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martes, 1 de julio de 2025
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Diciembre (s) trágico (s) para Salto

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Diario EL PUEBLO digital
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Hace exactamente un año atrás, escribíamos una nota en la que dábamos cuenta de una serie de trágicos episodios, crímenes concretamente, que habían ocurrido en Salto en los últimos años, pero siempre en el mes de diciembre, y en su mayoría en los primeros quince días del mes. Lo hacíamos a modo de información, pero también, de alguna manera como curiosidad periodística, todo sin dudas rodeado de la sensación de fuerte impacto e indignación.

Parecía mentira, decíamos, que prácticamente cada año por esta época, este departamento fuera noticia en el país por hechos de tal naturaleza.

Y resulta que ahora, un año después, las circunstancias nos obligan a seguir reafirmando la idea, el concepto de diciembre –en especial su primera mitad- como mes trágico en Salto. Porque sucede que este viernes 11, no fue uno sino dos asesinatos los que hubo en Salto y casi en simultáneo, separados por menos de una hora uno del otro. En barrio La Tablada fue asesinado un hombre y en barrio Salto Nuevo una mujer. Claro que esto de hombre o mujer, poco o nada debería importar si se entiende que ante todo, estamos ante dos vidas menos…Y punto. Son dos vidas quitadas por la voluntad de otra persona. Terrible.

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Decíamos en la referida nota publicada hace un año: «Los primeros días de diciembre han estado marcados en Salto, en los últimos años, por algunos de los hechos trágicos más tremendos e impactantes para nuestra sociedad. Estamos hablando concretamente de crueles asesinatos. Pensemos en los últimos diez años y tendremos, al menos, cuatro de estos hechos…».

Por lo tanto, ahora debemos agregar dos más. Pero pensemos en los últimos diez años y hagamos un repaso:

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1-En la tarde del sábado 4 de diciembre de 2010, un funcionario municipal del sector de Talleres, el joven Mario Martínez, de 23 años de edad, perdió la vida al ser apuñalado por un compañero de trabajo cuando celebraban una despedida de año en la zona de churrasqueras de la Costanera Norte, próximo a la avenida Apolón.

2-El 13 de diciembre del 2011, la joven profesora de Química Liliana Volpi Busconi moría tras recibir varias puñaladas de parte de su ex pareja, que fuera atrapado inmediatamente y puesto en prisión. El hecho ocurrió en José Pedro Varela al 1500, donde Liliana, de 33 años de edad, vivía con su pequeña hija de 4 años. Los días previos al crimen, la mujer recibió amenazas por parte del asesino, quien le había adelantado su decisión de matarla. Esto llevó a que sobre fines de octubre de 2019, el Ministerio del Interior perdiera una demanda llevada adelante por familiares de la víctima, ya que la Justicia entendió que no se le brindó la debida protección a la mujer.

3-También el 13 de diciembre pero del año 2018, el conocido empresario Luis «Chito» Bidart, de 63 años de edad, era ultimado de un tiro en la cabeza y otro en el pecho cuando apenas pasado el mediodía llegaba a su casa, ubicada sobre la Ruta 3, kilómetro 482, a veinte kilómetros de nuestra capital departamental. Por este hecho, ocho meses más tarde, fueron formalizados dos sicarios con profusos antecedentes en Montevideo.

4-Próximo a la medianoche del lunes 9 de diciembre de 2019, un hombre octogenario, fue brutalmente asesinado a golpes en su chacra, la que se ubica en las inmediaciones de la Avda. Luis Batlle Berres y Trillo, camino a Salto Grande. Hasta allí llegaron dos delincuentes que además de matarlo y robar, dejaron maniatada a otra persona.

No en los primeros días, pero sí en diciembre, hay que apuntar además el crimen de Carlos Da Silva, el propietario de un cambio ubicado en la zona portuaria, esquina de calles Brasil y Anastasio Albisu. Fue en la mañana del 18 de diciembre del 2003, cuando Da Silva y su socio se encontraban en el local y de pronto ingresó llegó un hombre que luego de solicitar una transacción de dinero, sacó un revólver, exigió la entregara de dinero y disparó un tiro contra Da Silva, que fallecía horas después en un sanatorio.

