Por Jorge Pignataro
El verano suele traer en Salto siempre la misma cuestión: ¿Qué actividades culturales tenemos? Hay momentos del años donde la agenda está llena y hasta se superponen eventos en día y hora, a veces a muy pocos metros unos de otros: Teatro Larrañaga, Ateneo, Aplas, Espacio Kalkañal, fonoplatea de Academias Previale, Sociedad Italiana, etc. Otros momentos, como enero y febrero, es muy escaso el movimiento en ese sentido.
Mire que no todos los que se dedican a alguna disciplina artística se van de vacaciones fuera de Salto. Mire que tampoco todos los espectadores se van.
Sin embargo los eventos se reducen a poco más, muy poco más que el Nox Film Fest en enero y el Carnaval en febrero. Carnaval, que es parte de una larga tradición histórica y el Nox, que ha logrado, en base a un gran trabajo de producción, imponerse exitosamente en el calendario salteño (incluso ya abarcando otros espacios además del Parque Solari).
Salto necesita mayor movimiento cultural en verano, eso parece indiscutible. Y de hecho hay quienes lo hacen. Por dar un ejemplo, hace unos días hubo danzas folclóricas (Grupo Andante) en la Plaza Treinta y Tres; y se presentaron casi espontáneamente, sin vestimenta especial ni nada por el estilo, sus cuerpos en movimiento y música, eso fue suficiente y fue disfrutable para mucha gente que se acercó (porque sabía de esto o porque pasaba casualmente y se sintió atraída). Pero reconozcamos que se necesita de muchos más impulsos como ese.
Las plazas, parques, plazoletas, son buenos escenarios. Pero también hay una serie de reparticiones de la propia Intendencia que cuentan con bellísimos espacios al aire libre: patio de la Biblioteca Departamental, patios de los museos y del mismo Teatro Larrañaga, por mencionar apenas algunos. Y no olvidemos que el interior del departamento también existe y tiene todo, sobre todo lo más importante: espacios adecuados y avidez de cultura. El Proyecto Puentes, que dirige (desde Montevideo pero siempre buscando ayudar al interior más profundo) el salteño Juan Manuel Echagüe, ofreció cine en Pueblo Fernández ayer sábado. Bien por ello.
Volvamos a la ciudad. Sabido es que los museos de Salto están en decadencia y es difícil que alguien pueda rebatir esa afirmación. Los que no están cerrados, están con problemas edilicios de importante magnitud y, como si fuera poco y dicho sea de paso, con el debe de aclarar la desaparición de muchas y valiosas piezas. Pero precisamente, ante esa realidad es bueno no bajar los brazos. ¿Acaso el arte no es también un grito de rebeldía desde siempre? A esa misión debe apostarse.
¿Cuánto tiempo hace que en Salto no hay una buena muestra de artes plásticas en verano? ¿Un evento de jazz en la calle? ¿Y una intervención teatral a cielo abierto?
Hemos escuchado reiteradas veces que “se necesita más apoyo”. No lo negamos, pero hay cosas que igualmente se pueden hacer. ¿O vamos a esperar, por ejemplo, a que la Intendencia vuelva a tener una Dirección de Cultura o a que el MEC se le ocurra enviar algunos pesos? Hay otras cosas también que nos detienen y no son precisamente el dinero. Los celos entre “artistas” también juegan su partido. La envidia y el ninguneo también son parte del programa. Y allí fue la palabra artistas entre comillas, porque tal vez no estaría mal empezar por bajar un poquito el ego (o directamente la soberbia) y dejar ese calificativo para que sea dado no como autodenominación sino solo por el valor de las obras a través del tiempo.
Así que más que bueno sería revertir el panorama. Y no (no solo por lo menos) como dicen algunos: para quienes nos visitan en vacaciones. Es verdad que vale la pena hacer cosas para que el turista se lleve en la retina la imagen de una ciudad pujante en sus propuestas artísticas; pero hagámoslo también para nosotros mismos, que también vale (o valemos) la pena, sin dudas.