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sábado, 19 de julio de 2025
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Los alojados en albergues reconocen la buena atención que reciben pero siguen necesitando colchones, ropa y pañales

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Diario EL PUEBLO digital
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Un policía recostado sobre su motocicleta bajo la sombra que aún daban las paredes del gimnasio fue lo primero que se pudo ver. Tras de sí, sobre el tejido que divide el predio, un sinfín de ropa tendida. Había de todo, una mujer tanteaba algunas prendas secas para quitarlas y dar espacio a otras que traía en un tacho.
Más atrás, un grupo de personas conversaban y amenamente nos permitieron entrar en su diálogo. Eran todos vecinos del mismo barrio, Ceibal, que se enteraban de las novedades que traía uno de ellos, que venía de visitar la zona.
“Allá está todo igual, da pena ver tu casa así como está, uno que la hizo con tanto sacrificio. Yo la hice con mis propias manos, porque yo soy albañil, ahora estoy jubilado y hago algunas changas para sobrevivir, pero (hace una pausa para poder continuar hablando a la vez que se le llenaban los ojos de lágrimas y volvía a repetir), yo hice mi casa desde los cimientos”, decía uno de los damnificados.
En el apuro con que realizó su mudanza no pudo sacar muchas de sus herramientas de trabajo, “saqué la amoladora y algunas otras cosas, lo demás lo dejé arriba de los ventanales, pero ahora está todo abajo del agua”, dijo esa persona con lamento. “No dio tiempo a nada, con mi edad tampoco podía hacer mucho”.
Esta es la primera vez que tuvo que pasar la Navidad con su casa bajo agua. “Es horrible, qué te puedo decir (vuelve a sollozar), yo ya no puedo seguir así, ya estoy viejo, estoy cansado de esto. Me duele tener que abandonar mi casa, pero esta es la quinta vez que me tuve que ir. Nunca pensé que a mi edad tuviera que seguir pasando por esto”, sostuvo entre lamentos.
EL PROBLEMA SON LOS BAÑOS
Adentro del gimnasio, varias telas hacen de paredes dividiendo los sectores que corresponden a cada familia, dándoles así un poco de privacidad.
Una de sus moradoras, que alquila una casa en la zona de Julio Delgado al 200, desde el sábado se encuentra en el gimnasio Bernasconi, tuvo que salir cuando el río llegó a los 13,10 metros de altura. Se alojó con sus hijos mellizos y salió con la ayuda de los camiones del Ejército antes de que llegara el agua a su casa y así pudo sacar todas sus pertenencias con tranquilidad.
Allí, dijo que la convivencia no es fácil, pero “entre todos tratamos de llevarnos bien. Lo más complicado es el uso de los baños, nos turnamos y a cada familia le toca lavar un día el baño. Lo que pasa es que hay un solo baño para hombres y uno solo para mujeres, por lo que a veces no hay agua caliente para poder bañarse. Tampoco tenemos una cocina, así que lavamos los platos en el suelo. Algunos no tenemos ni siquiera un ventilador y con el calor que hace la situación se pone complicada acá adentro”.
Dijo también que han recibido “atención en la salud y más allá de las dificultades que tienen están bien atendidos”.

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