Y habrá que agregar entonces a este oscuro calendario, la fecha 11 de diciembre de 2020, como aquella en la que ocurrieron dos crímenes en la misma mañana.

Decíamos en líneas anteriores que si se habla de muertes, más de esta índole, poco o nada debería importar el sexo ni de la persona fallecida ni del criminal, ni a qué se dedicaba la víctima ni el victimario…En todo caso, algunos de estos datos podrían explicar ciertas circunstancias, nunca justificarlas, menos hacer que tal asesino sea más o menos culpable porque mató a «A», que el otro que mató a «B». Sin embargo parece haber quienes entienden que el femicidio ameritaría mayor repudio. Tendrán sus razones, que respetamos, aunque no compartimos del todo. De hecho, ignorancia asumida mediante, debemos reconocer que no nos queda del todo clara la figura del femicidio o feminicidio, su aplicación práctica y sus definiciones tanto en lo penal como en los ámbitos que rigen nuestra lengua española.

Confesamos que son varias las interrogantes que nos surgen. ¿Siempre que se mata a una mujer es femicidio? ¿Si la mata otra mujer o una persona trans también? ¿Debe haber necesariamente un vínculo sentimental entre ella y quien la asesina? Son todas cuestiones que seguramente tienen respuesta, pero convengamos la confusión, en la mayoría de la gente, también ronda. Dice la Real Academia Española que femicidio es «un acto de violencia extrema contra las mujeres por el hecho de ser mujeres. Forma parte del concepto más amplio de violencia de género». Es decir que también cabría preguntarse: cuando el motivo de esa acción violenta no se vincula con el hecho de ser mujer, ¿igualmente es femicidio? Pero al fin de cuentas, ¿importará todo esto para quienes están sufriendo de cerca por alguno de estos casos? Seguramente no.

Otro tema, aparte pero vinculado: ¿es tan trascendente si el asesino es policía? Aquí seguramente podrá haber varias opiniones. Entendemos que es impactante que quien comete un delito, más de la gravedad de un homicidio, sea paradójicamente alguien que cumple en la sociedad la función de evitar y combatir los delitos. Eso es indudable. Pero en realidad no debería asombrar tanto. ¿Acaso no hubo hace algún tiempo, en Montevideo, personal de la salud procesado porque quitaba el respirador a pacientes terminales, o sea, mataban pacientes quienes se formaron y a quienes se les pagaba para salvarles la vida? ¿Acaso no ha habido y hay dos por tres algún sacerdote u otro religioso procesado por abusar de menores, cuando su formación se orienta a todo lo contrario? ¿No hay docentes, o sea quienes junto a las familias se encargan de inculcar buenos valores a las nuevas generaciones, que insultan, agreden, y hasta abusan alevosamente de sus propios alumnos? Entonces habrá que entender de una vez por todas que el que hace un acto de bondad o de maldad, no es un título, no es una profesión ni un uniforme, sino siempre un ser humano de carne y hueso en cuya alma habitan todas, pero todas las pasiones posibles, desde las más sublimes hasta las más rastreras y repugnantes. ¿Fue un policía o fue una persona el asesino? ¿Es posible separar una cosa de la otra? Creemos que fue una persona que por supuesto no está capacitada para ser policía…¿y para otra tarea sí? Dudamos. ¿Se puede entonces utilizar este caso, como lo vienen haciendo algunos, hasta para «hacer política» y fustigar al Ministro del Interior por los policías que tenemos? De ninguna manera. Si coincidimos en que más allá del uniforme, el asesino es una persona más que un policía, es lógico que menos podríamos juzgar a «la Policía», como institución, por este hecho.

En definitiva, vaya que darán que hablar estos temas. Mucho hay para decir, para coincidir o para discrepar. Solo no pueden expresarse, ni comentar, ni decir su verdad, aquellos que ya no están. Y es a ellos especialmente a quienes se debe respetar.

Contratapa por Jorge Pignataro

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