
Siempre me interesó el tema «Día de Reyes». No sé por qué, pero es así. Desde que era niño y dejaba pasto y agua, y tuve como uno de los regalos que más recuerdo un tren de plástico azul y amarillo, hasta después, cuando empecé a comprender otras aristas en torno a esta celebración.
Algo que me quedó muy grabado, por ejemplo, fue cuando aprendí que durante uno de sus gobiernos, José Batlle y Ordóñez (dentro del llamado proceso de laicización del Estado) había cambiado el nombre Día de Reyes por el de Día de los Niños. Y entonces con frecuencia me preguntaba: ¿para qué hay otro Día del Niño en agosto? Con el tiempo fui entendiendo que el comercio y la economía también manejan ciertos timones.
Pero una de las cosas que más recuerdo, pasó hace más de 30 años y todavía hoy me causa tristeza cuando lo pienso. Un compañero de clase de la escuela, me contó que su hermano (aún más chico que él) le había dicho una vez: «Qué injustos son los Reyes Magos, nunca me traen lo que pido y a otros gurises del barrio sí».
En fin… “Cosas que pasan”, canta José Larralde.
SER FELIZ Y DESEAR MENOS
Y estos días, pensando en todo esto, encontré un material muy bueno del psicólogo Alejandro de Barbieri, que me parece vale la pena compartir con los lectores de EL PUEBLO:
» Brindo para que los Reyes Magos tengan la magia de regalar:
1- Paciencia
2- Templanza
3- Esperanza para que los niños vivan la magia de estar vivos.
Tu presencia es la magia de ser padres. Empacho no es felicidad! Regalen miradas y juegos y libros! No hagan nada para que la infancia sea más mágica de lo que ya es para ellos! Regalar estar presente en el presente! Educar en el asombro!
Primer regalo. Paciencia: calma, respira y acepta y serás ejemplo con tu adultez para saber esperar y calmarte con música, con lectura, con silencio, no con comida ni con pantallas ni con ruidos.
Segundo regalo. Templanza: el carácter se templa, tu hijo no es «así», está siendo, está creciendo, se moldea la personalidad con el afecto del sí y el afecto del no. Respira, haz ejercicio y duerme bien porque el niño nos precisa fuertes para moldear y amar en calma.
Tercer regalo. Esperanza. La paciencia y tiempo para que aparezca el amor, dice Carlos Díaz, y al surgir el amor renace la esperanza de que estos gurises ya están cambiando el mundo! Confía! Y lo más importante, es no condenarlos a que queden eternamente demandantes, víctimas de la tiranía del deseo. Ser feliz es desear menos, que disfruten los regalos de los hermanos y primos y lo que les tocó sin estrés y con alegría.
UN CUENTO
También en la búsqueda de materiales sobre el tema de hoy, fuimos a dar con un cuento que EL PUEBLO publicó hace seis o siete años y que también vale la pena compartir:
Érase una vez hace muchos, muchos años, existían tres Reyes que además de ser muy sabios, eran capaces de leer e interpretar las estrellas.
Uno vivía en Europa, otro en Asia y otro en África y los tres pasaban noches y noches mirando las estrellas. Lo que ninguno sabía, es que una de ellas cambiaría su vida por completo.
Un buen día, Melchor, Rey europeo, de larga barba blanca, tan larga como su inteligencia estaba mirando las estrellas desde su palacio. De pronto vio una estrella fugaz, que se detuvo arriba en el firmamento y brilló más que las demás. Melchor se sintió tan intrigado que decidió encaminarse hacia el horizonte para verla más cerca. Cabalgó sobre su camello, partió de viaje.
Rey Gaspar, reinaba en Asia, sus cabellos y barba eran castaños y, como Melchor era un hombre de gran sabiduría. Él también vio la estrella desde su castillo y sin pensárselo dos veces, montó sobre su camello y emprendió la marcha tras la preciosa luz.
En África, otro Rey famoso por sus predicciones astrológicas, se encontraba mirando el firmamento. Su nombre era Baltasar y sobre él se posó también la brillante estrella. Corrió a sus establos, montó a lomos de su camello y se encaminó tras la brillante estrella.
