? ¿Qué nos puede interesar los niños sirios? Como antes dijimos ¿qué nos interesan los niños del África?
Esta posición, generalmente subrepticia, es la que se procura en primera instancia y francamente no compartimos porque es abiertamente impropia del ser humano.
Integramos una sociedad que en su gran mayoría al menos se dice solidaria y consciente para tratar de ayudar y ayudarnos, por lo tanto si queremos ser coherentes con esta posición, por lo menos debemos detenernos a reflexionar en el tema y luego -al menos así pensamos – hacer lo que esté a nuestro alcance para tratar de contribuir a mejorar la situación de estas personas. El hecho de que estén lejos o sean de culturas muy diferentes a nosotros no es argumento alguno para no comprometernos.
Seguramente que la venida de los niños sirios puede acarrear alguna complicación. Es probable que nos saque de la comodidad de una vida sin sobresaltos y hasta puede existir algún riesgo concreto de represalias.
Pero asumir el desafío de tratar de ayudar a mejorar las condiciones que actualmente enfrentan estos niños en su calvario justifican el riesgo. Nadie puede dudar que cualquier persona en esta situación no puede hacer otra cosa que abrigar un gran agradecimiento ante un gesto como el que nos ocupa y es lo que seguramente habremos de recoger en el futuro de estos niños.
Seguramente también que para un pequeño país como Uruguay, que además mantiene dificultades propias de una situación de desarrollo, asumir esta actitud no es cosa fácil, deberá solucionar el tema vivienda, ocupación, salud, educación y demás, pero en definitiva, entendemos que el desafío es valioso y altruista y por lo tanto no podemos hacer otra cosa que apoyarlo y valorarlo como corresponde y por qué no decirlo, nos deja orgullosos de los valores que somos capaces de asumir como pueblo.
Alberto Rodríguez Díaz.

La adopción de niños sirios, algunos con familiares adultos, además de un entorno cercano de maestras y traductores que habrán de favorecer su inclusión a la sociedad uruguaya, es un verdadero desafío.

No ignoramos que lo más cómodo y simple es ponerse en la vereda de enfrente de esta iniciativa, “mirar para otro lado” sin detenernos en la atroz situación que tienen los casi 100 mil sirios que en estos momentos se hallan en campos de refugiados en Jordania, para no complicarse la vida.

En esta posición se escuchan afirmaciones tan indolentes como ignorantes, como ¿por qué tenemos que meternos en una situación que no provocamos ni queremos? ¿Qué nos puede interesar los niños sirios? Como antes dijimos ¿qué nos interesan los niños del África?

Esta posición, generalmente subrepticia, es la que se procura en primera instancia y francamente no compartimos porque es abiertamente impropia del ser humano.

Integramos una sociedad que en su gran mayoría al menos se dice solidaria y consciente para tratar de ayudar y ayudarnos, por lo tanto si queremos ser coherentes con esta posición, por lo menos debemos detenernos a reflexionar en el tema y luego -al menos así pensamos – hacer lo que esté a nuestro alcance para tratar de contribuir a mejorar la situación de estas personas. El hecho de que estén lejos o sean de culturas muy diferentes a nosotros no es argumento alguno para no comprometernos.

Seguramente que la venida de los niños sirios puede acarrear alguna complicación. Es probable que nos saque de la comodidad de una vida sin sobresaltos y hasta puede existir algún riesgo concreto de represalias.

Pero asumir el desafío de tratar de ayudar a mejorar las condiciones que actualmente enfrentan estos niños en su calvario justifican el riesgo. Nadie puede dudar que cualquier persona en esta situación no puede hacer otra cosa que abrigar un gran agradecimiento ante un gesto como el que nos ocupa y es lo que seguramente habremos de recoger en el futuro de estos niños.

Seguramente también que para un pequeño país como Uruguay, que además mantiene dificultades propias de una situación de desarrollo, asumir esta actitud no es cosa fácil, deberá solucionar el tema vivienda, ocupación, salud, educación y demás, pero en definitiva, entendemos que el desafío es valioso y altruista y por lo tanto no podemos hacer otra cosa que apoyarlo y valorarlo como corresponde y por qué no decirlo, nos deja orgullosos de los valores que somos capaces de asumir como pueblo.

Alberto Rodríguez Díaz.

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