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martes, 22 de abril de 2025
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Ahora en Miami: fue reeditado el libro “Lagartos”, de Leonardo Garet

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Acaba de ser reeditado, esta vez en Miami, el libro “Lagartos”, de Leonardo Garet. Lo hizo la Editorial Primigenios, para su Colección Otras Arenas. Cabe recordar que este libro apareció editado por primera vez en la Biblioteca de Autores Salteños en el año 2015 y fue inmediatamente premiado por el Ministerio de Educación y Cultura.

Como en varios libros de Garet, en este también los textos son de difícil clasificación si en géneros literarios se piensa. Prosa poética, se podría decir. Sin embargo, los editores de ahora lo han considerado como poesía. Y el tono con que se los lee en el material audiovisual que viene difundiendo la editorial, constituye un exquisito recitado poético, por lo que cabría darles la razón.

Merece destacarse además, la calidad de impresión: de las tapas, de las imágenes, del diseño en general. Cuadrado, con medidas de 21 x 21 cm., se parece a un álbum.

En contratapa figuran datos del autor y estas palabras, de Pedro Peña, extraídas de Diario “El País”:

Lagartos es antes que nada un juego literario. Los grandes temas no están ausentes: el amor, el alma, la vida trascendente, la patria y sus luchas. Pero también aquellos más picarescos como el hambre, el sexo y las bajezas de los hombres. En ocasiones los lagartos se transmutan en moralistas del género humano. Denuncian el aspecto racional de la violencia y se erigen como defensores de la ley natural. Para ellos la vida no es más que una gracia a la que el hombre responde dejándose consumir por la desidia.

Estructurado en dos partes, con una serie de textos denominados apócrifos en el medio, Garet ha escrito un libro brillante y extraño, una compilación de episodios semejantes a las grandes fábulas de la historia que interpelan el devenir humano. Para ello ha recurrido a una prosa elegante, precisa, que es exigente con el lector pero que lo premia con hallazgos insospechados”.

OTRAS OPINIONES

De Guillermo Lopetegui: “…Para un mayor acercamiento y entendimiento de esta sociedad de reptiles, el libro se “apoya” en toda una “bibliografía” sobre el tema, lo que entonces daría mayor credibilidad a los hechos que se narran aquí y que adoptan la forma de la crónica, de la viñeta, del apócrifo, de la obra erudita citada a modo de acápite al comienzo de algunos de los capítulos, y donde fantasía a veces y realidad otras, se mezclan para hacer de la lectura un viaje por entre los recovecos del humor, la ironía, la reflexión, etc. Así entonces, tanto precediendo la primera parte como al comienzo del capítulo 1, los diferentes acápites remiten a una suerte de obras escritas, como así también a testimonios aparecidos a modo de graffiti por ejemplo en las Cuevas de San Antonio (Salto)…” .

De Juan Francisco Costa: “No hay alegoría, y no veo tampoco símbolo. Hay sí, una literalidad que se dispara a diferentes estratos del discurso y sus referentes. Lo que redunda en una deriva perenne de los significados. Hay extrapolaciones radiantes, del universo animal al humano y a la inversa. Y momentos de gran poesía, como este, por espigar alguno: «Las primeras guerras fratricidas ocurrieron entre los escamosos y los tuátaras. Peleaban por la belleza de una garza rosada que ninguno había visto». Nos remite en intuición genial, a la fatídica condición de nuestros enfrentamientos, a su naturaleza trágica, y su remisión mítica como la de la belleza de Helena en la representación de los aqueos y troyanos. Hay una elevación del cocodrilo a criatura sagrada: «Más allá de lo contingente está el cocodrilo». (…) «Un paso arriba de lo visible se ubica el cocodrilo». Todo confluye a esta dimensión mítica del universo que dé razón -¿razón?- a lo que es. Todo es igualmente válido y reversible. «Credo quia absurdum».

De Jorge Arbeleche: “…alargué mi mano hacia estos «Lagartos» que pretendí más inocentes. Craso error. Me devoraron la cabeza, me tuvieron en vilo, me robaron para siempre el sueño, me rapiñaron vorazmente la noche. Y yo , a medida que fui penetrando en ese reino ignoto de batracios, me sentí envuelto y atrapado por una prosa de mayúscula estatura y una concepción de libro arriesgada y sutil que, tanto se torna apócrifa aventura arqueológica de descubrimiento como deviene alegoría implacable -pero no desgarrada- acerca del hombre y de su condición finita…”.

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