Al cabo de unos días de viaje, los tres Reyes se encontraron en el camino. Comenzaron a hablar del firmamento y de aquella nueva estrella que les atraía poderosamente. Los tres llegaron a la misma conclusión: la estrella les llevaría al nacimiento de un nuevo Rey, un Rey de Reyes.
Todos estuvieron de acuerdo que un Rey de Reyes necesitaba regalos dignos de su persona. Melchor decidió pues llevar oro, Gaspar incienso y Baltasar mirra, los mejores presentes de la época.
Tras un largo viaje los Reyes Magos llegaron hasta Belén, justo allí donde se había posado la estrella y encontraron con gran alegría y tal y como habían pensado un bebé, con su madre María y su padre, José.
Melchor, Gaspar y Baltasar, se pusieron de rodillas frente al pesebre donde dormía el Niño y pusieron los regalos a sus pies.
El oro entregado por los magos a Jesús era un reconocimiento de su realeza; el incienso, un homenaje supremo a su divinidad y la mirra, un anuncio a sus padecimientos como Redentor
El niño Jesús, se puso tan contento con su visita que otorgó a los tres Reyes Magos el don de la vida eterna y la facultad de poder llevar regalos a todos los niños del mundo una vez al año.
UN POEMA
Y para cerrar esta página no podía faltar, ¿verdad? Quiero decir que no podía faltar el famoso poema del argentino Héctor Gagliardi (Buenos Aires, 29 de noviembre de 1909 – Mar del Plata, 19 de enero de 1984):
Reyes Magos
-¡Si vos no te portás bien,
le digo a los Reyes Magos
que te dejen sin regalo
y te quedás sin el tren!…
Es que mi vieja, también,
un poco se aprovechaba… ¡
porque esa noche llegaban
los tres Reyes de Belén!
La carta la había mandado
sin faltas de ortografía,
así los Reyes veían
de que era un chico aplicado.
Hice todos los mandados,
me lavé hasta las orejas,
porque ese día mi vieja
me tenía acorralado.
La luna hacía brillar
el lustre de mis zapatos…
y si ellos fueran chicatos
¿quién les podía avisar?
Por eso al irme a acostar,
puse la almohada a los pies
y me acosté del revés
para poder vigilar…
¡Cuando más lo precisaba
me vengo a quedar dormido!
Me desperté a los maullidos
del gato de la encargada…
Ya entraba la madrugada
de un radiante seis de enero,
y un trencito, el más diquero,
del umbral me saludaba…
Lo habían dejado de frente
ya listo para marchar…
con él me iba a despertar
a mi madre alegremente
¡Qué alegría que uno siente!
-explicarlo yo no puedo-
¡unas ganas de ser bueno,
de ser bueno hasta la muerte!
Al que dejaron sin nada
fue al hijo de la de al lado…
¡Cómo se habrían olvidado!
Siempre “muy bueno” sacaba…
Con nosotros no jugaba
porque en seguida tosía,
y los Reyes no sabían
que el padre no trabajaba…
Yo comprendí su dolor
cuando me vio con el tren:
se acercó a mirarlo bien
y después lo acarició….
A mí me daba calor
de que me viera jugar
y en casa lo invité a entrar
y él también se divirtió..·
¡Cuántos Reyes han pasado
por la puerta de mi vida.
y a mi alma dolorida
cuántas veces la he dejado
como un zapato gastado
esperando a su Melchor
que le dejara el amor
para un mundo envenenado!
Esta noche por los cielos
llegarán los Reyes Magos;
vendrán trayendo regalos
a los chicos que son buenos,
pero hay otros pibes buenos
en otro lado de la tierra,
que por culpa de una guerra
¡no han de pasar los camellos!
Señor: yo aprendí a rezar
arrodillado con mi vieja;
si nunca te fui con quejas
hoy me tenés que escuchar:
¿Por qué tienen que pagar
esos pibes inocentes
de que en el mundo haya gente
que sólo piensa en matar?
Ellos ¿qué saben de guerras?
¡ellos quieren Reyes Magos!
¡y ellos en vez de regalos
tienen un miedo que aterra!
Si vos pararas la guerra,
pasarían los camellos.
¡Yo te lo pido por ellos!
¡ por los pibes de mi tierra!