Hoy por: Jorge Pignataro
Días pasados cumplió 80 años Washington Benavides (nacido en Tacua-rembó el 3 de marzo de 1930), destacado poeta, crítico literario, docente y comunicador radial. Hace pocos meses, la Academia Nacional de Letras dio a conocer un libro (comentado por EL PUEBLO en su edición del pasado 11 de febrero) en el que establecía quiénes son los principales poetas de nuestro país en la actualidad, y Benavides se ubica allí entre los de mayor edad junto a Saúl Ibargóyen y Selva Casal, los tres nacidos en 1930. Como creador literario, su mejor producción se encuentra en el terreno de la poesía, en el que ha alcanzado elevados niveles en calidad estética y muy buena receptividad del público. Debe destacarse su capacidad para el manejo de la expresión poética en dos frentes: lo que podría denominarse “poesía culta” (representada por ejemplo por los sonetos) y la “poesía popular”, expresada principalmente en letras de canciones (musicalizadas por Alfredo Zitarrosa, Héctor Numa Moraes, Eduardo Darnauchans y tantos otros). Benavides también ha incursionado en otros géneros, principalmente en el narrativo, pero con muy poco éxito, producto de obras de escaso valor literario.
Es de lamentar, asimismo, que en estos momentos en que ya ha alcanzado una amplísima trayectoria, no haya podido escapar a un grave peligro, en el que también cayeron otros grandes poetas: sentir superada toda prueba de calidad y darse la libertad de publicar poemas muy por debajo del nivel demostrado en anteriores ocasiones y, por lo tanto, siempre esperado por el lector.
Pero, como a todo artista es mejor recordarlo por lo más alto que ha dado y no por sus debilidades, aquí damos una pequeña muestra de lo mejor de su poesía:
El limón
El limón reina solitario
entronizado en la fuente de barro cocido
contundente como un frasco
de pintura amarilla.
En su esfera porosa
la habitación es una miniatura.
Su epidermis humana
desprende un olor tierno
único (socio del agua fría
y de la sombra y el bienestar
físico).
Huelo el limón, lo tomo
con la mano.
Una pelusa gris celeste
(polvo en los dedos)
descubre la fungosidad
del lado oculto de la luna,
desnuda el cáncer del limón
del podrido limón
rey de la muerte en su trono
de barro.
(Del libro Fontefrida, 1979).
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Hace 108 años
Quiroga mataba
accidentalmente a Ferrando
El 5 de marzo de 1902, en Montevideo, Horacio Quiroga mató accidentalmente con un arma de fuego a su amigo Federico Ferrando. Los jóvenes escritores radicados en la capital integraban, junto a Alberto J. Brígnole, José María Fernández Saldaña, Asdrúbal E. Delgado y Julio J. Jaureche, el Consistorio del Gay Saber, cenáculo literario –modernista– de suma importancia para la historia de la literatura nacional. Todos ellos, nacidos en Salto entre los años 1877 y 1880, ya habían formado aquí en su ciudad natal el grupo Los tres mosqueteros, reunión de amigos en busca de un pleno acercamiento a la literatura y de permanente experimentación en la poesía mediante lo lúdico, raro, gracioso. De ahí que se pueda afirmar que el Consistorio es una segunda etapa de la experiencia salteña.
El desgraciado episodio de la muerte de Federico Ferrando significó no solamente el fin de una carrera literaria que apenas se estaba iniciando (muere con 25 años) sino también el fin del Consistorio. Ninguno de sus integrantes podrá superar el hecho, todos evitarán aun referirse a él y sus inclinaciones hacia la literatura se verán desvanecidas.
La Colección Escritores Salteños, que llevan adelante la Intendencia de Salto y el Centro Comercial e Industrial de Salto, dedica el Tomo Nº 3 enteramente al Consistorio del Gay Saber. El prologuista, Leonardo Garet, dice refiriéndose al tema: “Con su muerte Federico Ferrando atrae la del Consistorio. Nada más escribiría Jaureche, Fernández Saldaña se iría por la Historia, Brígnole por la Medicina. Sólo el primer mosquetero (Quiroga), cruzado y pontífice seguirá en el camino. El Consistorio será para él una presencia constante a la que habrá de oponer una larga paciencia, para poder contar realidades tanto de la selva como del espíritu”.
El retrato de Ferrando (único que se ha conservado) incluido en esta página es obra de Fernández Saldaña (tomado de Colección Escritores Salteños, Tomo Nº 3).
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Juana de Ibarbourou:
a 118 años de su nacimiento
El 8 de marzo se cumplieron 118 años del nacimiento de una de las figuras uruguayas más importantes para la cultura: Juana de Ibarbourou. Nacida en Cerro Largo, Juana Fernández Morales –ese fue su verdadero nombre– dio a conocer desde muy joven poemas en los que ya demostró excelentes condiciones para el arte.
El amor –a otra persona, a Dios, a la vida –, la naturaleza, la infancia, la fugacidad de la existencia humana, son los temas que más la inquietaron. Su obra es, por supuesto, posterior a la emblemática generación de Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, pero constituye un eslabón fundamental en la poesía uruguaya en tanto, entre otros rasgos destacados, anticipa algunas innovaciones vanguardistas.
Al igual que la de aquellas grandes poetisas, a las que también podemos sumar la de nuestra Marosa, la voz de Juana es la de una mujer rebelde y valiente que se animó a cantarle a la sensualidad, a la exaltación del cuerpo, a la belleza física, enfrentando el peso de una sociedad siempre prejuiciosa, máxime tratándose de mujeres.
Entre sus muchas obras publicadas puede mencionarse, sólo a modo de ejemplo, Las lenguas de diamante (1919), Raíz salvaje (1922), Perdida (1950) o La pasajera (1967). Y entre los reconocimientos obtenidos, además de los múltiples honores recibidos en diferentes países, cabe mencionar que en Uruguay fue nombrada Miembro de la Academia Nacional de Letras en 1947 y le fue asignado el Gran Premio Nacional de Literatura en 1959.
Falleció en Montevideo en 1979.
Fusión
Mi alma en torno a tu alma se ha hecho un nudo
apretado y sombrío.
Cada vuelta del lazo sobrehumano
se hace raíz, para afianzarse hondo,
y es un abrazo inacabable y largo
que ni la muerte romperá. ¿No sientes
cómo me nutro de tu misma sombra?
Mi raíz se ha trenzado a tus raíces
y cuando quieras desatar el nudo,
sentirás que te duele en carne viva
y que en mi herida brota sangre tuya!
Y con tus manos curarás la llaga
¡y ceñirás más apretado el nudo!
Juana de Ibarbourou.